DUBÁI.- El gobierno saudita aumentó ayer la incertidumbre que reina en el Golfo Pérsico al asegurar que los recientes ataques contra navíos e instalaciones petroleras amenazan “la seguridad del abastecimiento” de petróleo y a la “economía mundial”.
Es importante “enfrentar a las entidades terroristas que cometen estos actos de sabotaje, en particular las milicias hutíes apoyadas por Irán en Yemen”, afirmó el ministro saudita de Comunicación, Turki Al Shabanah, después de una reunión del gobierno presidida por el rey Salmán. El ministro reiteró la denuncia sobre “actos subversivos” contra cuatro navíos civiles (dos petroleros sauditas, uno noruego y un buque emiratí) ocurridos el domingo en el Golfo, y los calificó como “una amenaza flagrante para la seguridad del tráfico marítimo”, que tiene “consecuencias negativas para la paz y la seguridad regional e internacional”, agregó. La coalición responderá “con dureza”, advirtió al fin.
Principal rival de Irán en Oriente Medio, Arabia Saudita interviene militarmente en Yemen desde 2015 junto a los Emiratos Árabes Unidos en apoyo de las fuerzas gubernamentales en guerra con los rebeldes hutíes, que son respaldados por Irán.
Por eso, en un gesto que sum leña al fuego, Irán suspendió oficialmente ayer el cumplimiento de parte de los compromisos adquiridos en el acuerdo nuclear de 2015, entre ellos “los planes para cumplir con el límite de producción de uranio enriquecido y de agua pesada en las instalaciones de Arak”, según informó su Gobierno.
Se trata de una respuesta desafiante a Estados Unidos, que desplegó un portaaviones y varios bombarderos B-52 (foto) en la región ante amenazas iraníes que nunca identificó. El gobierno de Donald Trump fue ayer un paso más, pues ordenó a todo el personal no imprescindible de su diplomacia que abandonen la embajada en Bagdad y el consulado en Erbil, del vecino Irak. A su vez, ante el aumento de la tensión, los ejércitos de Alemania y Holanda anunciaron la suspensión de sus operaciones en Irak hasta nueva orden.