Salarios, jubilaciones, elecciones: el Síndrome de Estocolmo

Por Eduardo Ingaramo

Salarios, jubilaciones, elecciones: el Síndrome de Estocolmo

Se denomina “Síndrome de Estocolmo” a un fenómeno paradójico, en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor, como respuesta al trauma del cautiverio. Cautivos del miedo, de la necesidad de pertenencia, y de las frustraciones económicas, muchos individuos y grupos terminan adhiriendo a propuestas que, inevitablemente, los convertirán en damnificados de ellas.

Jóvenes (y no tan jóvenes) desempleados, con trabajo en negro, o monotributistas que no logran pagar sus aportes previsionales, adhieren a propuestas de modificación del sistema jubilatorio, con reducción de aportes patronales que disminuirán la recaudación y los actuales haberes; o la postergación de la edad jubilatoria, que hará más difícil la incorporación de jóvenes al trabajo registrado.

La propuesta de eliminación del Banco Central (BCRA) y de la moneda nacional también logra adhesiones, aunque más difusas (medidas que, de concretarse, hubieran impedido la ayuda estatal durante la pandemia, entre otras necesidades de financiamiento desde el Estado en momentos críticos). En los países que han adoptado el dólar como moneda (Ecuador, Panamá) ya no pueden volver de esa decisión, ni responder, como se ha hecho donde existe una moneda nacional.

Propuestas de ajustes, o la eliminación de paritarias, generarán disconformidad; las protestas (lo que augura mayor represión de la protesta social) son apoyadas por comerciantes, quienes sufren las consecuencias directas de esas protestas, sin considerar además las consecuencias indirectas -en disminución de consumo- que ellas generan.

Es que en los pequeños comercios y PyMEs, que dependen del mercado interno, los requerimientos administrativos y tributarios los llevan a adherir a propuestas de simplificación y reducción de impuestos de grandes empresas –generalmente exportadoras- que tienen muchas más facilidades financieras, impositivas y posibilidades administrativas, por lo que terminan confluyendo con quienes defienden otros intereses y constituyen el verdadero problema a solucionar en el sistema tributario, si se requiere que sea eficaz y justo.

Las idas y vueltas entre propuestas industrialistas, generadoras de más trabajo, y propuestas conservadoras, que solo promueven desarrollo extractivo –agrario, minero, petrolero- han producido en las últimas décadas un estancamiento, con grandes subidas y bajadas de la actividad económica y procesos de endeudamiento que comprometen recursos financieros que debieran aplicarse al desarrollo.

Así, la situación personal crítica que se percibe, y un razonamiento de corto plazo (obvio, pero miope) lleva a optar por propuestas que empeorarán aún más su situación, llegando a elegir a sus victimarios siguiendo la máxima, “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, algo que puede ser una fatal conclusión, y en la que se basa el “Síndrome de Estocolmo” cuando no se observa a más largo plazo, o en un entorno mayor que el que permite ver sus captores.

De allí, los reclamos en el frente de gobierno para mejorar la capacidad adquisitiva de los salarios y jubilaciones, ya sea por el aumento de haberes o por disminución de la inflación, en la que están enfrascados, con pocos éxitos por ahora.

Excluidas las terapias aplicadas en el tratamiento de casos individuales, lo recomendado para tratar el problema en grupos sociales se reconocer los mecanismos por los que esas opciones autodestructivas son válidas, sin rechazarlos ni minimizarlos, a la vez que trabajar la autoestima y aumentar la confianza en sí mismos y en los demás.

El resultado mundialista de Qatar -y el mensaje de unidad y humildad de los campeones- parecieron dar un motivo de esperanza, pero no parece haber sobrevivido mucho tiempo, luego del nuevo aumento de la inflación desde diciembre, los continuos mensajes de desesperanza emitidos por los medios dominantes, las acciones de desestabilización del plan de gobierno, y las expresiones pesimistas respecto del futuro –tanto en el oficialismo como en la oposición- en sus grupos más militantes, no van en el sentido correcto.

A la vez, las internas en los tres grupos con mejores posibilidades electorales –FdT, Libertarios y JXC- no muestran una priorización de los temas más importantes para la población, que los observa impávidos a cuatro meses de la definición de los precandidatos para las Paso.

Llama la atención que ninguno de ellos haya aprendido de las últimas experiencias de elecciones presidenciales de 2015 y 2019, donde los que ganaron sumaron votos por fuera de sus más fieles votantes, y los que perdieron se habían encerrado en sí mismos.

Es que las elecciones a cargos ejecutivos –las legislativas intermedias dispersan el voto- se ganan o pierden por la voluntad de no más del 10% de votos independientes, que pendula entre ambos polos. Por lo que saldrá victorioso el que genere más esperanza, salvo que predomine el miedo a lo que ya se conoce –o sea los que ya han sido gobierno- y triunfe una nueva alternativa desconocida que podrá secuestrar a votantes que sufran el “Síndrome de Estocolmo”.

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