Con un cuarto final de colección y a puro triple, Stephen Curry mandó a dormir el sábado a los eufóricos franceses que durante todo el partido creyeron que era posible el milagro: vencer a Estados Unidos. Pero el base de Golden State Warriors, posiblemente el jugador que cambió la manera de jugar al básquet en la modernidad, se puso el traje de matador y con tiros desde larga distancia le dio al Dream Team una nueva medalla de oro, la octava en las últimas nueve ediciones de los Juegos, solo vencidos por la Generación Dorada argentina en Atenas 2004.
Entonces, a Steph lo abrazaron con fuerza los históricos LeBron James y Kevin Durant, que sumaron una presea dorada más a sus extraordinarias carreras. Estaba en llamas el Arena Bercy de París esperando la gran final entre Francia y Estados Unidos. Sabían los hinchas que debían jugar su partido si pretendían vencer al Dream Team.
Un abucheo sonoro cayó desde los cuatro costados cuando los estadounidenses saltaron a la cancha. Todo hasta que LeBron James tocó el parquet con sus zapatillas tan doradas como su carrera, porque allí la ovación fue unánime. Claro que no la tuvo fácil el Dream Team porque enfrente estuvieron los fenomenales Wembanyama y Yabusele.
Los locales se animaron a plantear un juego rudo y estuvieron cerca del resultado en todo momento. No permitió que los americanos se alejaran y eso fue una virtud. Recién Curry, a puro triple (8 de 12), pudo resolver el juego.
LeBron completó un juego con altibajos (14 puntos, seis rebotes, 10 asistencias y cinco pérdidas). Los estadounidenses se subieron a lo más alto del podio en ocho de los últimos nueve Juegos. La única vez que no lo hicieron fue en Atenas 2004, por eso la gesta de Manu Ginóbili y compañía es más grande con el tiempo. “Voy por mi tercera medalla de oro, pero sigo pensando en mi primer bronce”, había dicho LeBron antes de la final.