Es famoso el penúltimo capítulo de “El Príncipe”, en el que Maquiavelo afirma que es mejor ser impetuoso que precavido. El florentino aduce que, mediante una acción impetuosa, un individuo virtuoso puede someter a la diosa fortuna.
Seguramente el actual presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, lo tiene más que presente. Dos veces “muerto” en 2016 (primero al haber renunciado como secretario general del PSOE; y luego como diputado), Sánchez resucitó como pocas veces se ha visto. Tan sólo dos años le bastaron para ganar las internas de su partido, y posteriormente convertirse en presidente tras la moción de censura a Mariano Rajoy.
No es la primera vez que Sánchez llama a elecciones anticipadas: lo hizo en abril de 2019 tras perder Andalucía, histórico bastión socialista (y cuando aquella legislatura con la que formó gobierno no quiso aprobarle el presupuesto). Parecían nuevos tiempos para España, en la que los entonces líderes del PP y de Ciudadanos, Pablo Casado y Albert Rivera, se habían unido al presidente del partido de ultraderecha Vox, Santiago Abascal, en un frente contra Sánchez. La historia es sabida: triunfo del PSOE que -tras una nueva disolución en junio de las Cortes por investidura fallida dispuesta por Felipe VI- vuelve a ganar en noviembre, y acuerdos mediante (Podemos y partidos locales) logra ungir a Sánchez en la Presidencia, con certificado de defunción para Casado y Ciudadanos.
Ahora, en estos juegos-espejo que en muchos Estados realizan coaliciones oficialistas y opositoras, la posibilidad de que el PP gobierne con Vox es concreta. Por eso Sánchez se la juega a todo o nada, adelantando las elecciones al 23 de julio para intentar que una movilización de la izquierda produzca el “milagro” de frenar a los Populares y a la entronización de la derecha en España.
Los motivos de Sánchez para convocar a elecciones surgen de la dura derrota que sufrió su partido en las votaciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Pasaron a manos del PP: la Comunidad Valenciana y los gobiernos autonómicos de Aragón, Baleares, Extremadura y La Rioja. La victoria del PP sobre el PSOE incluyó un cambio en todas las capitales andaluzas, menos Jaén; y muchas otras significativas, como Valencia; o la posibilidad de gobernar en Valladolid.
En muchos distritos, como la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, y varias capitales de Andalucía, el triunfo se produjo, además, por mayoría absoluta (gran resultado de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso), con una concentración de votos difícil de ver en España desde que se rompió el bipartidismo. Fue un éxito rotundo del PP, además de que Ciudadanos, partido nacionalista y liberal en fase de descomposición, hizo una elección desastrosa. Sus dirigentes decidieron no presentarse en la próxima elección.
Mientras transcurre la resaca electoral, Sánchez juega sus cartas para sobrevivir.
El PSOE se aferra a ciertos datos: si se toma el porcentaje global de los votos en todas las elecciones locales realizadas, el oficialismo quedó a sólo tres puntos y 760.000 votos del PP. Además, en muchos municipios y en todas las comunidades autónomas (menos Madrid) el PP deberá pactar con Vox para formar gobierno. Convocando a elecciones, Sánchez le pasó la pelota al líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, quien tendrá que manifestar anticipadamente si concretará ese acuerdo con Vox en todos los niveles gubernamentales.
Así es como el PP creció, licuó a Ciudadanos y se topó nuevamente con un potencial aliado que salió fortalecido de la contienda. El PSOE, pese a la caída, intenta resistir. Pero es inequívoco el castigo al que fueron sometido sus aliados.
Para volver a ser investido como presidente, Sánchez necesita que los partidos que están más a la izquierda de su coalición, el bloque liderado por la vicepresidenta Yolanda Díaz (creando el nuevo partido Sumar) y Unidas Podemos, fundado por Pablo Iglesias, concurran bajo el mismo sello. Sus discrepancias impidieron presentar listas conjuntas en las municipales, y ahora se enfrentan a una lucha contrarreloj para curar heridas. El presidente en funciones apura a sus socios, circunstancia mejor aprovechada por Díaz que, contando con una mayor cuota de poder, podrá presionar a Podemos.
Resta saber si en las elecciones de julio se confirmará el vuelco hacia el PP expresado el 28-M.
Mientras el PP augura una tendencia irreversible (amén de que, en muchos países, tras la pandemia perdieron los oficialismos), otros señalan -como denominador común en la España posfranquista- la prudencia en la hora de la verdad, sin preferencia por desplazamientos hacia los extremos y, menos aún, hacia lo desconocido. Siempre rápido de reflejos, Sánchez tiró una moneda al aire para que la ciudadanía vote en pleno verano, que será tórrido más allá de la meteorología.
Reinterpretando a Maquiavelo, el presidente socialista palpita que la fortuna sólo premia a los audaces.