Fin de ciclo (un año que no termina más)

La escuela en cuarentena | Por David Voloj

Fin de ciclo (un año que no termina más)

La página del ministerio de Educación se clava otra vez. No hay forma de saber si los informes de los estudiantes han quedado registrados, ni cuándo vamos a poder reingresar para terminar la tarea administrativa que, de un día para el otro, se les ha pedido a los docentes.

Me fijo en el mail que mandaron de la dirección: aún debo corregir los Contenidos priorizados, los Aprendizajes trabajados.

Mientras espero a que se reactive el sistema, leo algo en internet. Un periodista de Canal 12 escribe, con la misma liviandad con la que aborda los temas más triviales en el noticiero, que este año no hubo actividad en las escuelas. También advierte que en las aulas se experimenta lo que llama el flagelo del adoctrinamiento”; que la política partidaria marca el rumbo de algunas facultades y colegios preuniversitarios; y un montón de falacias del mismo tenor.

El problema de la nota no es la falta de criterio ni la ausencia de pensamiento pedagógico: lo grave es que esta clase de comentarios se repiten en las charlas con amigos, con parientes, en la cola del banco, en la farmacia. Todos tienen algo que decir -pienso mientras intento acceder otra vez al CIDI- sobre el trabajo que hacemos en las escuelas.

Es curioso, pero no sucede lo mismo con otras profesiones. A menos que se trate de una persona formada en el mismo campo de estudios, nadie le dice a un médico cómo debe hacer una operación de riñón. Tampoco le explicamos a un ingeniero en Sistemas cómo codificar el programa de acceso a la base de datos de las páginas oficiales del Gobierno (aunque sabemos que deberían funcionar mejor). Es extraño que, en una charla circunstancial, alguien ponga en duda la moral de un diseñador de indumentaria por el corte de una camisa.

Entonces, ¿por qué cualquier persona se siente con el derecho y la autoridad para opinar sobre la docencia? La única profesión con la que sucede algo semejante -me digo, cuando por fin puedo entrar al CIDI- es la del futbolista.

Cargo la planilla de seis chicos. Después, la página vuelva a tildarse.

Un profe me manda por WhatsApp unas fotos. Me cuenta que, a principios de noviembre, sus estudiantes del último año organizaron una juntada, presencial. Invitaron a docentes y directivos, que no solo fueron, sino que aparecen en las imágenes con coronas de cartulina en la cabeza y carteles en los que ironizan sobre la pandemia.

Averiguo cuándo se juntaron y busco la portada del HOY DÍA CÓRDOBA de la fecha: el titular habla del aumento exponencial de casos de Covid-19 en Córdoba. De puro morboso, y porque algo tengo que hacer mientras espero, averiguo el nombre de la directora del colegio, la stalkeo. En las redes encuentro una imagen en la que se la ve, en el Patio Olmos, reclamando el regreso a las aulas.

No puedo evitar sonreír: eso sí que es bajar línea, señor periodista de Canal 12.

Desconectados

Acabo de terminar con la carga de datos de una escuela. Pero no celebremos antes de tiempo: aún falta otra.

El presente ciclo lectivo no ha terminado, como tampoco ha llegado el fin de la pandemia. En febrero se retomarán las clases para reforzar ciertos temas que quedaron pendientes, y que resultan significativos para proseguir con los estudios. Y aunque se dice que el 1º de marzo de 2021 regresaremos a las aulas, lo cierto es que no se sabe. Antes de la comunicación oficial, desde el ministerio expresaron (también de manera oficial) que se destinaría parte de febrero y marzo para atender la situación de los y las alumnas que no alcanzaron a aprobar los aprendizajes prioritarios.

Pero no se trata solo de los mensajes contradictorios y superpuestos que nos llegan. ¿Cómo volveremos si gran parte de las trabajadoras de limpieza de las escuelas públicas fueron despedidas (uso el femenino porque la mayoría del personal son mujeres)? Además, hasta hoy no hay ningún plan de acción para el mantenimiento de los edificios escolares, y basta pasar por el frente de algunas escuelas para notar el abandono.

Por eso, decir que se volverá en marzo resulta, por lo menos, irresponsable.

Ahora bien, quienes habitamos el sistema educativo somos conscientes de que los estudiantes de los sectores populares fueron los más perjudicados por las condiciones que impuso esta época. La escuela presencial debe volver de alguna manera, porque la carencia de recursos tecnológicos, la falta de conectividad y acceso a la comunicación digital se convirtió en un nuevo factor de exclusión.

Quienes estuvieron desconectados durante este año corren el riesgo de quedar afuera del sistema educativo. Y no estamos hablando de contenidos que no se vieron ni de la tristeza por la postergación de un acto de colación. Se trata de sujetos que, de no retornar a las aulas materiales, no volverán a conectarse con todo lo que representa la escuela a nivel social.

Lo que nos quedó

Me avisa un compañero que la mejor hora para completar las planillas en la página del ministerio es entre las 03:00 y las 06:00 de la mañana. Resulta que ese suele ser el momento del día que le destino al sueño, pero esta madrugada me voy a quedar despierto: necesito terminar.

Antes de ponerme de nuevo con la carga de datos, pienso en lo que aprendimos los docentes a lo largo del año. La resistencia al uso de la tecnología en materia educativa quedó vencida en estos tiempos de pandemia. Sobre la marcha y contra reloj, debimos construir contenidos digitales, manejar plataformas virtuales, programas de edición, y usar las redes sociales con fines educativos.

Ya no empleamos la computadora para pasar una película o un par de planillas de PowerPoint. Para sostener el vínculo pedagógico con los y las estudiantes, tuvimos que nadar en aguas cibernéticas: en ocasiones dimos manotazos de ahogado, por momentos naufragamos, pero el impulso de nuestra tarea nos mantuvo a flote. Y (siguiendo con esta limitada analogía acuática) poco a poco aprendimos un estilo, lo sostuvimos, lo mejoramos con ingenio, tiempo y ganas.

Eso nos queda de este año. Parece poco, pero no lo es. Por cómo pinta el panorama, en un par de meses tendremos que retomar la actividad con mayores desafíos y con menos margen de error si es que queremos, de verdad, habitar una escuela para todes.

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