Alemania, anclada en el centro político

Por Miguel Otero Iglesias

Alemania, anclada en el centro político

Los que esperaban un cambio de rumbo en la democracia cristiana alemana (CDU) van a tener que seguir esperando: Armin Laschet, el candidato más merkeliano” de los tres que se habían presentado, se ha convertido en el nuevo líder de la CDU y eso ha decepcionado a muchos. Los más conservadores apoyaban a Friedrich Merz, y su deseo de girar hacia la derecha (y recuperar los votos cedidos a la ultraderecha Alternativa por Alemania – AfD), mientras que los más atlantistas apostaban por Norbert Röttgen, y su ambición de modernizar el partido, fortalecer la autonomía de la Unión Europea (UE) y colaborar estrechamente con EEUU en una política más dura frente a Rusia y China. Otros, los más jóvenes, no tenían mucho entusiasmo por ninguno de los tres candidatos, pero cansados de la moderación de Merkel, simplemente querían una sacudida del partido.

A esto Armin Laschet respondió: Polarizar es fácil. Lo difícil es escuchar a los otros, transigir y llegar a acuerdos para lograr cosas”. Esta frase resume bien el personaje de Laschet. Alguien que, desde el pragmatismo, siempre ha intentado buscar consensos. Hasta se podría decir que es más merkeliano que la propia Angela Merkel. Igual que ella, le gusta anclarse al centro del tablero político, esperar a que los otros se muevan y dar los pasos mínimos para mantenerse en el medio. Esa actitud calculadora lógicamente le ha costado sus derrotas: solo fue diputado en el Bundestag de 1994 a 1998. Pero dicen que también es muy tenaz, y eso es lo que le ha llevado, primero, a arrebatarle Renania del Norte-Westfalia (su estado) a la socialdemocracia, en 2017, y a la presidencia de la CDU ahora.

Laschet es hijo de un minero y, quizás por eso, de los políticos más a la izquierda socialdemócrata en la CDU. En su discurso menciona varias veces a su padre, y explica que ahí abajo, picando a 1.000 metros de profundidad y con un calor sofocante, realmente no importaba la procedencia de sus compañeros. Lo que importaba era si te podías fiar de ellos. Quizás por eso Laschet se convirtió en el primer político que salió públicamente a defender a las minorías en Alemania. Eso le valió el mote de el turco Armin” y muchas críticas, pero seguro que, ahora que se sabe que la vacuna contra el Covid-19 de Pfizer ha sido inventada por una pareja de inmigrantes turcos, se sienta reivindicado. Dicen además que tiene gran sentido del humor y que le cae bien a la gente que lo conoce, y eso en un político alemán no es muy común.

En cuanto a sus convicciones, hay muy pocas certezas. Laschet representa el pragmatismo y la moderación y eso en tiempos de polarización política no es una mala noticia. Fue eurodiputado, es un europeísta convencido. En política fiscal es fiel a la disciplina presupuestaria, pero eso es el consenso en la CDU. Sería difícil triunfar en el partido siendo del ala izquierda, tanto en lo social como en lo económico.

Si finalmente se convierte en Canciller, Alemania seguirá anclada en el centro en política europea y en política exterior. Escuchará a todos los países y sus intereses y temores, e intentará mantener a los 27 unidos. El instinto de Laschet es dialogar y buscar un compromiso, de ahí que no se piense que tomará posiciones drásticas ni con Orbán, ni con Rusia ni con China.

Muchos esperan que Alemania en la era post-Merkel tome la iniciativa. Incluso piden que lidere el proyecto de integración europea. Con Laschet eso no va a ocurrir. Alemania está incomoda en ese papel. La mayoría de los alemanes lo rechazan, y muchos en Europa se pondrían muy nerviosos si así lo hiciese. Alemania debe seguir siendo el motor del proyecto europeo, pero no el timón. La dirección tiene que venir de manera colectiva. Algunos temen que Laschet sea inmovilista. Piensan que no será lo ambicioso que se desearía en temas clave como la transición ecológica, la digitalización de la economía y la autonomía de la UE; pero eso dependerá de sus socios en Berlín: liberales, verdes o socialdemócratas, dependerá de éstos hasta donde pueden llevar sus políticas.

Lo curioso es que Laschet tiene más apoyo entre los votantes socialdemócratas del SPD que de los democristianos de la CDU, lo que evidencia su posición centrista, para bien y para mal.

Al final, las próximas elecciones regionales, sobre todo las de Baden Wüttenberg, y su capacidad de unir el partido, incluida la CDU del Este de Alemania (mucho más conservadora), marcarán su destino.

Después de la hegemonía absoluta de Merkel, lograda desde el centro del tablero, la mayor apuesta es que Alemania, la locomotora de Europa, siga anclada precisamente allí.

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