Osvaldo Bayer nació el 18 de febrero de 1927 en la provincia de Santa Fe y era hincha de Rosario Central, cuadro que lleva el nombre “de ese adminículo con el que rezan las viejas”, lo provocaba Osvaldo Soriano.
Por los 60, a los pocos años de trabajar en el diario Clarín, el gremio periodístico lo eligió secretario general del sindicato de prensa, organizando, como no podía ser de otra forma, la primera huelga de la historia de la redacción de ese diario. En el mismo año viajó a Cuba con una delegación argentina (entre los que la integraban estaba Rodolfo Walsh) para participar en el primer aniversario de la Revolución. Entrevistó al “Che” Guevara y lo expulsaron de la isla por violar la seguridad; historia que a Osvaldo le encantaba contar. Por cierto, ese episodio tuvo final feliz.
Por 1972, después de haber sido “frizzado” en Clarín tras la muerte de Roberto Noble y siendo figura dominante del diario Oscar Camilión (ministro de la dictadura cívico-militar, y luego del menemismo) la editorial Galerna, de Buenos Aires, publicó los tomos I y II de “Los vengadores de la Patagonia trágica”, donde Bayer relata la épica huelga de los obreros rurales, que terminó con el fusilamiento de más de 1.000 trabajadores a manos del Ejército y bajo la responsabilidad del entonces presidente Hipólito Yrigoyen.
Era previsible: en 1973, Raúl Lastiri (yerno de José López Rega, y presidente provisional de la República) prohíbe las obras de Bayer, entre otros autores. “Hay que ser infeliz para que te prohíba un tipo como Lastiri -ironizaba Osvaldo– si al menos me hubiera prohibido Yrigoyen o Perón, pero… ¡Lastiri!”. Por cierto, ahí nomás lo expulsaron de Clarín.
Contra viento y marea, Galerna, en el 74, publica el Tomo III de “Los vengadores”; y en junio del mismo año se estrena “La Patagonia rebelde”, dirigida por Héctor Olivera y con guion de Osvaldo Bayer, Fernando Ayala y el propio Olivera. Las anécdotas durante la filmación de la ya legendaria “Patagonia rebelde” van desde la enorme admiración de Osvaldo por Pepe Soriano y Federico Luppi, la poca onda de Luis Brandoni, y el cambio del final. Osvaldo había imaginado a las putas del prostíbulo de San Julián echando a escobazos a los militares al grito de “¡con asesinos no nos acostamos!”, pero no eran tiempos para jugar con la ofensa al Ejército, y tanto Olivera como Bayer querían que la película viera la luz. Así que acordaron un final donde los ingleses agasajaban al comandante Varela, quien ordenara los fusilamientos, coreando “For He´s a Jolly Good Fellow…”
Finalmente, en julio del 76, Osvaldo, perseguido por la dictadura cívico-militar, logró salir del país por medio de la embajada alemana, y comienza el exilio que duró ocho años. “Usted nunca volverá a pisar el suelo de la patria” lo despidió en el aeropuerto un militar que lo escoltaba, de apellido Santuchone. Cuando regresó, en 1983, Osvaldo cuenta que quería encontrar al tal Santuchone para decirle: “Aquí estoy, pisando de nuevo el suelo de mi patria y, de paso, andate a la puta que te parió”.
La incansable lucha de Osvaldo Bayer por desenmascarar a los “héroes” de la historia oficial siempre ha irritado a la derecha más conservadora de la Argentina. El general Julio Argentino Roca encontró entusiastas defensores en el historiador José Ignacio García Hamilton y en el periodista Mariano Grondona. Osvaldo redoblaba siempre la apuesta: les recordó que Roca aceptó la donación de 30.000 hectáreas del mejor campo por haber exterminado a los pueblos originarios y que, emocionado, escribiría: “He cumplido con mis dos vocaciones: he sido general y estanciero”. “Como general, un criminal de guerra; como estanciero, dueño de tierras robadas a los habitantes que vivían en ellas desde hacía miles de años” -aclaraba Bayer.
“Awka liwen” significa en lengua mapuche “Rebelde amanecer”. Actualmente el pueblo mapuche mantiene su idioma, sus costumbres y su lucha por la recuperación de la tierra y el respeto a su cultura. El general Roca, quien comandara el peor genocidio contra los pueblos originarios después de 1492, no pudo con ellos.
David Viñas, Osvaldo Soriano, Tito Cossa y León Rozitchner se juntaban todos los miércoles en “El Tugurio”, Arcos casi esquina Monroe, en el barrio de Belgrano, la casa de Osvaldo Bayer en Buenos Aires. Como típicos intelectuales de izquierda, empezaban con champán, luego vino, pizza, y empanadas del negocio del frente de la casa. “El Gordo Soriano era un provocador -recordaba Osvaldo Bayer con una sonrisa-, siempre lograba, con gran regocijo, que Viñas y Rozitchner pelearan a los gritos”.
Este 18 de febrero de 2023, seguramente este grupo, junto con Rodolfo Walsh, Paco Urondo, González Tuñon y tantos otros amigos, estuvieron reunidos en algún lugar tomando champán, vino, empanadas y pizza, y discutiendo a los gritos, festejando los 96 años de Osvaldo. ¡Salud!