Enrique y Meghan renunciaron a sus títulos de altezas reales, por ende, perderán su financiación pública, pero conservarán, aunque temporalmente, la asignación económica del príncipe de Gales.
Según comunicó el medio Daily Telegraph, el príncipe Carlos -padre de Enrique- que a sus 71 años se prepara para suceder en el trono a la reina Isabel II, de 93 años, seguirá financiando a la pareja de sus «ingresos privados» mientras deciden si se instalan definitivamente en Canadá, Estados Unidos u otro país. Sin embargo, según precisó una fuente cercana al príncipe de Gales, esta ayuda no es inagotable y el trato se revisará al cabo de un año.
Desde que el príncipe Enrique y su esposa Meghan comunicaron la noticia de que querían retirarse del primer plano de la familia real pero seguir «apoyando a la reina», la familia real británica buscaba solucionar la crisis.
Finalmente, la monarca anunció el sábado que la pareja renunciaba a su tratamiento de altezas reales y a su dotación pública y que devolverán los 2,4 millones de libras (unos 3,1 millones de dólares, 2,8 millones de euros) gastados para renovar su casa cerca del castillo de Windsor.
Enrique, de 35 años, también tuvo que renunciar a sus grados militares y condecoraciones conseguidas con dos misiones en Afganistán. La pareja conservará sin embargo su título de duques de Sussex.
La decisión de la pareja fue mal vista por la opinión pública. Frente a la iniciativa, Enrique señaló ante una cena caritativa el domingo en Londres, que le produjo gran tristeza que se haya convertido en esto. Y remarcó: «Nuestra esperanza era seguir sirviendo a la reina, a la comunidad y a mis asociaciones militares, pero sin financiamiento público. Lamentablemente, eso no es posible”.
Enrique y Meghan llevaban meses mostrando dificultades para soportar la enorme presión a la que la prensa sensacionalista británica somete a la familia real, especialmente desde el nacimiento de su hijo Archie hace ocho meses. Aún dolido por la muerte de su madre, la princesa Diana, en un accidente de coche en 1997 cuando era perseguida por los paparazzi en París, el nieto de la reina Isabel acusó a los diarios de acosar a su esposa y dijo temer que «la historia se repita».
Acostumbrada a un lujoso tren de vida y a tener independencia, a Meghan, una actriz californiana que renunció a su carrera cuando se casó con él en 2018, le costó adaptarse a las rígidas normas de vida de la familia real británica.
Su decisión desató también el debate sobre si esta estuvo influida por un trato racista de la prensa británica a la duquesa, que es mestiza.
Enrique dijo que fue necesario «coraje» para abrir un nuevo capítulo en sus vidas, en una aparente tentativa de explicar su decisión a la sociedad. Pero «realmente no había otra opción», explicó.
De acuerdo con Dickie Arbiter, exsecretario de prensa de la corona, las medidas tomadas por la reina respecto a Enrique y Meghan son de una dureza sin precedentes en la corona británica.
«Incluso cuando Eduardo VIII abdicó (en 1936) pasó de ser Su Majestad el Rey a Alteza Real duque de Windsor», recordó. «Esto no tiene ningún precedente», apuntó. De igual forma, agregó, «ningún miembro de la familia real jamás ha tenido que reembolsar dinero».