Continúa el juicio contra Barreiro y otros dos represores por crímenes de lesa humanidad

Hoy se realizará la inspección judicial a la Quinta de Guiñazú, donde funcionó un centro de detención clandestino durante la última dictadura

Continúa el juicio contra Barreiro y otros dos represores por crímenes de lesa humanidad

Nueva audiencia en el juicio contra tres represores en Córdoba y hay fecha para los alegatos

El Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba continuó ayer juzgando a tres ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 141 del Ejército por crímenes de lesa humanidad cometidos en 1979 durante la última dictadura, entre ellos Ernesto «Nabo» Barreiro, y tomó declaración a tres testigos, mientras el jueves 30 se expondrán los alegatos previos al fallo.

Los represores, condenados por causas anteriores y en prisión domiciliaria, presenciaron la audiencia en la que los testigos dieron su testimonio a través de un sistema digital desde sus hogares.

Los acusados Barreiro, Carlos Villanueva y Carlos Díaz, afrontan cargos por «privación ilegítima de la libertad agravada», «imposición de tormentos agravados» e «imposición de tormentos agravados seguidos de muerte».

Las víctimas fueron José Jaime Blas García Vieyra, Nilveo Teobaldo Domingo Cavigliasso (fallecido) y Rubén Amadeo ‘Pocho’ Palazzesi, quien murió luego de sesiones de tortura y fue carbonizado dentro de un auto, simulando un falso intento de fuga.

Barreiro tiene condenas por crímenes de la dictadura y fue uno de los que desató el movimiento de militares rebeldes «carapintadas» en la Semana Santa de 1987, durante el Gobierno de Raúl Alfonsín, cuando se negó a declarar ante la Justicia de Córdoba por delitos de lesa humanidad.

En la audiencia de este martes todos los testigos eran conocidos de Palazzesi, y dieron detalles de sus últimos contactos con él. Su cuñado, George Saadé, de 84 años, contó que él junto al padre de la víctima fueron a buscar el cuerpo calcinado en 1979 a Campo de Mayo.

Saadé contó el momento en que el 29 de agosto de 1979 un hombre llamado Ramón Carrizo llegó hasta la casa de Palazzesi en Oliva, unos 90 kilómetros al este de la capital cordobesa, a dar la noticia de la muerte de su cuñado.

«Había un cuadro desolador, creo que era un subteniente que había llegado a casa y traía la noticia de la muerte de mi cuñado Rubén; había ese desastre, los lloros de mi suegra, de toda la familia, una situación tensa por todo lo que estaba ocurriendo», recordó.

Saadé contó que esa misma noche junto a su suegro viajó a Buenos Aires y le comentaron que tenían que retirar el cuerpo en Campo de Mayo. Al llegar al otro día los recibió un juez militar, de quien no recuerda el nombre, y les detalló que Palazzesi había muerto cuando «en el medio de un traslado los oficiales detuvieron el vehículo para bajarse a estirar las piernas, y Rubén habría querido fugarse manejando, pero al tener las manos esposadas chocó, volcó y se prendió fuego».

«Como que fue ese el final de Rubén», contó Saadé que le explicaron en Campo de Mayo, de donde pudieron recuperar el cuerpo. Detalló las características en las que se encontraba el cadáver, mutilado. «Yo no lo reconocí», admitió.

Añadió que hicieron el velatorio en Oliva: «Lo pudimos velar y para nosotros fue un alivio espiritual, de que toda esa situación que se vivió al fin y al cabo en las condiciones que estaba, al menos su familia le dio el último adiós».

Luego testificó Consuelo Orellano de Ardeti, esposa del desaparecido Enrique Ardeti, quien se identificó como compañera de militancia de Palazzesi, dando también testimonio sobre sus últimos contactos con él.

Detalló que se vieron en La Plata entre el 7 y 9 de agosto de 1979, un día después de que se llevaran detenido a su esposo, y que ante esta situación Palazzesi le ofreció que viajara a Córdoba con él. «Pocho (Palazzesi) había ido a charlar con los compañeros que habían estado en la dirección de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Raimundo Villaflor y Ardetti», contó Orellano.

Agregó que Palazzesi «toma una postura de tratar de protegernos a nosotros, que es la correcta. Charlamos y me dice que nos tenemos que mantener juntos que la mano ‘está pesada y estamos un poco regalados’, y me propone irme a Córdoba».

«Le dije que me quedaba en La Plata, porque tenía que presentar un hábeas corpus por mi marido, y ahí charlábamos, él insistiendo por temor a lo que nos pasara a nosotros, pero yo me quedé y él se vuelve», añadió, y lamentó luego enterarse de la muerte.

Declaró también Marcelo Ardeti, hijo de Enrique y de Consuelo Orellano, quien en ese momento tenía 13 años, y recuerda cuando militares irrumpieron en su casa y golpearon a su madre, en la época que murió Palazzesi, a quien también recordó que vio en esas jornadas de agosto de 1979 en La Plata.

El tribunal de enjuiciamiento que está integrado por los camaristas Julián Falcucci, María Noel Costa y José Fabián Asís, indicó que este miércoles se realizará la inspección judicial a la Quinta de Guiñazú, cerca de la ciudad de Córdoba, donde funcionó un centro de detención clandestino.

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