Desde que la Dictadura en retirada anunció el llamado a elecciones para el 30 de octubre de 1983 pareció iniciarse una cuenta regresiva.
Todos los cargos se votaron el mismo día, comenzando por los integrantes del Colegio Electoral (la elección de Presidente y Vice era indirecta, modificada en 1994), Diputados de la Nación (y Senadores en la Capital Federal, ya que ésta no tenía Legislatura; la elección directa llegará también en la reforma constitucional de 1994), Gobernadores y Vicegobernadores, Legisladores provinciales, Intendentes, Concejales y Tribunos de Cuentas para las jurisdicciones que establecían su elección.
Se votaba por primera vez en diez años. Si todo salía bien, se repetiría cada dos años hacia el futuro. Concurrió a las urnas casi el 86% del padrón. El comicio fue inobjetable. La campaña se hizo como se pudo y a la distancia se aprecia que la ciudadanía optó en libertad. La oferta electoral mostraba un “stock” de dirigentes que, probados en etapas políticas previas, democráticas o no, buscaban su lugar en el ruedo. No todos estuvieron a la altura de las circunstancias; pero, por fortuna, ganando o perdiendo aquella primera batalla, los hubo quienes concibieron a su tiempo -y a su hacer- como un capítulo en una construcción mucho más larga, en la que habría posibilidad de apostar hacia adelante, para luego poder mirar tranquilos hacia atrás.
Sobresalió el pulso y la acción de algunos de los políticos candidateados en 1983: Raúl Alfonsín, Víctor Martínez, Ítalo Luder, Deolindo Bittel, Oscar Alende, Rogelio Frigerio, para presidentes o vices; Carlos Becerra, Raúl Baglini, César Jaroslavsky, José Octavio Bordón, Fernando de la Rúa, entre los legisladores nacionales; Carlos Menem, Felipe Sapag, Adolfo Rodríguez Sáa, José María Vernet, Alejandro Armendáriz, entre los gobernadores de otras provincias argentinas. Eduardo Angeloz y Edgardo Grosso, Raúl Bercovich y Alejo Simó, principales fórmulas en la elección provincial cordobesa.
La campaña local
Se recuerda en nuestra ciudad con “ostalgie” (neologismo que usan muchos berlineses del Este para añorar sus barriadas soviéticas, al enorme Muro y a lo que ocurría en su derredor) la áspera batalla de 1983 entre los candidatos a intendente Ramón Bautista Mestre (ganador) y José Manuel de la Sota. Tenían un enorme volumen: luego fueron gobernadores.
En tanto, transcurren hoy los últimos días de la campaña actual, nuevamente dominada por peronistas y radicales. Defendiendo el legado del ya gobernador electo Martín Llaryora, Daniel Passerini (discípulo del “Gallego”, si los hay) se enfrenta al ascendente Rodrigo de Loredo, un radical “2.0” (que en 1983 apenas calificaba para el pre-jardín escolar).
El debate se fue corriendo de eje, aunque tuvo momentos de interés. Ambos plantearon ideas concretas sobre diversos temas:
Seguridad, asignatura pendiente que exigirá creatividad y cooperación entre todos los niveles de gobierno, donde Passerini postuló la creación de fuerzas articuladas dotadas de armas no letales, y De Loredo impulsó una transferencia total de la Policía, al estilo norteamericano (de compleja concreción en la práctica);
Salud pública, capítulo esencial frente a la retracción socioeconómica, agotado tras la pandemia el modelo vigente y demandante de alianzas inmediatas que incluyen a las otras jurisdicciones estatales y al sector privado (que explicitó un poco más Passerini al esbozar un “Pacto Sanitario”);
Educación, donde ambos defienden el sistema municipal, con más días de clase y obligatoriedad desde los tres años para De Loredo, y sostenimiento de la capacitación en nuevas tecnologías e idiomas para Passerini.
Transporte, donde De Loredo propone una nueva licitación de colectivos, una “modernización” de taxis y remises y un tren de norte a sur, con apoyo de Bullrich si gana la elección nacional. Passerini defiende la reorganización concretada en Tamse y la formulación de un sistema multimodal, que integre adecuadamente al Gran Córdoba.
Obra pública (calles, plazas, parquización, iluminación, conexiones de agua y servicios cloacales, infraestructura urbana), donde la vehemencia del candidato De Loredo se topa contra la efectiva gestión de Llaryora y Passerini.
Gestión ambiental (monitoreo, prevención y control) que incluye un grueso capítulo, siempre en discusión: la recolección y disposición final de los residuos, la erradicación de los basurales a cielo abierto y el manejo de los enterramientos. Los dos plantean inversiones fuertes en este rubro.
Pero, atormentados por las encuestas, ambos partidos viraron al barro y, como en otras provincias, acusaciones diversas aparecieron en forma cruzada y superficial.
Santa Fe es un caso testigo. Al electorado le importaron un comino las acusaciones de la bullrichista Carolina Losada, aplastada en la Paso por el destinatario de sus dardos: el larretista Maximiliano Pullaro (ex ministro de seguridad del socialismo).
¿Cómo se vuelve de esas denuncias? Resta la elección definitiva en Santa Fe y las heridas no cerrarán. ¿Pasará lo mismo en Córdoba?
En la espuma del anticipo de un cómodo triunfo de su “amigo Rodrigo”, Luis Juez metió un duro ataque a Larreta (como le gusta a Bullrich), facturándole al intendente porteño su propia derrota frente a Llaryora.
En Hacemos por Córdoba, mientras refuerzan presencia en territorios clave, especulan con que estas distracciones cambiemistas quizá afecten su desempeño electoral. La victoria, aseguran, será exigua para quien la alcance.
El tiempo dirá si las “60 propuestas para 60 días” del candidato De Loredo, su estilo personalista y dinámico, más su arenga para “salir del populismo”, lograrán sus frutos. O si se impone la actitud mesurada de un gobernante ya probado como Passerini, que insiste en encadenar realizaciones dentro de una estrategia más amplia, incluyendo a los municipios metropolitanos y a la Provincia.
Sabremos, con los años, qué postales resistieron el olvido, como también qué logros se compartieron entre ciudadanía y dirigencia, así como antes ocurrió con otros representantes apreciados por su pueblo, recuperando la democracia y manteniéndonos en ella.
Para Passerini o De Loredo, alcanzar a ese selecto grupo no dependerá sólo del próximo domingo. Ganando o perdiendo -como hace cuatro décadas ocurrió con otros- el camino para concretarlo seguirá abierto para ambos. Ojalá no lo pierdan de vista.