En un nuevo capítulo de una carrera plagada de proezas y cuasi milagros políticos, Pedro Sánchez finalmente quedó a un paso de conformar un nuevo gobierno en España que le asegurará quedarse en el Palacio de la Moncloa cuatro años más. En junio pasado, cuando la debacle del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la izquierda española en general había sido tan grande, en todo el país en los comicios regionals, obigaron a Sánchez a adelantar las elecciones presidenciales. Por entonces eran muy pocos, casi nadie, quienes le daban un período de sobrevida al presidente.
Sin embargo, el líder de los socialistas demostró tener una fuerza y una capacidad política fuera de lo común en muchas ocasiones. Sánchez inició su carrera como concejal en el Ayuntamiento de Madrid, entre 2004 y 2009. Luego, se desempeñó como diputado; en 2014 asumió como secretario general del PSOE, sucediendo a Alfredo Pérez Rubalcaba, y en 2015 y 2016 fue el candidato de su partido a la Presidencia del Gobierno. Sin embargo, tras las elecciones generales de junio de 2016 y en medio de una crisis interna relacionada con la decisión de formar un gobierno alternativo a Mariano Rajoy o abstenerse en su investidura, Sánchez, contrario a la segunda opción, se vio obligado a renunciar como secretario general del PSOE (y, posteriormente, también a su escaño de diputado).
En junio de 2017 regresó como secretario general del partido, después de ganar las primarias contra Susana Díaz y Patxi López, tras una campaña a lo largo y ancho del país a bordo de su auto junto a un pequeño grupo de colaboradores. Contra todo pronostico, logró hacerse con la jefatura del Partido, y de ahí en más, su llegada a la presidencia estaba allanada. Fue su primera resurrección, y no sería la última.
Después de la exitosa moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018, Sánchez asumió la presidencia del Gobierno. Algunas de las acciones más notables durante su primer mandato incluyen la exhumación de la tumba del dictador Francisco Franco en el Valle de los Caídos, y la acogida de 630 migrantes rescatados en aguas internacionales por el buque Aquarius, a quienes Italia y Malta habían negado la entrada.
En 2020 fue reelegido como presidente del Gobierno, después de llegar a un acuerdo para formar un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Durante su segundo mandato se destacan: el manejo del confinamiento y la gestión de la pandemia de Covid-19; el incidente fronterizo entre España y Marruecos en 2021; el cambio histórico en la posición de España respecto al conflicto del Sáhara Occidental; el respaldo militar a Ucrania tras la invasión rusa; la aprobación de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia; la Ley de Identidad de Género; la Ley de Memoria Democrática; y la legislación sobre Libertad Sexual.
Ahora, falta aún concretarse el acuerdo con Junts y los independentistas. Es de compleja resolución y es lo único que está trabando la investidura del socialista.Las protestas callejeras, motorizadas por la ultraderecha y el PP contra la amnistía, no se hicieron esperar. El clima político y social español se encuentra en su momento más tenso desde el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1982: Sánchez se ha convertido en el dirigente político más odiado por la derecha española en décadas. Por supuesto, no es tampoco la misma derecha de los 80, 90 o incluso 2000, ahora es una mucho más radicalizada, que grita “viva Franco” a viva voz en los mitines y que no tiene problemas en enfrentarse a la policía en manifestaciones.
A su vez, la pata judicial de la derecha está jugando su partido. Diputados de Sumar -aliados a Sánchez- criticaron los ataques y manifestaciones frente a las sedes del PSOE en varias ciudades, y reconocieron que la citación como imputados del catalán Carles Puigdemont y la secretaria general de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Marta Rovira, por parte del juez Manuel García-Castellón, en medio de las negociaciones finales para el acuerdo de gobierno, no es una coincidencia, sino que tiene la intención de debilitar la posición de Sánchez en su investidura.
A partir de una agenda tan audaz como progresista como no tuvieron sus predecesores, Sánchez logró erigir el liderazgo más importante de la izquierda española desde la Transición. Tomó lecciones de los sectores más radicalizados, como los que se encontraban nucleados en lo que fue Podemos, pero siempre desde el “mainstream” político y sin un discurso ni acciones extremistas. Esto lo pone en contraposición a quienes tiene en frente, un Partido Popular (PP) cada día más cercano a la ultraderecha, desbordado en gran medida por el crecimiento de los “ultras” de Vox, y un discurso por momentos cercano al franquismo y a lo peor de la historia de España.
Cuando todo parecía perdido para él y los suyos, Sánchez sacó de la manga una habilidad política que pocos dirigentes han mostrado en el último tiempo y derrotó a la derecha haciendo gala de la astucia para la negociación de palacio, pero, sobre todo, de su capacidad de convencer a las grandes mayorías populares. Cuando se busquen lecciones de cómo enfrentar y derrotar al fascismo en su forma actual, es decir, la de los movimientos de extrema derecha, habrá que tener muy presentes las enseñanzas de Sánchez.