El pasado viernes 27 de septiembre se celebró el Día Internacional del Turismo, efeméride que vino acompañada de una nueva Feria Internacional de Turismo (FIT) de Buenos Aires, un encuentro que atrae las miradas de Latinoamérica. La Ciudad Autónoma, siempre tan sensual, es la demostración que el cine es una forma etérea y contundente de seducir visitantes.
La industria del cine -que hoy podríamos denominar audiovisual para incluir otros contenidos- es una poderosa máquina impulsora del deseo. Una fábrica de ficción para imaginarnos allá y superponer nuestras vidas encima de esos personajes que recorren calles lejanas con pasión inmediata.
El séptimo arte es una golosina que se come con los ojos y tiene el mismo efecto que el azúcar: queremos más. Por eso lujosas marcas de autos y de ropa, vinos franceses, un café que ondula el aire encima de la taza, o la tecnología futurista, son actores principales entre los patrocinantes del viaje al interior de la pantalla. Y justamente hablando de viajes, el turismo es una gran industria que apuesta al deseo en butaca. Las aerolíneas, descartando todas las películas de desastres aéreos que tanto nos atemorizan, se muestran en toda película posible, al igual que los autos de alquiler y, por supuesto, los grandes hoteles.
Diez películas para viajar a otro país con el control remoto
Uno de los casos más famosos es la saga “El señor de los anillos” (2001-2-3), de Peter Jackson, que impulsó la llegada de visitantes a Nueva Zelanda hasta pasar a ser una de las principales razones para elegir el país entre el 72% de los visitantes extranjeros. Otros casos de este siglo han sido Braveheart (1995) que triplicó la cantidad de visitantes a ciertas zonas de Escocia, o Mamma Mía (2008) que incrementó la demanda de Grecia como sede, especialmente para paraísos como el pequeño pueblo costero de Skopelos.
El mito supera a los países y la remota África es todo un continente cuyo turismo tuvo combustible cinematográfico con películas África mías (1985) de Sydney Pollack, El paciente inglés (1996), El jardinero fiel (2005), El último rey de escocia (2006), e Invictus (2009).
América haz de luz
Para encuentros lejanos se recomienda Antes del amanecer (1995) que transcurre en Viena pero es dirigida por Richard Linklater, mientras que Japón y su noche están presentes en Perdidos en Tokio (2003), con un mítico desempeño de la dupla Scarlet Johansson y Bill Murray. Diarios de Motocicleta (2004) releva América del Sur y sus utopías con la mirada móvil, al igual que algunas obras maestras de las road movies americanas como Pequeña Misss Sunshine (2006). Si la ve no maneje, sería la frase adecuada para Thelma y Louise (1991), mientras Green Book (2019) hace gala de un paisaje sonoro maravilloso. Entre copas (2004) es el maridaje perfecto para tomarse en serio el turismo cinematográfico de norteamérica.
Sin dudas que Francia con Amelie (2001) -entre tantísimos films- pueden presumir de cientos de retratos porque está entre los países más deseados por el espectador, junto a Italia. En este caso destacamos la maravillosa serie Ripley (2024) que nos invita a zambullirnos en una Italia blanco y negro, de encuadres fellinianos.
Las ciudades en foco
Un fenómeno visible, de un tiempo a esta parte, es que la insistente bandera de los Estados Unidos -unánimemente presente en cada película norteamericana que nos enciendan- y los países en general, van dejando lugar a las grandes protagonistas de los viajes proyectados: las ciudades.
El cine nació como una máquina capaz de reducir distancias y permitió viajar sin mover la billetera y las piernas, pero el turismo cinematográfico nació de aquellas ciudades que comenzaban a recibir visitas debido a una película, y se desarrolló hasta alcanzar el resultado inverso, hoy las ciudades financian material audiovisual para luego recibir turistas.
El Código da vinci (2006) le movió la aguja a París, el destino urbano más consolidado del planeta, mientras que Nueva York ha sido la niña mimada de la industria desde hace décadas, con antecedentes como Desayuno en Tiffany’s (1961), hasta Los Vengadores (1998), pasando por Historias de Nueva York (1989) de la mano de Coppola, Scorsese y la imprescindible mención de Woody Allen. Con grandes obras que parecieran ser una conjunto de cantos a la gran manzana, este autor de retratos citadinos le fue infiel a NY con Vicky Cristina Barcelona (2008), Medianoche en París (2011), o De Roma con amor (2012) -entre otras-, aunque luego le rogó perdón con Día de lluvia en Nueva York (2019).
Venecia ha sido elegida sostenidamente como sede de films y dan prueba de ello-un amplio conjunto que incluye, Pan y Tulipanes (1999), o la última Misión imposible / Sentencia mortal (2023). Roma puede presumir de lo mismo, empezando por su primer gran amor La Dolce Vitta (1960) con todas las hormonas de Fellini, Marcello Mastroianni y Anita Ekberg juntas.
Argentina, tierra de la indómita luz
Para nuestro país es muy difícil hacer una selección definitiva aunque podemos mencionar a la porteña Nueve Reinas (2000), Relatos salvajes (2014) y, sin miedo a equivocarnos Historias mínimas (2002), que para este humilde autor es la mayor obra del cine nacional.
De todas las maravillosas series que abordan nuestra capital, obligados a elegir sólo una, destacamos la exquisita y decadente Nada (2023) que nos proyecta una Buenos Aires mágica, fotogénica y suculenta, con calle, arte y la mejor comida.
En Córdoba nos ha faltado una política de promoción cinematográfica, una circunstancia que está cambiando con fondos locales destinados a la industria audiovisual. Nuestra protagonista, sin dudas es De caravana (2010).
Actualmente este city branding o posicionamiento de las ciudades en el mundo, está muy apoyado en realizaciones pequeñas, contenidos para ser vistos en el teléfono y mediante las redes sociales. Merecen otra nota los influencers y la angustiante tarea de ser felices en todas partes.
Ya se, ya se señor, lector que se te han ocurrido diez películas mejores que las propuestas por el autor. En lugar de criticarme, le invito a que lo debatas con tus amigos a donde viajar en el sillón o la butaca. –