La maldita ansiedad

Se trata, como lo advierte el psicólogo Gustavo Marín, de una pandemia silenciosa, cada vez más presente en la vida de muchas personas

La maldita ansiedad

Por Jorge Vasalo (Especial para HDC)

Esta emoción se ha convertido en un tema cada vez más presente en la vida de muchas personas. Vivimos en una era marcada por la incertidumbre, los cambios constantes y la sobreexposición a información, lo cual crea un terreno fértil para que la ansiedad florezca. Se trata, como lo advierte el psicólogo Gustavo Marín, de una pandemia silenciosa ya que su prevalencia global ha aumentado de manera significativa, especialmente en las últimas décadas

“Odio sentir mi cuerpo tenso y rígido, estar acelerado sin conocer la razón, transpirar como si fuera una regadera y encima tener la boca seca, estar inquieto y escuchar los latidos de mi corazón como si estuviera por salirse, y además con problemas para concentrarme en lo que hago. Así me siento cuando estoy pasado de vueltas, o muy preocupado o asustado por algo, y con exceso de adrenalina”. Esta es la descripción casi textual de un paciente que sufre un trastorno de ansiedad, y que a veces puede ser un síntoma más de un problema orgánico, pero que en la mayoría de los casos tiene que ver con conductas aprendidas o adaptaciones deficientes a un entorno o contexto exigente, acelerado y complejo. A veces los hechos que nos atemorizan y estresan son reales, y entonces la ansiedad es lógica y entendible. Pero muchas otras veces, entramos en pánico por pensamientos o ideas catastróficas que sólo existen en nuestra imaginación y fantasía. Como solía decir un viejo psiquiatra: “A veces el león que nos amenaza es real y está ahí afuera, pero muchas otras es imaginario y sólo existe en nuestras cabezas”.

El psicólogo Gustavo Marín, egresado de la UNC, ex docente en la Universidad del Comahue y actualmente en el Instituto Universitario Patagónico de Arte, es autor del libro “Camino hacia el Sí Mismo” en el que aborda nuestra existencia con un enfoque holístico desde lo cognitivo, lo emocional, lo existencial y lo espiritual. A él recurrimos entonces para intentar comprender lo que nos pasa cuando nos sentimos nerviosos y “pasados de rosca” y nos cuesta mucho tranquilizarnos, incluso, cuando aparentemente todo está bien.

¿Qué es “el sí mismo” y cómo funciona o para qué nos sirve?

-El “Sí Mismo” proviene del psiquiatra suizo Carl Jung y significa el “centro supraordenado, interior, consciente e inconsciente, regulador y unificador de nuestra psique total y que debemos explorar toda la vida”. Pero si lo ponemos en términos más amplios podríamos asociar al Sí Mismo con el Ser, con nuestra Esencia, con nuestro verdadero Yo, con nuestra Alma y con el lugar donde reside nuestra Verdad. Claro que para llegar al Sí Mismo tenemos que recorrer un camino que implica la búsqueda de aquello que nos hace reales como personas, que nos permite existir con dignidad y que le da sentido verdadero a nuestra vida cotidiana. O sea, una búsqueda que nos lleve a nuestra autenticidad, y que no será lineal porque tendrá varios caminos, con un sinfín de entradas y salidas. Esto convierte a la vida en un laberinto de pasajes, en un juego (como diría Alan Watts), donde las reglas no están escritas ni las dicta la racionalidad, sino el camino y el contacto pleno con nuestra interioridad.

Atreverse a Ser es lanzarse a lo desconocido, romper amarras, amar, elegirse, gozar, transitar el dolor y la tristeza cuando nos visita, dudar de todo, sin dejar de confiar en que la vida no está en nuestra contra, sólo quiere que despertemos a una nueva conciencia y seamos plenos. Si vivimos en acuerdo con nuestro Sí Mismo, la vida se torna una aventura y con ganas de vivirla, y eso nos dará salud.

¿Qué es la ansiedad y por qué se dice que en estos tiempos hay más gente deprimida o ansiosa?

-Se dice que hay mucha más ansiedad porque las estadísticas mundiales así lo marcan, y que además la sufren más mujeres que hombres; pero también ha crecido mucho la ansiedad entre los niños y los jóvenes. La ansiedad ya es una pandemia, que se suele considerar como “normal” cuando en realidad es una enfermedad. También hay muchas personas que padecen depresión, el tema es que todo depresivo es ansioso pero no todos los ansiosos están depresivos, y por eso decimos que hay más ansiedad que depresión. Las raíces de la ansiedad no sólo se pueden entender a un nivel psicológico o intrapsíquico, y por eso debemos mirar las sociedades en las que convivimos, que son culturas que fomentan determinados valores que son los verdaderos causantes de la ansiedad y de que se sostenga en el tiempo.

En el libro “La Sociedad del Cansancio”, el filósofo coreano Byung- Chul Han nos cuenta que antes la sociedad tenía un paradigma disciplinario con un amo que vigilaba a un esclavo para que cumpliera con su deber y de lo contrario lo castigaba. Pero ahora vivimos con un paradigma neurológico en el que abundan enfermedades como la bipolaridad, los ataques de pánico, la depresión, el burnout, las autoinmunes, entre otras, y ya no hay un jefe que castigue. ¡Ahora el amo y el esclavo están adentro nuestro! Entonces, nos enfermamos de positividad, hay un exceso de motivación y creamos un Yo positivo que todo lo puede, todo lo abarca, y cuando no lo logra entonces aparece la culpa. Y este proceso ha traído la violencia contra uno mismo, el culto al hacer y hacer sin parar nunca. Ahora soy libre de auto explotarme, estamos en la sociedad del rendimiento y no hay límites: hiperactividad y luego hiperpasividad, como quien pasa de la omnipotencia a la impotencia salteándose la potencia. Por lo tanto, la vida se vuelve una lucha, donde nos prometen una felicidad que nunca llega. Así vivimos amenazados, y la respuesta es la ansiedad.

Usted dijo que estar ansiosos es estar más en el futuro que en el presente, ¿por qué?

-Justamente la ansiedad es esa sensación de incompletud, de que falta algo, de intranquilidad, de que ya va llegar, o que lo tengo que ir a buscar y que sólo falta voluntad, sacrificio y algo de suerte. La ansiedad se siente en el cuerpo, pero lo que más sobresale de ella es el continuo de pensamientos, uno atrás de otro, siempre dirigidos al futuro, y si son negativos, me quiero cortar la cabeza (viene el pánico). Pero como casi todo el mundo vive inquieto, o sea, sufrimos de ansiedad, nos vamos acostumbrando a ella, como nos acostumbramos a tomar ansiolíticos todos los días, o a no tener tiempo para las cosas que realmente nos importan. Es por eso que el ansioso tiene pensamientos mágicos: “ya se me va pasar, es cuestión de tiempo, hay que ponerle onda, hay que pensar en positivo, cuando consiga tal o tal cosa la ansiedad se irá y me tranquilizaré”. Generalmente, cuando una persona al fin decide consultar al médico o al psicólogo por su ansiedad, es porque la viene padeciendo hace bastante tiempo. Y muchos profesionales o amigos, le recomiendan al ansioso, tranquilizarse, que tome algún ansiolítico, hábitos saludables, hacer ejercicio físico, etc., pero la verdad es que muy pocos superan la ansiedad, porque el tema es mucho más profundo: no basta con consejos y pastillas: ¡Pasa que el ansioso no sabe lo que es el presente!

Entonces, cómo hacemos para “parar la cabeza” y tranquilizarnos…

-Muchos pacientes me dicen: “No puedo dejar de pensar, la cabeza no me para”. El tema es que la cabeza no se puede parar, es como querer parar el funcionamiento del hígado o del corazón para poder dormir o descansar; la cabeza es un órgano más. La cuestión es ¿dónde ponemos nuestra atención? La función de la mente es pensar y va a seguir pensando todo el tiempo; lo que sí podemos hacer es trabajar esos pensamientos para que no nos despierten tanta ansiedad, y por eso la clave está en bajar al cuerpo, conectar con nuestro sentir, dejar de escapar a esas sensaciones que me incomodan, no huir del miedo, tolerarlo, conectar con nuestra respiración, nuestro cuerpo es el presente, lo que estoy sintiendo es el presente, y allí puede haber angustia, miedo, frustración, pero cuando me conecto con el sentir no hay ansiedad, porque estoy anclado en mi Ser.

Si realmente queremos vivir más plenamente, debemos ir contra corriente, bajar de la cabeza al cuerpo, escucharlo, centrarnos en el aquí y ahora, estar en contacto más con lo presente que con lo ausente (lo ausente es lo que ya paso o todavía no vino). Podemos animarnos a cuestionar lo que es “normal” y lo que los demás esperan (o esperamos) de nosotros y arriesgarnos a una nueva vida, a transitar el dolor y la tristeza sin anestesia, a permitirnos la equivocación y el error, a dejar de dramatizar y de victimizarnos (culpando al resto o a nosotros). También podemos asumir que no tenemos el control ni la razón de todo, y atrevernos a reconocer los límites y, principalmente, darnos tiempo y permiso de jugar, de reír, de sentir, de encontrarnos.

Si estamos hartos de estar ansiosos, sepamos que el verdadero camino comienza con la humildad, el coraje y arriesgando por lo menos algo. Nuestro desafío es recuperar la sensibilidad, la emocionalidad y estar más en el presente, alejando la ansiedad, los miedos y la violencia reactiva, para así poder conectarnos con la confianza, el coraje, el amor y la esperanza activa. Mientras estemos vivos, tendremos nuestra emocionalidad y también la oportunidad de gozar de una vida plena.

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