El pasado 13 de abril el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) dio a conocer el índice de precios al consumidor del mes de marzo, y el 6,7% anunciado ese día se convirtió en la inflación más alta de los últimos 20 años, generándose una profunda preocupación en la población ante la posible espiralización del presente proceso inflacionario. Esta problemática no es nueva en Argentina. Hace varias décadas que nuestro país convive con este grave problema estructural de la economía, sin que hasta el momento se hayan encontrado soluciones de largo plazo. Es más, en el presente la dirigencia política ni siquiera parece coincidir en el diagnóstico de la situación.
Con el correr de los años la sociedad argentina se acostumbró lamentablemente a tener niveles de inflación que no se registran usualmente en otros países, lo que obstaculiza el crecimiento económico impactando en forma directa en los índices de pobreza e indigencia. De hecho, desde 1944 hasta hoy, de 27 presidencias analizadas, solamente en cinco se registraron variaciones de precios menores a dos dígitos, mientras que en el extremo opuesto se encuentran seis presidentes, que gobernaron con una inflación anual de tres dígitos.
Las tasas anualizadas más elevadas se registraron en los gobiernos de Reinaldo Bignone (401%) y Raúl Alfonsín (398%), con un pico de hiperinflación alcanzado en 1989, cuando se superó el 3.000% anual, según se desprende de un informe elaborado por la Unidad de Estudios y Proyectos especiales de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), lo que a la postre provocó la salida anticipada del gobierno del que fuera el principal artífice de la recuperación democrática en el país.
Desde que se publicó el primer dato oficial de inflación (enero de 1943) hasta la muerte de Juan Domingo Perón (julio de 1974), se sucedieron 14 presidentes (entre los de iure y los de facto). En aquel lapso la mayor variación interanual de precios se dio en 1959, cuando Arturo Frondizi ocupaba el sillón de Rivadavia, con una tasa que superó el 120%, y que en los años siguientes cayó drásticamente gracias a una batería eficaz de medidas implementadas por el gobierno nacional. Sin embargo, la mayor tasa de inflación promedio se experimentó durante el gobierno de facto encabezado por el general Alejandro Lanusse, con un 63,4% de inflación anualizada en el bienio en el que aquel militar se mantuvo en el poder.
Promediando la década del setenta se produjo un hito importante en la evolución de este flagelo cuando María Estela Martínez de Perón, Isabelita, tuvo que asumir la presidencia de la Nación y el por entonces ministro de Economía, Celestino Rodríguez, implementó un severo plan de ajuste (conocido como el “Rodrigazo”), con fuertes incrementos en combustibles y tarifas, que terminó impulsando la inflación hasta el 182% en el año 1975. Pero fue en 1989 cuando se alcanzó la tasa récord de inflación en el país, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín. En efecto, ese año la variación de precios trepó increíblemente al 3.079% y el valor del dólar registró un aumento del orden del 4.771%. Fue tan grosera la pérdida de valor de nuestra moneda que durante aquel período se concretaron dos cambios de símbolo monetario: en 1983 se reemplazó el “Peso Ley” por el “Pesos Argentino”, y dos años después éste fue sustituido por el “Austral”, que tuvo una muy breve existencia.
A partir del año 1991, con la sanción de la Ley de Convertibilidad (que fijó artificialmente la paridad del peso con el dólar estadounidense), la Argentina atravesó una década de inédita estabilización del nivel de precios, incluso con algunos años de deflación. Así, durante el segundo mandato de Carlos Menem la inflación fue prácticamente nula. De todos modos, los beneficios de la inflación cero pronto se diluyeron frente al perjuicio que implicaba carecer de política monetaria. Esto trajo aparejado una profunda recesión que terminó repercutiendo en el nivel de empleo. Y este cuadro de situación se mantuvo vigente durante la presidencia de Fernando de la Rúa, hasta que se concretó su renuncia en diciembre de 2001. La traumática salida de la Convertibilidad provocó una drástica devaluación de nuestra moneda a comienzos del año 2002, siendo Eduardo Duhalde el titular del gobierno provisional, lo que impactó en el nivel general de precios para alcanzar una inflación anual del 29,3%. Ese año el país pareció tocar fondo sufriendo una de las crisis económicas más graves de toda su historia.
Tras un período de relativa estabilidad en los precios (el año 2003 terminó con una inflación de apenas el 3,7%), el fenómeno se tornó preocupante a partir del 2007, cuando la tasa anual superó el 20%. La inflación real se mantuvo en esos niveles durante la mayor parte de los años en los que Cristina Fernández de Kirchner estuvo al frente del gobierno nacional (2007-2011 y 2011-2015).
La administración de Mauricio Macri lejos estuvo de lograr reducir esos guarismos, a pesar de las promesas realizadas en la campaña electoral del 2015. Por el contrario, tras sendas devaluaciones en 2019 se llegó a registrar un pico inflacionario del 53,8% (ya en el 2018 se había alcanzado un 47,6%).
Durante el primer año de gestión de Alberto Fernández la inflación bajó al 36,1% en un contexto sumamente recesivo a causa de las medidas restrictivas adoptadas para tratar de contener el avance del Covid-19. Pero en el 2021 volvió a superarse el umbral del 50% anual, a pesar del congelamiento de tarifas de los servicios públicos (en especial, luz y gas) y el visible retraso cambiario. Y el año 2022 comenzó con una fuerte suba de precios, ya que en enero el alza fue del 3,9%, en febrero creció al 4,7% y en marzo se registró un 6,7%, siendo éste el índice más alto de los últimos 20 años, al punto de convertirse hoy en la principal preocupación de las familias argentinas.
En rigor de verdad, todos los países han sufrido un salto inflacionario en los primeros meses de este año. Confluyen para ello dos factores preponderantes: la salida de la pandemia y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Pero sólo dos naciones experimentaron en estos meses una mayor inflación que la Argentina: en primer lugar, Turquía, que en enero tuvo un alza del 11,1%; y en segundo término Rusia, que en marzo alcanzó el 7,6%.
Además, cuando se analiza lo sucedido en el primer trimestre del 2022 a nivel global se aprecia que la tasa promedio mensual fue del 1,5%, la que anualizada representa una tasa del 18%; siendo que nuestro país triplica -como mínimo- dicho porcentaje de inflación (hoy en torno al 55% anual), lo cual nos permite advertir la gravedad y complejidad del problema que enfrentamos en la actualidad.
Seguramente esta problemática ocupará el centro de la atención en la próxima campaña electoral, y ningún candidato con chances ciertas de acceder al poder podrá soslayar esta cuestión, debiendo ofrecerle a la población respuestas concretas y un plan integral, razonable y coherentemente concebido, a fin de controlar en serio la inflación.
Abogado y docente universitario