Hallaron restos de un centro metalúrgico del Imperio Inca

Hallaron restos de un centro metalúrgico del Imperio Inca

Un grupo de arqueólogos halló 30 hornos de fundición del siglo XV, restos de herramientas, ocho recintos de habitaciones y elementos decorativos que pertenecieron a las poblaciones anteriores a la colonización española.

Esto sucedió en Quillay, un sitio arqueológico que se localiza en la zona central de la provincia de Catamarca, a unos 40 km al norte de la ciudad de Belén. El pequeño asentamiento se confeccionó para alojar a los trabajadores especializados en la fundición mineral por espacios de tiempo limitados. En tanto, el estudio que se efectuó, permitió recomponer el mapa de la producción metalúrgica y la explotación minera en minas de ese tiempo, ubicadas al oeste de la provincia y basada en la extracción de cobre y estaño para la realización de bronce, que es la mezcla de ambos.

A partir de las excavaciones que se llevaron a cabo en esos hornos, Marco Antonio Giovannetti, investigador del Conicet, aseguró que se registró una tecnología que no se conocía hasta ese momento para lo que sería la extracción primaria del cobre en el imperio Inca”. En la misma línea, señaló que los hornos presentaban dos cámaras, lo que posibilitó que los pedazos de rocas sacados de las minas se pulverizaran, se molieran en el lugar y luego, fueran fundidos en una cámara superior.

Los habitantes de ese tiempo trasladaban los metales hacia otras localidades para crear diferentes objetos que eran distribuidos e intercambiados, como hachas, cuchillos ceremoniales, instrumentos y adornos. Un dato no menor, es que si bien el establecimiento Inca tenía su núcleo en Perú, el imperio se extendía desde el sur de Colombia, hasta Chile y, particularmente en Argentina, ocupaba las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, La Rioja, San Juan y Mendoza. Según descubrimientos recientes, también ocupaba parte de Santiago del Estero.

Frente a las tres campañas de excavaciones que se realizaron entre los años 2013 y 2015, los arqueólogos llegaron a la conclusión de que el asentamiento podría haberse tratado de un grupo de orfebres originarios de las comunidades locales que trabajaban para el imperio Inca en la producción de cobre, y posteriormente, eran enviados a otras regiones.

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