Mientras Europa se encuentra en una crisis económica, política y social que, según todos los indicadores, recién comienza, la guerra entre Rusia y Ucrania continúa con una profundización en ciernes que inquieta a todo el planeta. Tras los anuncios de Vladimir Putin de hace algunas semanas, donde afirmaba que usaría el poder nuclear ruso en caso de considerar atacada su soberanía, y de convocar más tropas al frente de batalla, ahora son cada vez más las voces internas que le exigen al Kremlin que pase de la “operación militar especial” a una “guerra total”. El crecimiento de los partidos de extrema derecha y los populismos ultra nacionalistas no es, ni mucho menos, exclusivo de Europa occidental. En Rusia también existen y han proliferado en los últimos años. Si bien algunos han sido ilegalízanos o no se les ha permitido su registración por considerarlos demasiado extremistas, a todos aquellos que actúen en gran medida como satélites del Kremlin pueden desempeñarse políticamente sin problemas. Incluso, muchos de ellos tienen una voz importante en el debate público ruso, asistiendo continuamente a los programas de televisión de debate político. El conflicto en Ucrania ha terminado de unificar a estos sectores, heterogéneos entre sí, con el gobierno de Putin, con quien también siempre han mostrado grandes diferencias.
Actualmente, prácticamente ningún partido político con representatividad social real en Rusia, se opone abiertamente a la guerra en Ucrania. Muchos de los cuestionamientos que se están produciendo, tanto puertas adentro de las fuerzas gobernantes como públicamente por parte de la oposición, son respecto de las “decisiones equivocadas” que le endilgan a Putin en el terreno militar de la invasión. El mismo portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, ha reconocido durante los últimos días que existen desacuerdos concretos entre la dirigencia rusa a la hora de tomar decisiones militares. Aunque le restó importancia asegurando que “todo esto forma parte del proceso de trabajo habitual”, las discrepancias parecen lo suficientemente importantes como para que el Kremlin las reconozca en público. A su vez, el Departamento de Estado de la Casa Blanca publicó un informe de inteligencia donde afirma que una “fuente anónima” mostró su desacuerdo con el manejo militar de Putin. Por supuesto, este tipo de “informes” suelen ser usados para operar políticamente. En este sentido, hay dos opciones: efectivamente las discrepancias son tales como para que Washington las tome en cuenta, o el Departamento de Estado está intentando generarlas.
A pesar de lo que afirman fuentes de inteligencia estadounidenses o europeas, las aseveraciones de que los rusos están resquebrajándose en el fuero interno pueden llegar a ser, cuanto menos, exageradas, o, en el peor de los casos, una simple expresión de deseos. De acuerdo con un alto funcionario báltico: “Todo el mundo se empeña en buscar señales de que Rusia se pliega, y sí, se ven tensiones internas, pero está ahora en pie de guerra. No hemos visto nada que sugiera lo contrario”. Lo cierto es que, si las diferencias internas son tan sustanciales como indican las fuentes de la inteligencia europea, entonces, estas no conducirían a un final de la guerra o a un apaciguamiento de los enfrentamientos. Sino, más bien, a un recrudecimiento de las operaciones militares. En un escenario bélico donde el ejército ucraniano ha logrado recuperar terreno y unos cuantos éxitos militares considerables, esta postura preocupa debido a que Putin podría verse acorralado tanto en lo militar como en lo político para actuar con armas de mayor poderío.
Por lo pronto, la OTAN prefiere continuar con las respuestas económicas, más allá de que estas no hayan dado los resultados esperados, y que Europa se esté sumiendo en una crisis energética cada vez mayor de cara al invierno, con el consecuente impacto en la economía y la problemática inflacionaria creciente. Lo que más preocupa a las potencias occidentales, por supuesto, es la amenaza real del Kremlin respecto de la utilización de armas nucleares. Altos mandos del Pentágono han afirmado de manera reiterada que no tienen indicios de que Rusia tenga en sus planes de mediano plazo utilizar armas nucleares a pesar de los dichos de Putin. Sin embargo, la dirigencia europea no piensa lo mismo, el pasado sábado, la ministra de Defensa alemana pidió ayuda en caso de que se produzca un inminente ataque a Lituania por parte de Rusia. Desde la invasión a Ucrania el pasado febrero, los Estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania le pidieron a la OTAN una mayor protección la región, con tropas listas para combatir en caso de ser necesario. No obstante, estos no están dispuestos a hacerlo debido a que sería un costo económico casi imposible de mantener, además de que la OTAN no tendría suficientes tropas para ello.
Ya no hay duda alguna de que Europa y el mundo se encuentran hoy ante el escenario bélico de mayor tensión desde los tiempos de la Guerra Fría. Algunos analistas alertan, incluso, que para remontarse a la última vez donde la tensión nuclear fue tan grande, hay que pensar en la Crisis de los Misiles cubanos de 1962. A su vez, la arista económica es extremadamente preocupante. El invierno europeo se está acercando, y con ello, la problemática energética se profundizará. El británico John Le Carré escribió una novela durante la Guerra Fría a la que tituló El espía que vino del frío, allí, el narrador dice que “La austeridad le complacía, le daba el consuelo del sacrificio.” Eso parece ser lo único que tiene el mundo de lo que agarrarse respecto de los tiempos que vienen, el consuelo del sacrificio. La cuestión será hasta cuándo las sociedades lo tolerarán, porque como también dicen en la novela: “Uno no puede estar todo el tiempo fuera, al frío; uno tiene que retirarse, ponerse al resguardo de ese frío.”