Con la proyección en fílmico del clásico de la cinematografía soviética “Dzhamilya” (Unión Soviética, 1969), de Irina Poplavskaya y Sergei Yutkevich, anoche cerró la 11va edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín (FICIC), que en su regreso a la presencialidad plena ratificó las características que lo supieron distinguir: la lucidez de su programación –que siempre busca sintonizar con el estado presente del mundo- y la amabilidad del encuentro, capaz de ofrecer experiencias únicas a sus visitantes.
La propia proyección en 35 milímetros del filme soviético dentro del ciclo de “Filmoteca en vivo”, presentado por el crítico Fernando Martín Peña, es un ejemplo de lo que puede ofrecer FICIC, pues el lector no podrá encontrar algo similar en ningún otro festival argentino, sin importar su importancia o dimensión. En FICIC, en efecto, los amantes de este arte se pudieron reunir en una sala oscura a revivir la experiencia del cine como era hace más de 50 años, cuando la idea de un mundo digital pertenecía a la ciencia ficción. Ese espíritu de respeto hacia las formas del séptimo arte latió en todo el encuentro, donde la curaduría de sus programadores supo detectar también signos de nuestra época, como la preeminencia de directoras mujeres entre las películas seleccionadas.
En efecto, de las siete películas programadas en la Competencia Internacional de Largometrajes, cuatro fueron firmadas por mujeres en soledad, mientras que otras dos incluían al menos a una de ellas entre sus responsables. Algo similar ocurrió en otras secciones: por ejemplo, en la Competencia Cortos de Escuela no sólo dominaron las mujeres tras las cámaras, sino también lo hicieron las temáticas relacionadas con sus reivindicaciones de género en las películas. El propio ciclo de proyecciones en 35 milímetros curado por Peña ofreció tres filmes memorables dirigidos por directoras de la era soviética, todo un hallazgo para quienes pudieron ver las películas en vivo. El buen nivel de la programación confirma además que la selección no obedece a una suerte de concesión por parte del festival a las luchas feministas, sino a su capacidad de captar los cambios del presente, donde las mujeres parecen comenzar finalmente a tener voz en un estado de mayor igualdad frente al género masculino en la producción cinematográfica. La alta afluencia de público pese a las bajas temperaturas –y la pobre infraestructura de la ciudad– ratificó además la relevancia que sigue teniendo el encuentro en la agenda cultural de Córdoba, ya que decenas de jóvenes y adultos mayores se movilizaron hasta la ciudad serrana el fin de semana para poder asistir presencialmente al FICIC, que también ofreció una versión online –algo que no hizo mella en las salas-. Sólo las retrospectivas de los directores Kiro Ruso (Bolivia) y el argentino Pablo Mazzolo –que también ofreció la proyección de obras en 35 y 16 milímetros y súper 8- o el mencionado ciclo de cine soviético justificó la existencia de la onceava edición del FICIC, donde además se pudieron ver grandes filmes de todo el mundo.
Porque hubo mucho más en el encuentro gracias a la variedad y calidad de propuestas ofrecida por las secciones competitivas; donde la máxima ganadora resultó “No hay regreso a casa” (Argentina/Perú), de Yaela Gottlieb, que quedó como Mejor Película de la terna internacional, sobreponiéndose a películas notables como la alemana “Bloodsuckers, a Marxist Vampire Comedy”, de Julian Radlmaier, o “Estrella Roja”, de la cordobesa Sofía Bordenave. Filme en clave de ensayo personal, Gottlieb trabaja aquí la relación por momentos conflictiva con su padre, un hombre marcado por la historia del judaísmo en el siglo XX. El jurado integrado por Jara Yañez (España), Tatiana Mazú (Argentina) y Tomás Guarnaccia (Argentina) le otorgó además una mención especial a “Una película sobre parejas” (República Dominicana), de Natalia Cabral y Oriol Estrada; a la vez que reconoció “la variada y comprometida programación, cuya coherencia transversal invita a una revisión política e histórica del pasado para interrogar un presente y hasta prefigurar el futuro, a través de un cuestionamiento del propio lenguaje y el oficio cinematográfico”, según sostiene el fallo.
A la vez, en la Competencia Internacional de Cortometrajes, resultó ganadora como Mejor Película “Fuego en el mar” (Argentina), del cordobés Sebastían Zanzottera –que se llevó también el premio Cine.ar/Incaa a Mejor Película de la sección-; mientras que “Luto” (Argentina), del también cordobés Pablo Martin Weber (UNC), recibió una mención especial del jurado. Por último, en la Competencia Nacional de Cortos de Escuela, la ganadora fue “Puede una montaña recordar” (UNA), de Delfina Carlota Vázquez, mientras “Fuera de campo” (Universidad de Buenos Aires), de Wanda Davenport, recibió una mención especial. Por último, el corto “Solsticio de verano” (UNC), del cordobés Pablo Moschner, se llevó también el premio Paola Suárez de APAC (Asociación de Productores Audiovisuales de Córdoba).
La amenaza de la extinción de los fondos de fomento a la producción cinematográfica argentina a causa de la caducidad de la Ley de Cine –dispuesta por el gobierno de Mauricio Macri mediante un DNU con la Ley 27.432, aún no modificada por el actual, que le pone fecha tope a esos y otros fondos para fin de año- fue abordada también en la ceremonia de cierre del FICIC, donde varios protagonistas abogaron por la sanción de una nueva ley que extienda la vigencia de estos mecanismos de sustento a la cultura. El cine está en riesgo en Argentina y, como afirmó el propio Peña, hay pocos espacios que se hacen eco de esta situación. FICIC es uno de ellos, pues durante cuatro días convirtió a Cosquín en el refugio para la cinefilia y la producción cinematográfica nacional, un regreso que vale la pena celebrar con alegría.