Quedan atrás la adrenalina de la campaña, la tensión del “Día D”, el vahído de los festejos o el de los lamentos (ambos son diferentes tipos de vértigo). Pero aunque reine el silencio, ni el músculo duerme ni la ambición descansa.
Suceden nuevos episodios dentro de la novela que, en segunda ciudad de la Argentina y una de las más importantes del continente, fue su proceso electoral. Las militancias siguen activas, en guardia de cenizas. El arsenal de efectos que las redes sociales aportan al cotillón, así lo confirma.
En las 72 horas previas al comicio, pocos arriesgaban un resultado. El cuartel de Juntos por el Cambio mostraba, empero, confianza en el triunfo. Lo anunció Luis Juez, a su estilo; el candidato De Loredo lo sugería con sus actitudes: las que vio el público y las que a duras penas digerían sus conmilitones, radicales o no.
En el peronismo primó la reserva, mientras se emprendía una implacable movilización de funcionarios, asesores, colaboradores, empleados y otros rubros (de provincia y municipio) para, a partir de ellos, asegurar la diferencia que Llaryora consiguió en la capital, frente a Juez, el pasado 25 de junio.
La autoconfianza, versus la anticipación. “Rodrigo está ganando a pura actitud” señalaron (equivocándose) renombrados expertos en marketing político; alentando a que, desde el domingo a la siesta, comiencen a llegar representantes cambiemistas nacionales ansiosos por otro triunfo. “Estamos palo a palo, no podemos aflojar” arengó un afónico Llaryora (personalmente) a sus militantes, metiendo presión a horas del comicio (y mientras éste se desarrollaba).
La victoria del peronismo cordobés se explica por diversos tópicos.
El contexto local: De Loredo (con mayor nivel de adhesión que Passerini al inicio) soslayó una realidad. Su coalición había perdido sin atenuantes en la capital, donde la ciudadanía valoró la gestión de Llaryora, la cual no se detuvo en el lapso de campaña. Hitos como la inauguración del Teatro Comedia o la urbanización de barrio Los Artesanos se ubicaron en este tramo. El lema cambiemista “la Nº 1” obvió que la ciudadanía vivió, en estos últimos cuatro años, en una ciudad mejor, en la que por primera vez en muchos años, gobernador e intendente fueron un solo equipo.
La situación nacional: los principales referentes en esta campaña, Juez y el propio De Loredo, a pesar del esfuerzo por mostrarse unidos, no pudieron sustraerse a la acérrima interna que separa a Macri y Bullrich (por un lado) de Larreta, Morales o Lousteau (por el otro). Esta fuerte penetración (por la dependencia de ambos del financiamiento y la dirección política impartida desde CABA) generó desatenciones; bien aprovechadas por el más ordenado ejército peronista, remontando los 14 puntos que inicialmente separaban a Rodrigo de Daniel en intención de voto y ganando éste por más del 7% de diferencia.
Las propuestas: a diferencia de lo ocurrido en gestiones anteriores (Kammerath, Juez, Giacomino, segundo mandato de Mestre hijo), donde las plataformas de los candidatos por venir se confrontaban contra pálidas administraciones en curso al momento de la elección, las ideas planteadas por De Loredo (algunas de ellas interesantes) se toparon con el exitoso presente municipal, que aún con asignaturas pendientes o capítulos inconclusos, halló en la propuesta de Passerini la promesa de continuidad, tanto en cuanto a la ejecución de la agenda como al tándem con la Provincia.
Las denuncias: Juez encendió la mecha de la acusación en su derrota en junio, llegando a vincular al narcotráfico con operaciones de punteros (sin especificar). Boomerang que impactó en el bote “deloredista”, cuando la prensa (luego los candidatos peronistas) alertaron sobre presuntas vinculaciones entre integrantes de su lista de concejales (y otros militantes), con personajes sospechados de integrar aquel submundo, dato que según encuestadores podría haber afectado el voto de la clase media/alta (el más proclive a apoyar al radical).
La movilización: De Loredo prefirió montarse en una campaña personalista, sin demasiada exhibición de equipos (amén de algunos personajes del mundo universitario). Su jefe de campaña, Juan Negri, fue irrelevante (como si el ejercicio de la función asignada fuera más formal que sustancial). El peronismo se esforzó por mostrarse como un equipo en movimiento. El jefe de campaña, Pichi Campana, estuvo a la altura. No dejó de acompañar (agregando valor) al candidato Passerini. Condujo situaciones importantes y complejas, con autoridad. El día de la elección se esperaba contundencia de ambos aparatos, pero la eficiencia del peronismo en seccionales clave hizo la diferencia (ganando en algunos subcircuitos por primera vez desde 1983).
Cierre de campaña y acto post elección: De Loredo apostó a su exposición personal, sin insuflar el “extra”, la motivación al grupo para dejarlo todo; 48 horas después, cometió un error no forzado al votar y pretender dar un discurso en la misma escuela (echado por las autoridades electorales). Reconoció honrosamente la derrota, en un cuadro general lindante con el patetismo. Los dos actos de Hacemos Unidos en el hotel Quórum encendieron a una coalición que por ratos dejó de ser el “partido cordobés” mostrando ribetes más propios del peronismo tradicional (canto de “marchita” incluida). “En el cierre de Martín, en junio, hacía más frío adentro de la sala que afuera” dice un militante histórico. “Esta vez tuvimos una fiesta”, completa. En el cierre, Passerini arrancó agradeciendo a De la Sota y terminó reconociendo a Schiaretti, quien alguna vez lo alentó a mudar su domicilio a la Capital. Llaryora interpretó el sentir del público y en un discurso frontal, del cual ya se habló suficiente, dibujó un contorno propio. Ya es un dirigente nacional.
Compartimos con la Junta Electoral, la despenalización del ausentismo. Las sanciones no se aplican en ninguna jurisdicción argentina, tampoco funcionan en países serios. Si resulta difícil estimular a más participación, quizá sea hora de imaginar alicientes para estimular la participación (por ejemplo, beneficios relacionados al pago de impuestos o tasas).
Pasó la elección. Vencedores y derrotados continuarán dirimiendo liderazgos (internos y externos). Quedan importantes elecciones nacionales por delante, y para cada grupo organizarse en oficialismo y oposición desde diciembre. Definitivamente, no habrá descanso.