Sector aerocomercial. No voy en tren, tampoco en avión

Por Manuel Norverto

Sector aerocomercial. No voy en tren, tampoco en avión

A más de nueve meses del primer caso de covid-19 detectado en Wuhan, China, el fin de la pandemia que con su paso está dejando daños irreparables en la economía mundial, aún está atado al éxito de alguna vacuna todavía en periodo de prueba. A pesar de que la mayor preocupación a nivel global tiene que ver con la cantidad de infectados y muertos que va dejando en cada país, el impacto sobre las finanzas estatales, institucionales y empresariales es ya de una magnitud incomprensible.

Es que, desde su salida de la ciudad asiática (que hoy se encuentra desarrollándose de manera normal”), el ya famoso Sars-CoV-2 se instaló en Europa y no paró hasta conocer todos los continentes (con la excepción, hasta el momento, de la Antártida). En el transcurso de esa ruta, este nuevo coronavirus y las restricciones a la circulación impuestas por los diferentes gobiernos para frenar la velocidad de su propagación han arrasado en mayor o menor medida con cuanta actividad económica se le ha cruzado por delante. Entre los sectores más afectados a nivel global se destaca el turístico.

Un informe reciente de las Naciones Unidas (ONU) estima que la pandemia le costará a esa industria la módica suma de US$ 1 billón en pérdidas y terminará amenazando a más de 100 millones de empleos en todo el mundo. Si bien el golpe es total, dentro de ese sector se encuentra la industria aerocomercial, que se enfrenta hace ya varios meses a una de las crisis más duras de su historia. En busca de salvaguardar a las empresas que desempeñan esta actividad, gobiernos de todo el mundo, incluso los más liberales, han tenido que lanzar planes de contención y salvatajes a sus aerolíneas de bandera para evitar quiebras y despidos mayores a los producidos.

El caso más resonante a nivel internacional es el relativo a la empresa alemana Lufthansa. Esta firma se encuentra entre las más grandes y mejor posicionadas mundialmente. Sin embargo, la epidemia de coronavirus, que obligó a dejar en tierra a casi la totalidad de la flota durante varios meses, puso en jaque tanto sus estimaciones de crecimiento como sus chances reales de no caer en quiebra.

Tal fue el impacto que sus ejecutivos aceptaron un plan de salvación del Estado germano por 9.000 millones de euros. Esta recapitalización, que fue previamente aprobada por la Comisión Europea, se financió con el Fondo de Estabilización Económico creado por el gobierno de Ángela Merkel, que con esta abultada asistencia se convirtió en el principal accionista de la compañía, con el 20% de las participaciones.

Con este desembolso, la empresa tomó un poco de pista, pero no pudo evitar presentar un programa de ajuste para achicar costos. Luego de una serie de negociaciones con el sindicato de pilotos local, esa planificación fue pospuesta al menos hasta marzo del año próximo, por lo que no se efectuarán cesantías hasta ese momento.

Lamentablemente, son contadas las empresas que corrieron esa suerte, ya que con el pasar de los meses se han dado a conocer varios casos de recortes masivos. Por si esto no fuera poco, la segunda ola de coronavirus que azota actualmente al continente europeo está obligando a las principales líneas aéreas, que ya habían retomado la actividad, a recortar la cantidad de vuelos dispuestos para el mes de septiembre.

Entre las empresas que se encuentran en esta situación se destacan Ryanair, Easyjet, Air Europa, Air France y Vueling, entre otras. Con los crudos meses que atravesaron y este nuevo golpe de timón, las aerolíneas deben planificar más recortes inevitables.

Incluso naciones con finanzas muy ordenadas están sufriendo esta debacle. Un claro ejemplo de este fenómeno es la empresa finlandesa Finnair, que anunció hace algunas semanas el inicio de las tratativas para reducir hasta 1.000 puestos de trabajo y de emprender otros 1.800 despidos temporales sobre una plantilla total de 6.700 empleados.

En tanto, en lo que respecta al continente americano, American Airlines anunció la última semana de agosto que planea eliminar para octubre 19.000 puestos de trabajo en Estados Unidos. La advertencia de la empresa fue para el gobierno de Donald Trump, al que le exige una nueva ayuda para cumplir con sus compromisos. Este ejemplo solo es uno más de los múltiples casos registrados en la nación estadounidense.

Cabe destacar que, en marzo pasado, las aerolíneas norteamericanas fueron asistidas con US$ 25.000 millones destinados a cubrir las nóminas y proteger los empleos hasta septiembre. No obstante, sin una reactivación significativa esos fondos se agotan y ahora le solicitan a la Casa Blanca otros US$ 25.000 millones.

En su último informe, que fue difundido también a fines de agosto pasado, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (Iata, por sus siglas en inglés) destacó la asistencia al sector por parte de los diferentes Estados. Los gobiernos han apoyado a la industria de la aviación con unos US$ 130.000 millones, y la mitad de esa cifra proviene de los Estados Unidos y un gran porcentaje de Europa”, indicó.

No obstante, el documento hace hincapié en el bajo porcentaje que han brindado en este sentido los gobiernos latinoamericanos, en comparación con el resto de las regiones. América Latina y el Caribe ha sido la región que más ha sufrido por la falta de apoyo de los gobiernos a la industria aérea”, sostuvo Iata. Y aseveró que de los US$ 130.000 millones aportados a la industria aérea, solo el 0,8% fue brindado por los gobiernos de esta región.

El vicepresidente de la Iata para las Américas, Peter Cerdá, indicó que nos encontramos, después de más de cinco meses, con líneas aéreas que han parado de operar permanentemente para siempre”. En su pronunciamiento, el ejecutivo se refirió a algunos casos puntuales y aseguró que tenemos buenos ejemplos de países que poco a poco están reactivando, pero también tenemos muchos ejemplos de otros que no están reabriendo las fronteras y reiniciando sus vuelos domésticos e internacionales; y es el momento que esos gobiernos tomen las medidas como han hecho en otros países de la región para reactivar”.

Dentro de este último grupo de países se encuentra Argentina, donde el Gobierno había pautado el 1º de septiembre como fecha para el regreso de la actividad comercial. No obstante, como en las últimas semanas los casos diarios de coronavirus superaron la barrera de los 10.000 y, consecuentemente, las muertes también aumentaron, se tomó la decisión de posponer esa fecha. Cabe recordar que antes de esta medida, Latam había anunciado el cese de las operaciones en su filial nacional en el mes de junio pasado. Luego de no haber llegado a buen puerto en una serie de negociaciones tripartita con el gobierno nacional y los sindicatos, el holding comenzó a aplicar retiros voluntarios y despidos que terminaron en la pérdida de los puestos de trabajo de más de 1.700 personas.

Además de lo que ocurrió con la empresa chilena, ya hay tres compañías aéreas que comunicaron la decisión de dejar de volar a la Argentina. Se trata de Air New Zealand, que tomó la decisión en abril, y de Emirates y Qatar Airways, que optaron por abandonar este mercado al confirmarse la medida del Gobierno de prorrogar la vuelta a las pistas.

De seguir así las cosas, lamentablemente no se descartan otras bajas en este mercado. Entre los reclamos del sector, los gremios que representan a los trabajadores de las low cost” que operan en el país advirtieron que una demora mayor en el retorno a los vuelos podría significar la desaparición de la industria aérea”.

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