(Dany Laferrière, “Mitologías americanas”, Editorial El cuenco de plata, 2021).
Si hay algo realmente luminoso en este escritor haitiano, es cómo salta con ironía e inteligencia por los corrales de la corrección política literaria sin ensuciarse. En su carrera va dejando detrás una estela brillante en medio de los escombros. Derrumbes mentales provocados por su propio decir. Originalidad plena en un mundo literario bastante lavado y previsible.
Laferrière nació en Haití, en 1953 y al igual que su padre, sufrió la persecución de la dictadura de los Duvalier. Finalmente, tuvo que exilarse y al igual que muchos escritores, aterrizó en Canadá donde tuvo que hacerse desde abajo y en donde encontró su destino de escritor. De alguna manera, las dos novelas más largas de este libro “Cómo hacer el amor con un negro sin cansarse” y “Esa granada en manos del joven negro ¿es un arma o una fruta?”, dan muy buena cuenta de su estadía por América del Norte.
Poco o casi nada conocemos de la literatura haitiana en nuestro país. Por eso, la apuesta de “Cuenco de plata” es un verdadero aporte. De todos modos el nombre de Dany Laferrière se volvió más conocido cuando, en 2015, fue elegido para ocupar el sillón número 2 de la Academia de Letras de Francia, sillón que ocupó anteriormente Héctor Bianciotti, cordobés que terminó escribiendo en francés y es casi un desconocido en Argentina.
Al parecer, los discursos de recepción en la Academia Francesa, versan generalmente sobre el anterior ocupante del sillón. Así las cosas, Laferrière da un discurso impecable sobre cómo conoció a Héctor Bianciotti. Al principio, unas acostumbradas palabras de cortesía: “Aquí, recordamos a Héctor Bianciotti como un hombre generoso, elegante y cultivado”. Pero conforme avanza el discurso, Dany Laferrière desarrolla con destreza, un andar meticuloso y al mismo tiempo errante por la literatura latinoamericana, y particularmente por la argentina. Entonces aparecen los nombres de Borges, Cortázar, Bioy, Victoria Ocampo. Los grandes nombres de una época. Una referencia central a “Funes el memorioso”, del universo borgiano.
Claro, uno podría objetar que son los nombres clásicos. Imagino ya al acostumbrado argentinito de dedo alzado diciendo: ¿Y Saer? ¿Por qué no lo nombra a Saer? ¿Y Sarlo? ¿Y Piglia? Me gustaría saber cuántos escritores y escritoras haitianas podríamos nombrar nosotros, con nuestra tradición literaria tan eurocéntrica y burguesa. Porque detrás de Dany Laferrière existe un país con una riqueza cultural muy interesante y evidentemente invisibilizada por diversos factores. Continuando con el discurso del haitiano, que ahonda poco a poco en las raíces americanas, retoma la cuestión del sillón para decir: “Parece innegable que este sillón Nº 2 que compartimos tiene un destino americano”. No se equivoca Laferrière en decir “americano”. Estamos acostumbrados a vincular ese término con Estados Unidos, y a América Latina con lo español (lengua y religión). Pero América es una complejidad muy rica de lenguas, razas, colores, sabores y creencias.
No hay “una” literatura latinoamericana o americana, en realidad hay “literaturas latinoamericanas” o “literaturas americanas” que tienen diversas maneras de expresión. Haití (La Española) está ahí, pegada a Dominicana. La misma isla con diversas lenguas. En Estados Unidos hay millones de hispanohablantes; las islas del Caribe tienen diferentes orígenes coloniales, pero están atravesadas por su paisaje, su ser “archipielar” y su potencia rizomática, para decirlo con palabras de Édouard Glissant (Martinica), contrapuestas a la noción de hegemonía cultural. Hay miles de ejemplos que podríamos enumerar.
En la novela “Esa granada en manos del joven negro ¿es un arma o una fruta?”, Laferrière recorre Estados Unidos y toma notas. “Una especie de retrato” dice el autor, que, a su vez, es protagonista de su propia novela. O como bien lo señala la poeta haitiana residente en Córdoba, Marline Gousse: “un informe ficticio de la sociedad estadounidense”. Al parecer, el espíritu de Kerouac sobrevuela. ¿Qué agrega? ¿Qué suma Laferrière? Es la mirada de un negro. Sí, leyó bien. La mirada de un negro. Con ironía, sarcasmo, humor y agudeza, Dany Laferrière, desanda los caminos del actual y viejo racismo. Pero no lo hace ni desde un costado exótico (remilgues de un romanticismo tardío) ni desde la victimización, o lo que llamaría el escritor congoleño Alain Mabanckou “el llanto del hombre negro”, esa tendencia a explicar las desgracias de los africanos. Por el contrario, su mirada es incisiva, repleta de humor y hasta de cierto rasgo de superioridad.
A lo largo de esa “Road Movie” literaria, Laferrière desnuda lo peor de una sociedad racista y discriminadora. Incluso para la literatura, rescata esos olvidados y exitosos autores negros que en los 50 elegían a Francia para poder vivir. Me refiero a James Baldwin, Richard Wright y Chester Himes. Hoy casi inconseguibles en el Mercado literario. Cosa que no sucede ni con Capote, Carver o Hemingway. ¿Será porque son blancos?
De una elegante irreverencia, la narrativa de Dany Laferrière es un poco de viento fresco en la cara. Investida de madurez, aunque parezca utópica, la voz haitiano-diaspórica se levanta e inquieta tanto como su título: “Cómo hacer el amor con un negro sin cansarse”. Según lo expresa en “Esa granada…”, en los Estados Unidosle censuraron el título la mayoría de los grandes matutinos. “Me pidieron cambiar el título. Les respondí que la que debe cambiar es América”.