Mitos y verdades de la política

Por Eduardo Ingaramo

Mitos y verdades de la política

Los mitos son afirmaciones o historias imaginarias que alteran las verdaderas cualidades de una cosa y les dan más valor del que tienen en realidad. Algunos de ellos también pueden expresarse como sus contrarios, no sólo en Argentina, sino en muchos países, en especial en América Latina.

“Perder implica una derrota” es un mito, cuya opuesta verdad implica decir “nunca abandones antes de tiempo”. Es que, por dura que sea esa derrota, la resiliencia que implica volver a intentarlo es la diferencia entre los emprendedores –empresarios, políticos o sociales- y los que no lo son. Mucho más que los eventuales éxitos que puedan obtener, que son siempre circunstanciales.

En política, ni Gustavo Petro en Colombia –un país dominado por los medios masivos, el poder económico concentrado y la violencia- que nunca tuvo un gobierno de izquierda; ni Lula, en Brasil, luego de ser condenado judicial y socialmente, serían hoy presidentes si no lo intentaban nuevamente luego de varias derrotas.

Massa, entre nosotros, luego de su exitoso surgimiento en 2013, vivió derrotas en 2015 y 2017, pero no abandonó sus pretensiones y hoy está en condiciones de ser electo presidente. También en la actual oposición argentina hay claros ejemplos de resilencia, aunque parecen haber llegado a su fin o al menos al último “round” a todo o nada.

“Lo nuevo reemplaza todo lo viejo” es otro mito. La verdad contrapuesta que hace caer el mito ocurre cuando no te dejás impresionar por lo nuevo y luchás con convicción, convirtiéndote en “lo nuevo”, en especial si los que se presentan como tales caen en las viejas prácticas.

También lo nuevo, en su inexperiencia y debilidad, puede ser infiltrado o condicionado convirtiendo una derrota en triunfo.

Es obvio que para ello deben evitar los cambios que no asusten a los electores, de modo que aún con grandes problemas -actuales o pasados- se imponga la esperanza en el futuro, al miedo que genera lo nuevo y extremo.

“Las divisiones son patrimonio de las izquierdas” es un mito, así como en Uruguay se mantienen unidas aún en la derrota, las derechas latinoamericanas de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, y ahora Argentina, se han dividido y parece que seguirán haciéndolo.

En relación con lo anterior, otro mito que dice “los frentes son imprescindibles para ganar y gobernar”; pero en muchos casos han demostrado sus debilidades, en especial para gobernar a ambos lados del espectro ideológico, por lo que también en las derechas se han dividido inclusive para las elecciones en los países mencionados.

Otro mito es referido a la importancia de los eslóganes (que son una frase breve, expresiva y fácil de recordar de las campañas políticas que pretenden ordenar las ideas). Así “todos”, “cambio”, “juntos”, “unión” o “libertad” pueden servir, pero sus límites son muy cercanos, a poco que se observan que los que los usan no muestren efectivamente que viven bajo esas premisas.

“Los cisnes negros definen las elecciones” es otro mito que se ha caído, en la medida que los escándalos de hace unos años –“la morsa Aníbal Fernández”, “la muerte de Nisman”, etc.- que fueron cisnes negros dejaron muchas dudas, por lo que los actuales “cisnes negros” agitados por la oposición perdieron efectividad y no afectaron la voluntad de los votantes. También los casos agitados en el oficialismo referidos a los audios de D’Alessandro con Robles, o con los viajeros a Lago Escondido, carecieron de efectividad a la hora de modificar el comportamiento electoral.

“Los medios de comunicación masivos son determinantes en las opiniones de la población” es otro mito. Es cierto en alguna medida, pero muy lejos de definir elecciones, sobre todo si se observan los resultados de Boric, en Chile; Castillo, en Perú; y Petro, en Colombia. De hecho, cada vez menos, los candidatos de los medios masivos terminan imponiéndose, en especial si se enfrentan a partidos o frentes movilizados en el territorio.

Como derivación de lo anterior se cae otro mito, que afirma que “las redes sociales definen las elecciones”, lo que no puede sostenerse si sólo se observa las estadísticas de impresiones (que miden lo que se ve o reacciones positivas en redes a posteos) con la proporción efectivamente obtenida en votos por parte de los partidos que más las usan. Eso no quiere decir que deban descartarse, especialmente para llegar al público más joven, pero lejos están de ser un canal de comunicación exclusivo.

Por último, la afirmación respecto que “la economía define las elecciones” es otro mito. En Brasil, la situación económica aceptable y el plan “platita” de Bolsonaro no logró revertir los resultados electorales de la primera vuelta.

En definitiva, las definiciones categóricas que se convierten en mitos no son más importantes que la actitud que se tenga ante ellas. Sobre todo, si no te dejás vencer por una batalla perdida; si no te asustas con lo nuevo; si no crees que finalmente todos terminarán dividiéndose; si no crees que los cisnes negros en tu espacio te afecten definitivamente; si no crees que los medios masivos y las redes definen todo y actúas con convicción y no sometiéndote a ellos, o si no crees que sólo lo económico importa.

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