Si Vladimir Putin lo que de verdad quería conseguir con esta guerra era frenar la ampliación de la OTAN, va a lograr todo lo contrario. Todo apunta a que Suecia y Finlandia solicitarán la adhesión a la organización atlántica, justo a tiempo para la histórica cumbre de la OTAN que se celebrará en junio en Madrid, donde también se acordará un nuevo Concepto Estratégico que guiará a la organización en la próxima década.
Ambos países serían sin duda “contribuyentes netos” de la Alianza. Tienen mucho que ofrecer como socios estratégicos y aliados militares. Tienen ejércitos de alta calidad y es especialmente cierto en el caso de los finlandeses, cuya fuerza aérea vuela los F-18 más avanzados y ya han encargado los F-35. Cuentan con un gran ejército de tierra de 250.000 efectivos, que muy rápidamente puede ser movilizado a cerca de 900.000 tropas. Los suecos también tienen una fuerza aérea importante y una muy buena marina, incluyendo submarinos. Son economías avanzadas, con conocimientos y capacidades de alta tecnología que tienen importancia militar en áreas como el poder aéreo, el ciberespacio y el espacio civil. Son miembros de la Unión Europea (UE), un hecho cada vez más relevante en una época en la que la UE y la OTAN se están acercando para reforzar la cooperación contra amenazas (Ucrania ha sido un claro ejemplo). Además, otros países nórdicos –Noruega, Dinamarca e Islandia– ya son miembros de la OTAN, por lo que su incorporación cerraría una importante brecha geográfica, clave para el espacio aéreo, terrestre y las zonas marítimas, y para facilitar la defensa común.
Tanto Finlandia como Suecia tienen una larga historia de no alineación y neutralidad en materia de seguridad y defensa –en el caso de Suecia hay que remontarse a hace más de dos siglos y en el caso de Finlandia a 1944. Por razones históricas, decidieron que su seguridad y su independencia serían mejor preservadas sin formar parte de una alianza. Incluso tras la agresión inicial de Rusia en Ucrania en 2014, ambos trataron de mantener un diálogo con Moscú y evitar provocar a su poderoso vecino del este, una preocupación más acuciante para Finlandia, que comparte una frontera terrestre de 1.300 kilómetros con Rusia (Suecia no comparte frontera con Rusia, aunque posee la isla de Gotland, de importancia estratégica). Pero tras la invasión de Ucrania el 24 de febrero, las encuestas en ambos países mostraron un claro giro a favor de la adhesión. Ambos gobiernos comenzaron a revisar sus políticas de seguridad y, conjuntamente, a estudiar y analizar cómo reforzar la seguridad ante un entorno de seguridad cambiante, contando con la posibilidad de estar más seguros bajo el paraguas de la defensa colectiva de la OTAN.
Ambos, además, han hablado de aumentar su presupuesto de defensa en los próximos años, incluso para alcanzar el objetivo de la OTAN de gastar al menos el 2% del PBI en defensa. Su incorporación sería una cuestión geográfica: desde hace años, sobre todo desde 2014, la región del mar Báltico ha recibido una renovada atención por parte aliada debido al deterioro de las relaciones con Rusia y a una mayor preocupación por la vulnerabilidad de Estonia, Letonia y Lituania. La presencia sueca y finlandesa en la alianza significaría más tropas en el vecindario para proteger a los países bálticos. Además, aunque la OTAN es una alianza defensiva, Rusia se vería inevitablemente arrastrada a dedicar mayores recursos a su frontera con Finlandia y el mar Báltico.
Del mismo modo, a medida que la OTAN vaya tomando conciencia de un papel para sí misma en el “Alto Norte”, las capacidades, experiencia y conocimientos específicos del Ártico de ambos países también supondrían un valor añadido. Hay que tener en cuenta que el norte de Europa se encuentra por primera vez en la primera línea de la competencia sistémica, tanto económica como estratégica, ya sea por los recursos del Ártico; por el Paso del Noroeste; por el interés de China en la región con la Iniciativa de la Ruta del Ártico; y por la determinación de Rusia de defender sus bastiones nucleares y ampliar su acceso al Atlántico Norte. Las lealtades de las democracias de la región son cada vez más importantes.
La mayor preocupación no es si la OTAN los aceptará; es lo que Rusia podría hacer en el periodo posterior a la solicitud, pero antes de que se incorporen y estén formalmente protegidos por la garantía de defensa colectiva de la OTAN. Rusia ya ha comenzado a amenazar retóricamente a Finlandia, a violar el espacio aéreo finlandés y a realizar ciberataques. La cuestión es si estos intentos de medidas de “influencia híbrida” pueden presagiar una agresión convencional.
Una rápida adhesión a la OTAN daría menos ventaja a Rusia. Y no existe un calendario establecido para este proceso. Como ha dicho el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, “sabemos que pueden entrar fácilmente en esta alianza si deciden solicitarlo”. Por tanto, el proceso dentro de la OTAN podría producirse rápidamente e incluso acelerarse. La forma en que se ha hecho la ampliación de la OTAN durante los últimos 25 años no tiene por qué aplicarse de la misma manera a estos países escandinavos.
La OTAN ya ha indicado, además, que proporcionaría garantías de seguridad durante el periodo provisional, y se están manteniendo conversaciones para determinar la forma que éstas adoptarían. Otras formaciones militares centradas en el norte de Europa también pueden tener un papel que desempeñar aquí, como la Fuerza Expedicionaria Conjunta. Además, como miembros de la UE, Finlandia y Suecia también están cubiertos por la cláusula de asistencia mutua consagrada en el artículo 42(7) del Tratado de la Unión Europea.