El violento y condenable ataque terrorista de Hamás, contra objetivos tanto militares como, especialmente, civiles, llevada a cabo un día después del 50 aniversario de la guerra de Yom Kippur, plantea muchas interrogantes. ¿Por qué Hamas se aventuró en semejante provocación, a sabiendas de que la respuesta de Israel sería brutal? La respuesta sigue siendo esquiva, pero una hipótesis plausible es que Hamás busca introducir la cuestión palestina en la agenda de reordenación regional en curso, una agenda en la que Israel, Arabia Saudita y actores globales como EEUU y China están involucrados.
Hasta ahora, la cuestión palestina había estado relativamente ausente en esta dinámica. El mundo está siendo testigo de un cambio profundo en el orden internacional, una transición que deja a muchos sin saber exactamente hacia dónde se dirige. En este espacio de incertidumbre, lo que antes se consideraba impensable ahora se vuelve posible, e incluso probable. Así, el ataque de Hamás ha desencadenado que Israel se declare en “estado de guerra”. Sin embargo, este conflicto no se puede entender por los hechos de un solo día: se extiende a lo largo de décadas de tensiones y desacuerdos, aunque lo sucedido ahora es algo completamente inédito. Es la primera vez, desde 1948, que el territorio israelí es amenazado de esta manera por un ataque exterior.
Queda claro que el error de inteligencia israelí en este conflicto es innegable: una operación de esta envergadura no se planea de un día para otro, probablemente llevó años de preparación meticulosa. Además, el hecho de que la operación se haya llevado a cabo el día después del aniversario de la guerra de Yom Kippur plantea interrogantes sobre la falla en la seguridad y la falta de anticipación de Israel. Hamás disparó miles de cohetes, incluso hacia Tel Aviv y Jerusalén, y sus militantes ingresaron a Israel por tierra, mar y aire, resultando en enfrentamientos y la toma de rehenes, con un alto número de víctimas. La acción militar comenzó al amanecer e involucró una ofensiva violenta con aproximadamente 3.000 proyectiles explosivos disparados, lo que provocó la activación de las sirenas antiaéreas en Tel Aviv (que se encuentra a unos 90 kilómetros de distancia) y la puesta en funcionamiento de los sistemas de interceptores antimisiles en Jerusalén. Los islamistas radicales lograron dañar una parte de la valla de separación fortificada, y cruzaron desde Gaza mientras se enfrentaban, en un intercambio de disparos, con las fuerzas israelíes.
La acción de Hamás se lleva a cabo, además, en un contexto en el que Israel enfrenta una importante polarización interna, debido a la polémica e impopular reforma judicial impulsada por Netanyahu, sumado a las acusaciones de corrupción contra éste. Las protestas masivas en contra de este plan movilizaron a cientos de personas y llevaron a miles de reservistas militares a abstenerse de realizar servicio voluntario, lo que plantea preocupaciones sobre la capacidad del Ejército para enfrentar un conflicto de estas nuevas características. Es probable que Hamás haya evaluado esta situación, y por ello decidido que era el momento propicio para lanzar el ataque.
Israel sentirá la presión de responder con firmeza para restaurar su prestigio tras el fallo de inteligencia y defensa, que supuestamente están entre los mejores del mundo. El gobierno de Netanyahu, ya de por si impopular en el marco de una sociedad polarizada por su agenda política, enfrenta una de las mayores fallas de seguridad en la historia israelí y, para consolidarse, se espera una respuesta a gran escala.
En cuanto a las consecuencias de este conflicto, es difícil preverlas con precisión en este momento. El tablero geopolítico es extremadamente complejo y cualquier movimiento podría tener repercusiones significativas. Sin embargo, lo que está claro es que Israel sentirá la presión de responder con firmeza el mayor ataque terrorista en su territorio; por lo pronto, ya comenzó el ataque a la Franja de Gaza, incluyendo un bloqueo total, incluyendo productos de primera necesidad y cortes integrales de energía. A su vez, Tel Aviv aseguró haber asesinado tanto al jefe de inteligencia de Hamás como a su ministro de Economía, nexo clave de la organización con Irán.
Lo cierto es que las imágenes de las masacres que circulan en las redes difundidas por los mismos radicales de Hamás son terribles. No buscan, justamente, generar ningún tipo de sensibilidad en Occidente, sino más bien sembrar el terror en Israel. Es difícil analizar un conflicto tan complejo, tan largo y con tantas aristas como este, pero nada justifica la matanza de civiles. Como siempre, en medio de los intereses geopolíticos, económicos y militares de los grandes señores del tablero, quienes sufren son los peones.