Muy “heavies”
El crimen de Gisel Carrizo en Villa Boedo explotó como un volcán y dejó al desnudo la cruz que cargan los vecinos de ese sector del sudeste de la ciudad, castigados y amenazados por una pandilla integrada por los hermanos Olmedo. Son muchos, hombres y mujeres, hermanos de la misma madre y diferentes padres. Desde hace años «mandan» en el barrio y todos le tienen miedo.
En la Cámara Primera del Crimen, están juzgando a cinco de estos hermanos. Brenda y Deborah Olmedo, Walter Ortíz, Alan Oliva y L.O, la menor que mató a Gisel con una puñalada en el pecho. El asesinato sucedió el 30 de agosto de 2020, en una plaza del barrio, cuando algunos niños se pelearon tras un picadito de fútbol. En ese contexto, la víctima concurrió para ver qué sucedía, cuando fue atacada salvajemente por los imputados y otros acusados prófugos.
En los alegatos, la fiscal Milagros Gorgas pidió condenas de entre 14 y 15 años y medio de prisión para los mayores, y que la autora del hecho sea declarada penalmente responsable. Pero más allá de lo que suceda con el veredicto, lo que quedó en evidencia es que estos hermanos hacen y deshacen a su antojo en el barrio y que quienes residen en Villa Boedo viven aterrorizados por estos violentos. Además, son numerosos, por lo tanto casi nada ha cambiado con el encarcelamiento de los cinco involucrados. Como bien lo describió una investigadora de esta causa judicial, «los Olmedo son muy,… pero muy heavies».
Los ordeñadores
La plata dulce suele brotar de manantiales insospechados, y muchas veces también con métodos aggiornados para burlar medidas de seguridad modernas y casi invulnerables. La Cámara Tercera del Crimen juzgará a catorce integrantes de una banda que robaba combustible de camiones cisternas para luego venderlo en bidones en un negocio redondo y muy redituable.
Entre los imputados figuran nueve camioneros de MAB S.A, la empresa que transportaba la nafta desde la Planta de YPF de Montecristo a diferentes estaciones de servicio del interior provincial.
Los acusados son Sergio, Juan Carlos y Willians Aguilera, Ángel Agüero, Alexandros Bonansea, Guillermo Díaz, Jesús González, Luis y Mauricio Novara, Jorge Martinelli y Fernando Vera.
El modus operandi era fundamentalmente práctico y sencillo. Cargados los camiones con nafta super y premium y gas oil, seguían el trayecto de las rutas previstas para no ser «alcahueteados» por el radar. Las paradas para comer o por otras excusas permitían aflojar los precintos de seguridad y mediante un dispositivo llamado «chupete» se extraían entre 300 y 400 litros por carga. Los camiones, luego, viajaban hasta sus destinos sin despertar mayores sospechas. Lo robado se guardaba en bidones y era vendido a un precio más ventajoso que en el mercado. Por ejemplo, cuando el litro de nafta costaba 60 pesos, lo pirateado era vendido a 46 pesos. Pero como no hay mal que dure cien años, las pesquisas y los teléfonos pinchados los pusieron al descubierto para llevarlos tras las rejas, acusados por asociación ilícita.
Un memorioso adicto a una serie televisiva de culto, Los Simuladores, recordaba el ingenio de aquellos cuatro jóvenes que se las arreglaban para solucionar los problemas más increíbles. Y con sorna dijo: «Estos atorrantes chupa-nafta también eran ocurrentes, pero para llenarse los bolsillos. Estos eran Los Ordeñadores».