Un impactante estudio revela cómo afectan las emociones a la forma que tenemos para pensar la política

Con respecto al cambio de opiniones, el estudio muestra que, si un asunto toma un tinte político, será sumamente complejo mover su pensamiento a otra orilla

Un impactante estudio revela cómo afectan las emociones a la forma que tenemos para pensar la política

La Comisión Europea llevó adelante un minucioso estudio que analizó minuciosamente el papel preponderante que juegan las emociones por encima de la razón en lo que refiere a la forma de pensar en la política.

El informe Comprender nuestra naturaleza política”, realizado por el Centro Común de Investigación (CCI) de la Comisión Europea con el apoyo de 60 expertos internacionales, también analiza la complejidad de nuestro cerebro político y establece pautas sobre cómo deberían actuar los políticos para que el sistema no se resquebraje aún más.

Con respecto al cambio de opiniones, el estudio muestra que, si un asunto toma un tinte político, será sumamente complejo mover su pensamiento a otra orilla.

Asimismo, según el informe, cuanto más reflexionan las personas de manera analítica acerca de un asunto determinado, más probable es que terminen sumándose a una ideología política que lo apoye. Esto ocurre con todo tipo de asuntos, como la evolución humana, donde Darwin, en Estados Unidos, se considera un tema muy politizado”.

Por otra parte, el estudio muestra que, si no hay una ideología política de por medio, cuando se proporcionan evidencias que contradicen creencias arraigadas, es más probable que estas cambien.

El estudio también revela que, cuando las personas están preocupadas por un problema concreto, tienden a pensar que este está más generalizado de lo que realmente lo está, lo cual hace que se preocupen aún más. Por ejemplo, los europeos tienden a sobrestimar de manera sistemática la cantidad de inmigrantes en su país y los estadounidenses piensan que el 25% de las adolescentes dan a luz cada año, cuando en realidad es el 3%.

Esto también incluye otros aspectos. Las personas tienen tendencia a centrarse en la información negativa. Este tipo de información permanece viva en su memoria, lo cual hace que sea más fácil recordarla y hace que sobrestimen la prevalencia de estos fenómenos que de otra manera son poco comunes.

Vivir en un mundo de posverdades” implica que apelar a las emociones y las creencias personales tiene una mayor influencia en la formación de la opinión pública que los hechos. Sin embargo, los datos siguen desempeñando un papel en la configuración del debate político, en especial cuando se debaten realidades sociales y políticas complejas y controvertidas.

El problema es que las personas tienen una percepción errónea de la realidad, en particular en relación con cuestiones políticamente importantes. Las percepciones erróneas son distintas de la ignorancia.

Cuando las personas no saben mucho acerca de un tema, pueden estar más abiertas a recibir nueva información, pero cuando tienen percepciones erróneas al respecto, pueden pensar que están relativamente bien informadas, lo cual las hace más resistentes a la nueva información.

Las teorías de conspiración determinan en gran medida las creencias de las personas y pueden ser muy difíciles de rebatir. Resulta preocupante que el interés público en estas teorías parece aumentar, mientras que la participación en el proceso político parece disminuir.

Todo esto se da en un contexto de auge de las redes sociales que acelera el proceso. Un estudio en 2018 investigó la difusión diferencial de noticias verdaderas, falsas y mixtas en Twitter. Analizó 126.000 historias, tuiteadas y retuiteadas alrededor de 4.500.000 veces. La noticia falsa se difundió significativamente más lejos, más rápido, con mayor profundidad y de manera más amplia que la verdad”. Por ejemplo, mientras que el primer 1% de noticias verdaderas rara vez llegó a más de 1.000 personas, el primer 1% de noticias falsas llegó por lo general a entre 1.000 y 100.000 personas. Además, las noticias verdaderas tardaron seis veces más que las falsas en llegar a 1.500 personas.

En resumen, a las personas les gusta compartir noticias falsas, en especial si son políticas.

No obstante, lejos de demonizar a las emociones, el estudio rescata su valor. Hoy hay pruebas suficientes de que la emoción es un componente integral de las decisiones humanas. Las emociones son un tipo de inteligencia forjada por la evolución y el estudio analiza cómo actuamos ante emociones como la ira, pero también el dolor, o la soledad. Y anima a los políticos a tenerlas cada vez más en cuenta.

Detectar las preocupaciones, los temores, las esperanzas y el sufrimiento de los ciudadanos de manera más eficaz podría proporcionar nueva información importante para guiar las decisiones políticas.

Con respecto al contexto informativo actual, el estudio rescata que la sobrecarga de información, junto con el declive del papel de guardián de los medios de comunicación, está sometiendo a nuestras capacidades cognitivas a una presión sin precedentes. Esto ha dado lugar a una crisis en la que los individuos no tienen la capacidad de discernir entre lo verdadero y lo falso, o comprender y explicar plenamente la información importante sobre los acontecimientos.

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