En la última década vivimos más tiempo con controles que sin ellos

Finanzas | Acostumbrados al cepo: en la última década, vivimos más tiempo con controles que sin ellos

En la última década vivimos más tiempo con controles que sin ellos

Por Carla Daniele Barra (Dracma)

Días atrás se cumplieron dos años desde que se implementó el último cepo cambiario. El 1 de septiembre de 2019, en el medio de una crisis cambiaria tras la derrota del gobierno de Cambiemos en las PASO, el Banco Central anunció una medida que ponía marcha atrás con una de las principales promesas de campaña de dicha administración. A partir de entonces, se crearon una sucesión de medidas que, superpuestas y complementadas entre sí, intentaban contener el nivel de reservas limitando la posibilidad de adquirir moneda extranjera para las empresas y los ahorristas.

A pesar de lo anterior, la magnitud de esta medida se hace más significativa si miramos un poco más en el tiempo. Al observar el período entre 2011 y 2021 sobresale que, de los años comprendidos en dicha década, fueron efectivamente seis los que enfrentamos cepo cambiario. Eso quiere decir que en más de la mitad de los últimos 10 años nuestro país necesitó (para sobrevivir) de una medida de carácter transitorio que, en perspectiva, ya se volvió tan permanente que la hemos naturalizado.

El día a día nos hace perder de vista estos detalles, pero en la siguiente visualización podemos compendiar las disposiciones más destacadas que se implementaron a lo largo de los últimos años. Son al menos 43 las medidas que configuraron una década marcada por el cepo, y lo interesante de lo anterior es que, una vez implementado, se necesitan más y más regulaciones para sostenerlo.

La medida en sí no discrimina color político (aunque para algunas administraciones se vuelve una solución” más recurrente); los últimos gobiernos acudieron a estas restricciones para evitar que se desplomen las reservas internacionales y contener la devaluación del tipo de cambio. La pregunta es si dichas restricciones han tenido efecto y, a primera vista, nuestra intuición nos hace pensar que no han tenido mucho éxito. Para validar lo anterior, en las siguientes líneas se pretende resumir el impacto del cepo cambiario en la última década.

En primer lugar, y atendiendo al objetivo que justificó su implementación, la caída de las reservas internacionales no logra detenerse con la implementación de un cepo, sino que solamente ayuda a disminuir el ritmo de la caída. En el gráfico a continuación se puede observar precisamente lo anterior; el 28 de octubre de 2011 las reservas internacionales brutas totalizaban USD 47.587 millones, nivel que descendió hasta prácticamente la mitad hacia finales de 2015 (USD 24.163 millones) cuando se levantó el cepo tras asumir el gobierno de Cambiemos.

Al 1 de septiembre de 2019 las reservas, que incluso alimentadas por el préstamo del FMI ya venían en caída libre, totalizaban USD 52.151 millones. Según el último dato disponible, el nivel actual asciende a USD 46.198 millones y, si bien hay una merma, el impacto se vuelve mucho más significativo cuando desestimamos el efecto de la liquidación récord del agro del primer semestre de 2021 y observamos el valor alcanzado a fines de 2020. En aquel entonces, las reservas sumaban USD 38.619 millones de dólares mostrando una caída más sustancial, sobre todo si se analizan las reservas netas.

A su vez, la implementación de controles para acceder al tipo de cambio por vías oficiales genera directamente un impacto en otras formas menos restringidas para adquirir moneda extranjera, que reflejan la demanda real del dólar por parte de los ahorristas, así como su verdadero valor. Con la diferenciación de los tipos de cambio que genera un cepo, empiezan a cobrar relevancia las brechas cambiarias que se amplían considerablemente a medida que se aplican más regulaciones. En ese sentido, son las brechas del tipo de cambio el verdadero termómetro de las vulnerabilidades y presiones latentes en un contexto económico como el actual, y ello es lo que pretende ilustrar la gráfica a continuación. En el cepo comprendido entre los años 2011–2015, el tipo de cambio oficial pasó de $4,24 a $9,82 mientras que el dólar contado con liquidación (CCL) pasó de $4,65 a $14, subiendo 132% y 201% respectivamente, lo que derivó en un nivel de brecha promedio en torno al 40% para todo el período. Cuando el 16 de diciembre de 2015 se anuncia el fin del cepo, el tipo de cambio oficial se formalizó a $13,76, eliminando inmediatamente la brecha existente con el CCL, que bajó desde un 42,5% a un 2,9% en 24 horas.

Siendo contenido por uno de los cepos más restrictivos de la historia y una constante intervención en el ritmo de depreciación del tipo de cambio, en los últimos dos años el dólar oficial subió un 75% mientras que dólar financiero lo hizo en un 183,6%, lo que llevó el nivel de brecha cambiaria actual al 80%. Si bien en el periodo bajo consideración la brecha se ubicó en un promedio de 61,3%, cabe destacar que en octubre del año pasado se alcanzó un máximo de 130% en el pico de la crisis cambiaria.

Por último, si bien el concepto de competitividad es mucho más amplio que sólo el tipo de cambio de una economía, sí es cierto que un dólar oficial tan atrasado vuelve a dicha economía mucho menos competitiva, complicando sus cuentas externas y encareciendo el país respecto al exterior. Esa debilidad es la que se muestra en el siguiente gráfico con un tipo de cambio real multilateral que, en los años de cepo cambiario, se redujo considerablemente, perdiendo competitividad en relación al resto del mundo.

Tanto es así que, entre octubre de 2011 y diciembre de 2015, el índice de tipo de cambio real pasó de 117 puntos a 73,45, mientras que en los últimos dos años la caída fue de 132 puntos a 111. Cuando ajustamos dicho indicador por la brecha cambiaria de forma tal que refleje cual sería la verdadera posición de argentina respecto los principales socios comerciales, las diferencias se vuelven mucho más significativas cuando se considera un tipo de cambio más real y menos intervenido.

Por último, si bien el concepto de competitividad es mucho más amplio que sólo el tipo de cambio de una economía, sí es cierto que un dólar oficial tan atrasado vuelve a dicha economía mucho menos competitiva, complicando sus cuentas externas y encareciendo el país respecto al exterior. Esa debilidad es la que se muestra en el siguiente gráfico con un tipo de cambio real multilateral que, en los años de cepo cambiario, se redujo considerablemente, perdiendo competitividad en relación al resto del mundo. Tanto es así que, entre octubre de 2011 y diciembre de 2015, el índice de tipo de cambio real pasó de 117 puntos a 73,45, mientras que en los últimos dos años la caída fue de 132 puntos a 111. Cuando ajustamos dicho indicador por la brecha cambiaria de forma tal que refleje cual sería la verdadera posición de argentina respecto los principales socios comerciales, las diferencias se vuelven mucho más significativas cuando se considera un tipo de cambio más real y menos intervenido.

La lista puede ser interminable y todos somos conscientes de sus efectos porque los padecemos hace ya diez años, pero además de la caída de reservas, de la pérdida de competitividad y de la expansión de las brechas cambiarias, el aumento de inflación por mayores expectativas de devaluación también está entre las principales consecuencias de un cepo cambiario. Si el tipo de cambio se atrasa demasiado, la expectativa de devaluación será cada vez mayor, lo que aumentará a su vez la inflación esperada por los actores económicos; en ese escenario, la demanda de pesos cada vez resultará menor, aumentando las presiones cambiarias. Dicha configuración de factores deriva tarde o temprano en más controles, más impuestos y más restricciones en el mercado cambiario que terminan impactando en las demás cotizaciones del dólar, lo que alimenta el ciclo anterior y lo convierte en un círculo vicioso interminable.

Sin tentar al destino, lo anterior nos debería dar la pauta de lo que podríamos esperar para más adelante. Sin la estacionalidad de la liquidación de divisas a nuestro favor y con las elecciones legislativas por delante, es muy probable que aumenten las presiones cambiarias. A medida que esto suceda, también serán mayores los esfuerzos por tratar de contener el tipo de cambio, y con ello, mayor será el drenaje de reservas. Como la solución inmediata a una medida imperfecta es otra medida más imperfecta aún, lo que nos queda es esperar más controles y restricciones como las que empezamos a ver de nuevo en el último mes.

El desenlace de este ciclo no queda claro, incluso para después de las elecciones. Todo parecería indicar que se intentará mantener la situación contenida hasta fin de año y lo lógico sería que, a partir de ese entonces, se liberen ciertas restricciones (de la mano de un aumento en el ritmo de devaluación) para desactivar algunas de las bombas que están al punto de explotar. Sin embargo, Argentina está más allá de la lógica y los últimos 10 años han sido una clara prueba de ello… Probablemente tengamos cepo para rato.

 

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