En el medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, que, por supuesto, continúa llevándose todos los focos de la comunidad internacional, como si fueran fantasmas de un tiempo no tan lejano, volvieron a filtrarse nuevamente noticias que tienen que ver con la pandemia del covid-19 y palabras ya olvidadas como “cuarentena” o “lockdown”. Europa se encuentra experimentando una situación de aumento de casos debido a la variante de ómicron denominada XE, especialmente en países como Francia e Italia. Sin embargo, ese incremento de casos no se condice con los aumentos de internaciones o muertes. Por ello, en los países de la UE, al igual que en gran parte del mundo, hace tiempo que las medidas para contener el avance de los contagios se encuentran en un mínimo en la mayoría de los casos.
No obstante, esto no sucede en donde comenzó todo, la República Popular China. El gigante asiático sostiene una política de casos cero y contención extrema, lo que ha llevado, en los últimos días, a un cierre total de la ciudad de Shanghái.
Ya son 29 las regiones chinas, incluyendo provincias y municipios, que mostraron casos de la variante BA.2 de ómicron, extremadamente contagiosa. El nivel de contagios es el mayor que ha visto el país desde el comienzo de la pandemia, a finales de 2019. Aunque la mayoría de los brotes se han producido en ciudades como Jilin o Shanghái, otras regiones prevén que es sólo cuestión de tiempo que las medidas restrictivas también lleguen allí. En China no hay un final a la vista para los confinamientos en el mediano plazo. De hecho, hace apenas una semana, en la ciudad portuaria de Guangzhou, de 18 millones de habitantes, se llevaron adelante test masivos que involucró a la totalidad de la población tras la detección de unos pocos casos de coronavirus. Al igual que en otras ciudades del país, los ciudadanos allí temen que los alimentos y las provisiones se acaben. De hecho, distintos medios públicos chinos lanzaron una campaña de información, aconsejando sobre cómo hacer que las verduras duren más o de almacenar comida para atravesar los períodos de cuarentena.
El Partido Comunista de China cuenta con una política de cero casos, lo que justifica que las ciudades entren en cierre total al mismo momento de descubrirse un puñado de infectados. En el caso particular de Shanghái, la situación social comenzó a desbordarse cuando se advirtieron faltantes de alimentos y provisiones, sumado al hartazgo generalizado de los residentes, además, a pesar de los confinamientos, el aumento de casos no ha hecho más que acelerarse. Desde que comenzó esta ola, los contagios en la ciudad se encuentran por encima de los 200.000, aunque no se ha registrado ni una sola muerte. Por ejemplo, de los 24.659 infectados reportados el lunes, 23.387 eran asintomáticos o casos extremadamente leves. A comienzos de esta semana, incluso, se produjeron protestas y revueltas incipientes, debido no solo a la falta de comida sino también de medicamentos, o a la imposibilidad de movilizarse para asistir a parientes ancianos o que viven solos.
Por ello, el gobierno se vio obligado a tener que “flexibilizar” las restricciones, otorgando algunos permisos excepcionales y habilitando la apertura de supermercados o farmacias. Además, anunció que quienes se encuentren en zonas que no reportan casos desde hace por lo menos dos semanas, pueden salir de sus casas, o ir a zonas donde tampoco se reportan casos. Las medidas también han llegado a algunos barrios de Beijing, donde, si bien, aún no se han producido cierres totales, sí se han comenzado a restringir los movimientos de algunos sectores. China tuvo un gran éxito hasta ahora con su firmeza a la hora de mantener el nivel de casos de covid-19 en cero. El gran problema de esta política, desde el punto de vista sanitario, de acuerdo con los expertos es que buscar un nivel nulo de casos, en la era de ómicron, es prácticamente imposible.
Por otro lado, desde el punto de vista político, social, y económico, ya es absolutamente inviable. El descontento de los chinos no hace más que crecer en un contexto de desaceleración económica mundial que también afecta al gigante asiático, ya que se suma a la crisis provocada en un inicio por la pandemia. Xi Jinping esperaba tener, finalmente, un año estable, no obstante, no está siendo el caso. En medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, la posición de China no deja de ser incomoda. No puede apoyar abiertamente la independencia de territorios, ya que tiene, hacia adentro del país, problemáticas similares. Por supuesto, tampoco puede apoyar a Ucrania y a la OTAN, yendo en contra de Rusia, con quienes en los últimos años está consolidando una alianza cada vez mayor. La sintonía que hay desde hace tiempo entre Xi y Putin hoy es problemática para el líder chino.
Durante el próximo otoño se celebrará el congreso número XX del Partido Comunista Chino, lo más cercano que existe en el país a una “campaña electoral”. En ese contexto, Xi debe resolver los problemas internos y externos. El principal objetivo de Xi es el de asegurar la estabilidad social y política en el marco del Congreso del Partido. Hoy, lo que está pasando en Ucrania, pero, también lo que vuelve a suceder con el covid, inesperadamente complica aún más este desafío.