Javier Milei será el nuevo Presidente. Así lo ha decidido la mayoría de los argentinos, contundentemente. A primera vista, la bronca por la mala situación económica del país le ganó al miedo que generaron sus propuestas. Muchos lo votaron esperando que no las realice. Muchos otros lo votaron para echar al kirchnerismo.
Después de cuatro meses de campaña electoral, los argentinos concurrimos a las urnas para elegir al titular del Poder Ejecutivo Nacional. En el marco de los 40 años de la democracia recuperada en 1983, ese sólo hecho es digno de destacarse y debe ser valorado, sin partidismos ni sectarismos.
Por segunda vez en nuestra historia democrática, lo hicimos a través de un ballottage. Este mecanismo creado mediante la reforma de la Constitución nacional de 1994 fue utilizado solamente en 2015, un 22 de noviembre, hace ocho años. Ahí empieza la explicación de lo sucedido ayer.
En la primera vuelta de aquella elección, Daniel Scioli le ganó a Mauricio Macri, con un 37,08% sobre un 34,15%. En esa instancia, Sergio Massa fue el tercer candidato más votado, liderando un frente electoral que integraba José Manuel de la Sota, con un 21,39%.
Luego, en el ballottage, Macri le ganó a Scioli. El candidato de Cambiemos obtuvo el 51,34% de los votos, mientras que el candidato del Frente para la Victoria logró el 48,66%. En cantidad de votos, la diferencia fue de 678.774 votos. Pocos, pero suficientes.
Claramente, hace ocho años la mayoría de los votantes de Massa en primera vuelta consagraron a Macri en el ballottage. En otros términos, en 2015, la “prescindencia” de Massa y de su principal aliado, el peronismo cordobés, hizo Presidente al líder de Cambiemos. Así, Macri tuvo su primera gran oportunidad.
Apenas cuatro años más tarde, Massa se unió a Alberto Fernández, el candidato inventado por Cristina Kirchner, y constituyeron el Frente de Todos. Sin su apoyo, la fórmula de los Fernández no le hubiera ganado a un Macri que, a pesar de su fracasada gestión, retuvo nada menos que el 40% de los votos.
Esa es la gran paradoja de la última década en la política argentina. En 2015, Massa facilitó la llegada de Macri a la Casa Rosada, y en 2019 facilitó su salida. Mauricio Macri nunca le reconoció la ayuda al “Massa de 2015”, ni le perdonó la jugada al “Massa de 2019”. Ayer se la cobró.
Antes y después de Macri
Para sorpresa de muchos, Javier Milei fue el más votado en las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (Paso) del 13 de agosto. En un triple empate técnico, lo siguieron Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, y Sergio Massa, de Unión por la Patria. Esa fue la línea de largada.
Entre aquellas Paso y la primera vuelta del 22 de octubre, Massa remontó y creció hasta ganar la elección, con un 37% de los votos. Por su parte, la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, tras una campaña errática y desenfocada, quedó afuera del ballottage.
Frente a ese escenario, Macri tomó una decisión audaz, sólo comparable a la que tomó Cristina Fernández al elegir como su candidato a presidente a Alberto Fernández en 2019: sin más, apoyó inmediata, explícita e incondicionalmente a Milei y lo consagró como el nuevo líder del cambio.
Desde entonces, Macri se adueñó de la campaña de Milei, le impuso nuevos modales y un discurso totalmente opuesto al que había sostenido hasta entonces. Milei fue uno hasta la primera vuelta, y otro, completamente diferente, después. Ese apoyo fue determinante y es la gran causa del resultado de ayer.
Mediante el apoyo a Milei, cuatro años después de haber perdido su reelección, Macri se vengó de Massa y le impidió su arribo a la Casa Rosada. Por interpósita persona, tendrá su segunda oportunidad. Inesperadamente, a través de un dirigente al que le costará controlar, según se lo escuchó anoche en su primer discurso.
La campaña de cara al ballottage, con el debate incluido, mostró a un Milei que se desdijo de todas sus propuestas previas o, como mínimo, las relativizó al extremo de volverlas insípidas. Sin embargo, no perdió a sus votantes de las Paso. Además, sumó a los votantes de Juntos por el Cambio.
Massa hizo una campaña impecable, profesional, con una narrativa clara y propuestas interesantes. Claramente, el “Massa candidato” a presidente fue muy superior al “Massa ministro” de Economía de un país con una inflación galopante, pobreza en aumento, deficitario y endeudado.
Sin embargo, en los festejos Milei volvió a ser el candidato previo al ballotage: sin estridencias, pero convencido de sus propuestas originales, se dirigió a los “argentinos de bien”; descartó cualquier “gradualismo”; e ignoró el contemporizador discurso de Massa. A Macri apenas si le dio las gracias, y nada más. Demasiado poco.
A pesar de la contundente definición del voto popular, el futuro político argentino sigue siendo una moneda que da vueltas en el aire.