Diseñar entornos eficientes basados no sólo en parámetros técnicos de normas de edificación, ergonomía y confort ambiental, sino también en índices subjetivos como la emoción, la felicidad y el bienestar es la dirección hacia donde se encamina la arquitectura.
Hoy, con los avances de la neurociencia es más frecuente comprender cómo las formas, los colores y las escalas pueden influir en las percepciones humanas. Amalgamadas así, estas dos disciplinas dan origen a lo que se denomina neuroarquitectura.
Con el tiempo y las demandas actuales, ya no se trata de que las formas sigan a la función. Es mucho más que eso.
“Cada vez son más las investigaciones científicas que interpretan el proceso de percepción y el comportamiento humano. Así, la calidad y elementos de los ambientes que frecuentamos y habitamos tienen el poder de activar diferentes áreas del cerebro afectando la percepción, emociones y nuestro comportamiento”, precisa Luciana Vega, arquitecta especialista en neuroarquitectura.
Cómo surge
En la antigüedad ya existían quienes estudiaron la relación que existe entre el ser humano, el ambiente y su comportamiento. En el período clásico, Marco Vitruvio sostenía que el arquitecto además de tener conocimientos de diseño, geometría, filosofía e historia, debía aprender sobre acústica, medicina y otras disciplinas de diferentes áreas.
Más acá en el tiempo, en 1963, el biólogo Jonas Salk, buscando erradicar la polio, entendió que los entornos neutrales donde trabajaba no ayudaban, y fue en la basílica de San Francisco, en Italia, donde obtuvo la inspiración que necesitaba. Tras desarrollar la vacuna declaró: “La espiritualidad de la arquitectura fue tan inspiradora que pude lograr un pensamiento intuitivo”.
En 2003, John Eberhard, fundó la Academia de Neurociencia para la Arquitectura (Anfa), institución que reúne arquitectos, neurocientíficos, psicólogos y distintos especialistas para estudiar el funcionamiento del cerebro humano y comprender cómo el individuo responde al mundo. De allí en más, el avance fue vertiginoso.
Ambientes con sentido
Habitualmente, cuando se habla de edificios de alta performance, se piensa en edificios con sistemas inteligentes y alta tecnología o edificios sustentables, pero rara vez se los asocia con el desempeño humano.
“Es ahí donde se puede agregar valor y preguntarnos: ¿puede la arquitectura causar salud y bienestar? La respuesta es sí. El entorno construido puede ayudarnos a generar salud, a expandir la creatividad, aumentar la productividad, favorecer el aprendizaje, promover los vínculos personales y ayudarnos a florecer. Como también puede ser una amenaza, enfermar, limitar, deprimir y aburrir”, afirma Vega.
Las nuevas metodologías de estudios y los análisis de campo arrojan resultados muy valiosos que sirven de referencias para sumar valor a los proyectos y enriquecer los espacios, a través del análisis de los estímulos sensoriales.
“Entonces, las formas, las proporciones, los colores, la materialidad, la calidad de la iluminación (sea natural o artificial), los aromas y la naturaleza son variables fundamentales para crear experiencias positivas. También lo son las cualidades estéticas, la acústica, la personalización, la accesibilidad y la inclusión. Más aún, hay que fomentar el sentido de apego y pertenencia para crear ambientes con sentido”, detalla la profesional.
Nuevos desafíos
Ante la permanente búsqueda de bienestar y estilos de vida más saludables, donde cada vez son más las personas que ya entienden que la salud física y emocional también está relacionada con la calidad del entorno construido ¿cuál es el desafío que tienen hoy los profesionales?
La especialista indica que, en primer lugar, hay que tomar conciencia del rol que debe asumir el arquitecto. Entender que la arquitectura del futuro es por y para las personas, la comunidad y el lugar. Entender que un buen diseño debe procurar el bienestar físico, mental y espiritual, apoyar el desarrollo y el crecimiento de las personas.
“Lo que se trata, es crear una arquitectura alineada con la vida, que empatice con las personas, escucharlas, entender su realidad y necesidades emocionales. Trabajar de manera colaborativa con otras profesiones e innovar en el diseño de los espacios para enriquecer los proyectos y no caer en la belleza aparente”, asegura Luciana Vega.
La neuroestética
La neuroestética explora cómo el cerebro humano percibe, interpreta y cómo responde el organismo ante la experiencia estética que genera placer y felicidad. Es una oportunidad que tienen los profesionales para enriquecer los diseños y transformar la vida de las personas.
La calidad y elementos estéticos de los lugares habitados y de aquellos que se frecuentan, activan las diferentes áreas del cerebro incidiendo en la percepción, las emociones y el comportamiento.
En ese sentido pueden describirse:
- Un sistema de recompensa: cuando se experimenta algo estéticamente placentero se activan las áreas de la recompensa, estimulando la liberación de dopamina, un neurotransmisor que genera sensaciones de placer y satisfacción
- Emociones: el sistema límbico y la amígdala, regulan las emociones cuando se valora la experiencia como placentera, sentimos alegría, gozo, gratitud
- Percepción y cognición: se procesa la información que se percibe, se reflexiona y se le da un significado, integrando esa experiencia sensorial con el razonamiento
- Sentidos: las áreas sensoriales del cerebro, captan los estímulos de la experiencia sensorial (visual, auditivo, táctil, olfativas)
- Empatía y conexión social: la experiencia estética activa las áreas relacionadas con la empatía, siendo una herramienta para estimular la conexión con los demás
- Recuerdos memorables: la esencia emocional de la estética, al interactuar con nuestro sistema sensorial y de recompensa, hace que los recuerdos sean más profundos y almacenas sensaciones somáticas en nuestro cuerpo posibles de revivir
- Neuroplasticidad: la experiencia estética puede promover la formación de nuevas conexiones neuronales.
¿Cómo diseñar para la mente y las emociones?
Con este nuevo paradigma del diseño, es necesario conocer cuáles son los pasos claves a la hora de abordar un diseño con principios de neuroestética. Entre los diferentes pasos y procesos, la arquitecta Vega enumera:
- La esencia de la persona: descubrir quién es, cuáles son sus intereses y sus pasiones, su historia de vida
- La transformación: los cambios que se buscan, qué más se desea en la vida y qué menos, y así proyectar un futuro próspero
- Dar sentido: vincular las estéticas con las emociones para dar sentido al entorno. Qué desea sentir cuando habite ese lugar, su refugio
- La relación con el entorno: cómo percibe el ambiente, a qué elementos, colores formas, se gravita en forma natural, cuáles son las que representan a la persona y cuáles pueden mejorar su calidad de vida
- Mapa ambiental: integrar todos los datos en capas, crear un mapa ambiental personalizado y así generar un lugar de pertenencia para disfrutar y vivir en sintonía con la esencia propia