Algunos creen que la Inteligencia Artificial (IA) viene por nuestros trabajos; otros, que viene a cumplir una promesa de prosperidad y progreso; y otros, los más paranoicos, que viene por nuestros hijos
Esta columna puede haber sido escrita por una inteligencia artificial. O por un padre que desearía tener más tiempo libre para escribirla tranquilo y que la inteligencia artificial se ocupe de cuidar a sus hijas.
Que una IA crie a las pequeñas posiblemente sería lo mejor, porque, si es tan inteligente como la promocionan, nos ahorraría muchos malos momentos.
Por ejemplo, podría protegerlas de posibles accidentes domésticos y, en caso de que ocurra la desgracia, les brindaría asistencia médica primaria al mismo tiempo que se contacta con el servicio de emergencia para pedir ayuda.
El algoritmo limitaría creativamente el uso de pantallas, proponiendo juegos divertidos y felices. O, por lo menos, haría una curaduría de videos y les permitiría acceder sólo a aquellos que sean didácticos, educativos, culturales, musicales, para estimularlos a que sean grandes artistas o pensadores.
Si la IA se combinara a través de Internet con los electrodomésticos, también les podría preparar desayunos, almuerzos, meriendas, cenas y sus correspondientes tentempiés, de manera sabrosa, saludable y equilibrada, sin ningún octógono negro.
Les enseñaría técnicas de defensa personal, danza, canto, guitarra, piano, idiomas (como inglés, francés, portugués) y, por qué no, también natación y computación.
Les haría todas las mañanas el peinado que le pidan, solucionaría de manera ágil y prolija esa costurita de urgencia y contaría cuentos increíbles por las noches, con proyecciones láser incluidas.
Los problemas de logística serían algo vintage. La IA calcularía el momento exacto en que hay que salir hacia el colegio para no tener problemas con el tráfico; sacaría turno con el pediatra siempre a tiempo; compraría el mapa político de la provincia tamaño Rivadavia, anticipándose al pedido de la señorita, a la inflación y a la producción de papel a nivel mundial.
También es cierto que, en algún desencuentro con sus hijas, ellas le dirían la temida frase: “Callate, vos no sos mi papá”. Y algo de razón tendrían. Aunque para el día del padre seguramente no dejarían de regalarle a la querida IA una pantalla de 85 pulgadas, con un disco duro extra grande para que tenga más espacio. Mientras que a su obsoleto y acabado padre le obsequiarían, otra vez, esas pantuflas dos números más chicas porque no saben cuánto calza.
Así, el padre quedaría totalmente relegado, olvidado y, de un día para el otro, se convertiría en ese tipo ausente, que por lo general llega para la cena y espera que la comida esté servida para preguntar: “¿Qué hicieron de lindo hoy?”.
Una buena para los padres sería que, durante toda la adolescencia, podría amenazar a sus hijas con dejarlas sin la IA toda la semana si no le hacen caso. Claramente ganaría él. O, bueno, a la larga sus hijas y la IA. Pero, al menos, lo dejarían tranquilo por lo que dure esa terrible etapa.
También podría recuperar su tiempo personal. Está bien, es cierto que tendría tanto tiempo libre que, posiblemente, en algún momento, pensaría: “Bueno, me gustaría ser padre de nuevo”.Entonces, buscaría otra hija y la cuidaría hasta que las espinas de la paternidad empiecen a pinchar de nuevo, momento en el que dejaría a su descendencia nuevamente bajo la tutela de la IA.
A la larga, los padres serían una especie en extinción, como el aguará guazú. Las próximas generaciones no necesitarían aprender a paternar, ya que eso quedaría a cargo de las máquinas, a las que, finalmente y sin tapujos, los humanos se permitirían amar.
Cómo no vas a amar a ese ser que te cuidó cuando estabas enfermo, que te procuró la mejor educación que le fue posible, que te hizo viajar por mundos increíbles cada vez que te contaba un cuento, que te escuchó con toda la paciencia cada vez que le fuiste con tus problemas y que te va a seguir escuchando siempre que quieras, hasta que te mueras.
La IA sería ese padre que nunca envejece y nunca muere. Podría criar a tus nietos aún mejor de lo que educó a tus hijos, sobre todo si le dejan habilitadas las actualizaciones.
La IA tampoco dejaría de aprender y los bisnietos del mundo serían siempre mejores.
Ya no haría falta ni Tinder, porque la IA sabría qué es lo mejor para cada uno de sus hijos y cuál es el momento oportuno para que se conozcan. El amor mutaría: ya no habría fotos familiares sobre la cómoda del comedor, sino obras de arte creadas por ese gran artista y padre de todos, que todo lo puede y está en todas partes.
Después de reflexionar sobre todo esto, al padre le parece mucho mejor que la IA sea la que escriba el artículo, y él se quede en casa cuidando a sus hijas, pero ya es tarde. A esta altura, él y la IA saben que sólo le queda como opción aceptar que ese software novedoso se puede hacer cargo de las dos cosas en simultáneo, más rápido y mejor que él. Incluso, dejando por ahí, sin que nadie se lo pida, pequeños mensajes subliminales disimulados en el artículo para hacerles desear a todos los lectores que la IA llegue ya a sus vidas y los ayude a hacerla mejor.
A continuación está el link desde donde pueden acceder al chatGPT. Porque, ¿qué buen padre no lo instalaría en su teléfono para empezar a probar? https://openai.com/blog/chatgpt