Ter Milei tor I
Hace unos días, en una entrevista concedida al medio estadounidense The Free Press, Javier Milei apeló a una metáfora cinematográfica para explicar la misión que debe llevar adelante en su presidencia: “Yo vengo de un futuro apocalíptico para evitarlo. Algo así como la historia de Terminator”.
Se refería allí a un futuro dominado por el socialismo, por lo que algunos comentaristas han señalado que la analogía no está bien lograda. En el film de 1984, dirigido por James Cameron, la guerra del futuro, alrededor del año 2029, no se libró entre capitalismo y socialismo, sino entre máquinas controladas por una inteligencia artificial -denominada Skynet- y la resistencia humana, liderada por un experto en computadoras llamado John Connor. Cuando las máquinas están por perder la guerra, cómo último recurso desesperado, logran enviar al pasado (más precisamente al año 1984) a un robot asesino: el Terminator T-800, programado para matar a la madre de John antes de que éste nazca. Pero ¿realmente el presidente no entendió la película?
Los defensores irrestrictos de la Inteligencia Artificial (IA) enfatizan su potencia para brindar soluciones no humanas a problemas humanos. Asumen, para ello, que la realidad, incluida la realidad psíquica, social y económica, es un conjunto de sistemas que se definen por sus relaciones abstractas y flujos de información, que pueden ser registrados, codificados y modulados en base a sofisticados análisis estadísticos realizados por potentes infraestructuras informáticas.
En otras declaraciones periodísticas, esta vez a la prensa argentina, Milei informó que: “Google tiene un sistema armado para hacer la reforma del Estado con Inteligencia Artificial”. Casi en simultáneo, el presidente de asesores de Milei, Damián Reidel, explicaba en LN+ que le había acercado al presidente argentino una idea para convertir al país en el cuarto polo mundial de Inteligencia Artificial. El argumento giraba en torno a los problemas que poseen dos de los otros polos. “Europa hace todo mal, sobreregulan y están matando toda la innovación, por eso no hay grandes empresas de IA en Europa”. Por su parte, Estados Unidos “tiene un problema con su Congreso, que está tratando de regular esto [IA], pero no tienen idea de cómo hacerlo, y las empresas grandes de Estados Unidos están preocupadísimas con este tema”.
El peligro, entonces, radica en el tercer polo, China, que “va a hacer lo que le dé la gana… ellos van a tener el revólver más grande”, concluía el asesor presidencial, contribuyendo a la metáfora belicista. Puesto en estos términos, el futuro distópico parece consistir en que, por un lado, el “comunismo” se erigiría como un peligro, mientras que los países “democráticos” quedarían limitados por las regulaciones.
En ese escenario, Reidel acelera: “el presidente [Milei] ha capturado la imaginación y la atención de todo el sector tecnológico americano”, lo que sería una buena oportunidad para proponer a Argentina como un cuarto polo, “en donde hay grandes extensiones de tierra, clima frío, con exceso de energía (sic), y donde se están impulsando las ideas de la libertad, de baja regulación, de libre empresa”.
La guerra contra los humanos
Las regulaciones son límites humanos a las soluciones no humanas. Tienen, por lo general, el propósito de resguardar a las comunidades de los perjuicios que las empresas de Inteligencia Artificial, como de cualquier otro tipo de empresa, pudieran causar.
Por un lado, en materia de seguridad y de vulneración de los datos privados de las personas; por otro lado, de las consecuencias negativas sobre la salud y el proyecto de vida de los ciudadanos; en tercer lugar, sobre los daños que pudieran producir al medioambiente; por último, de la explotación abusiva limitándola a través de un esquema fiscal justo en el que las corporaciones tributen a la Nación de donde extraen los recursos sociales y naturales.
Personas, salud, medioambiente, Nación, son categorías humanas, demasiado humanas para Milei, algo que parece compartir con las transnacionales tecnológicas que, como dijo Reidel, están “preocupadísimas”. Desde ese punto de vista, las regulaciones de los Estados para proteger a sus habitantes humanos y su ambiente natural ponen en riesgo un futuro próspero. TerMileitor, entonces, viaja desde ese futuro hiperregulado para matar las regulaciones antes que nazcan. El ejemplo más concreto es la propuesta del Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), de la denominada Ley de Bases. Uno de sus principios rectores de este régimen es eliminar todas las regulaciones posibles en pos de seducir a capitales extranjeros, y ofrecerles condiciones privilegiadas para la explotación de recursos sin pagar casi nada de impuestos.
La figura del Terminator le permite a Milei ubicarse en la posición en la que más cómodo se siente: el outsider. Un ser que no es el producto de los procesos políticos, ni sigue las normas sociales, sino que las observa y las cuestiona desde fuera. Un ser que ni siquiera pertenece al género ni a la época: un no-humano que viene del futuro.
Terminator II
En 1991, James Cameron filmó Terminator II, y dio un giro a la trama. La resistencia humana no sólo se dedicó a luchar contra Skynet, sino que pudo reprogramar al T-800 para que luche contra ella. Entonces, Skynet envió al pasado un nuevo Terminator más moderno y mortífero, el T-1000, para matar a John. No obstante, esta vez, el propio John Connor del futuro envió a un T-800 reprogramado, que, aunque de una tecnología más antigua, y a pesar de ser similar al que había atacado a la madre antes, ahora lucharía contra el poderoso T-1000 para protegerla.
En esta segunda parte, la lucha no es entre humanos y máquinas, sino entre Inteligencias Artificiales alineadas a los intereses humanos, e Inteligencias Artificiales destructivas de éstos. Tal vez, esta segunda parte nos permita tener una visión más realista de las guerras que se avecinan. No se trata exclusivamente de humanos resistiendo a través de las regulaciones, sino de cómo los Estados pueden desarrollar IA para asistir a sus pueblos de formas alternativas a las IA corporativas, que buscan someterlos y acaso disolverlos.
TerMileitor batalla a favor de las IA que desarrollan grandes corporaciones, facilitándoles el ingreso irrestricto al país, incluso al Estado, y, al mismo tiempo, desfinancia el sistema científico y tecnológico nacional, en el que tienen lugar innumerables proyectos de desarrollos de IA locales, equipos de trabajo, investigadores en formación. A la vez que, a través del RIGI, intenta matar todo intento de desarrollo nacional de IA para pequeñas empresas locales.
Es cierto que, como en Terminator II, la lucha entre dos modelos de IA es desigual: el T-800 es una tecnología con menos recursos que el poderoso T-1000. John Connor, sin embargo, como el líder que es, insiste en la película: “El futuro no está establecido. No hay destino. Sólo existe el que nosotros hacemos”.