La zoncera ideológica de uno es el pícaro negocio del otro. Hasta hace dos años Alemania era la “locomotora de Europa”. Parafraseando lo que en el siglo XIX tardío se decía del Imperio Otomano, hoy es “el enfermo de Europa”: su economía está estancada, la desigualdad aumenta y la pobreza crece. Sin embargo, insisten en priorizar la reducción del déficit fiscal, consecuentemente, el descontento de la población aumenta y la extrema derecha suma votos. Un discurso fuertemente ideologizado remplaza la apreciación de la realidad.
Después de semanas de discusión y de haber tenido un fuerte traspié judicial, la alianza socialdemócrata-verde-liberal presentó un compromiso presupuestario que elevará al Parlamento: los recortes previstos desencadenaron fuertes protestas. Mientras que el Partido Liberal Democrático anunció que vetaría los planes de los líderes de la coalición para cancelar las exenciones a los agricultores, el Partido Socialdemócrata manifestó su descontento por la eliminación del subsidio a la compra de coches eléctricos.
El compromiso presupuestario se hizo necesario tras una sentencia del Tribunal Constitucional Federal que prohibió utilizar el dinero no gastado del Fondo de Lucha contra el Coronavirus para el Fondo de Adaptación al Cambio Climático. El gobierno se ajustó al “freno a la deuda”, una norma fiscal que tiene por objeto restringir los déficits al 0,5% del PBI y limitar la emisión de deuda; su efecto persistente es el estancamiento económico, evidenciando una vez más que la baja de la inflación no tiene una relación directa con el crecimiento económico, se han producido importantes aumentos en los precios de los alimentos y de la energía que han repercutido en el aumento de la pobreza.
La tasa de pobreza ya estaba aumentando notablemente desde 2010, ahora se ha agravado. La pobreza se corresponde con un crecimiento de la desigualdad, incluso antes de la crisis del coronavirus casi ningún otro país de Europa tenía una distribución de la riqueza tan desigual como Alemania: el 1% más rico posee alrededor de dos billones de euros, mientras que la proporción de personas que viven en la pobreza, a pesar de trabajar regularmente ha aumentado en el nuevo milenio; alrededor del 8% con empleo eran pobres, a pesar de trabajar, por la creciente importancia del sector de bajos salarios.
Desde 1950 la economía alemana combinaba un fuerte sector exportador de manufacturas industriales y tecnología con el crecimiento del mercado interno, mediante un extendido Estado de Bienestar; éste comenzó a ser desmontado bajo el gobierno de Helmut Kohl (1982-98) y decididamente después de la reunificación del país; al mismo tiempo, con el pretexto de que la “reconstrucción” del Este, creció el endeudamiento, mientras que –fieles al reinante neoliberalismo- las grandes empresas sustituían la innovación tecnológica por la obtención de réditos a corto plazo.
Esta política de financiarización de la economía repercutió en el aumento de la desigualdad y el retraso productivo. Entre 2006 y 2017 Alemania todavía superó a otras economías importantes y estuvo a la par de EEUU, pero hoy está estancada, y en 2023 puede convertirse en la única economía importante cuyo PBI se contraiga. Según el FMI el crecimiento alemán será más lento que en EEUU, Gran Bretaña, Francia y España. Y lo peor es que Alemania está literalmente perdiendo su industria: acosadas por el aumento en los costos de producción resultante del crecimiento desmedido de los precios de la energía y la falta de crédito, muchas de las más grandes empresas industriales están trasladándose a China, particularmente la química, la tercera rama más grande del país. Sólo se mantienen a flote aquellas empresas que siguen cooperando con Rusia. Reflejando la crisis, el Banco Central (Bundesbank) recortó drásticamente sus previsiones de crecimiento para el próximo año, afirmando que el país tardará en salir del estancamiento.
En este contexto la prioridad que el gobierno otorga a la reducción del déficit presupuestario sólo puede profundizar el ciclo recesivo. No es de extrañar que el apoyo popular a la coalición gobernante haya caído al mínimo, mientras que la extremista Alternativa para Alemania (AfD) sube en las encuestas. La financiarización de la economía, el cierre de las centrales nucleares, el encorsetamiento de la política por la estabilización presupuestaria, el ciego alineamiento internacional con EEUU y la Otan, la consecuente aplicación de las sanciones contra Rusia, el impune atentado terrorista contra los gasoductos Nord Stream 1 y 2, y las inmensas erogaciones para apoyar al régimen ucraniano de Volodymir Zelenski están hundiendo a Alemania. Cuando se fundó la Otan, en 1949, el político francés Robert Schuman la caracterizaba diciendo que “la Otan sirve para tener a los rusos afuera, a EEUU adentro, y a Alemania abajo”. Tenía razón: gracias a su alineamiento ciego con Occidente, Alemania hoy está muy abajo.