BRASILIA.- Los incendios en el Amazonas abrieron un nuevo frente de conflicto para el gobierno de Jair Bolsonaro, que debe enfrentar ahora un creciente descontento de la iglesia católica brasileña con sus políticas ambientales, en el marco de un sínodo para esa región convocado por el papa Francisco para octubre.
Líderes católicos y curas de todo el país, entre ellos más de 50 obispos, se reunieron en la ciudad de Belén para estudiar el documento de trabajo del Sínodo para el Amazonas que se realizará el mes próximo en Roma, un encuentro que busca identificar “caminos para evangelizar” a los pueblos que habitan en la selva, especialmente indígenas.
En ese marco, los sacerdotes católicos emitieron un duro documento donde se declararon como “defensores intransigentes” de la preservación de la selva y exigieron medidas urgentes ante lo que describieron como una “agresión violenta e irracional a la naturaleza” y una “destrucción inescrupulosa”.
“Lamentamos inmensamente que hoy, en vez de ser apoyados e incentivados, nuestros líderes sean criminalizados como enemigos de la Patria”, se quejaron los católicos de Belén en respuesta a las presiones oficiales por el Sínodo, a la vez que denunciaron “el envenenamiento de ríos y lagos, la contaminación del aire (…), la pesca depredadora, la invasión de tierras indígenas por mineras, la minería clandestina y madereras, y el comercio ilegal de la biodiversidad” en el Amazonas.
Sin embargo, Bolsonaro volvió a acusar a las comunidades indígenas y las ONG de la crisis ambiental: “Mi decisión es no entregar más tierras para los indígenas. Aquellas que fueron demarcadas en forma irregular serán revisadas (…). Es mucha tierra para poco indígena y ¿sin lobby? ¿Cuál es el interés detrás de eso?”, aseveró al intentar sembrar sospechas contra las entidades ambientalistas que defienden las políticas de reservas indígenas, que están amparadas por la Constitución.