El abuso y posterior crimen de una niña de sólo 8 años, Aralí Vivas, sacude a la ciudad de Brinkmann (al noreste provincial), mientras el fiscal Oscar Gieco ya logró esclarecer buena parte de la tragedia. Para una ciudad chica, en la que casi todos los habitantes se conocen, lo sucedido es una prueba palmaria de que el tejido social que contenía y cuidaba a los “hijos del pueblo” se está debilitando rápidamente mientras crecen el individualismo, la indiferencia y la hipocresía.
Los dos acusados, el padrastro Matías Simeone y su amigo Cristian Varela, inevitablemente serán condenados a prisión perpetua por el abuso, pero fundamentalmente por Homicidio Criminis Causa. Habrá que ver finalmente qué pasa con la madre de Aralí, Rocío Rauch, adicta al consumo de drogas y por ahora imputada también por el homicidio. Por último, dos trabajadoras de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) serán investigadas por presunta omisión de deberes de funcionario público.
La historia de Aralí puede interpretarse como la continuidad de las penurias de su madre (adicta y detenida), y también de su abuela (igualmente adicta), presa ésta última por herir a un policía en una situación de violencia familiar. El Poder Judicial suele arreglar estas situaciones aplicando el Código Penal sin otros miramientos, y sin considerar causas y miserias marginales de estas mujeres víctimas/victimarias. Nos preguntamos entonces: ¿cuántas niñas y niños como Aralí habrá hoy en Brinkmann, en Córdoba y en Argentina?
Quienes hoy lloran y se rasgan las vestiduras, ¿no sabían nada sobre lo que le ocurría a esta pequeña y a sus hermanitos, y en esa casa que algunos ahora llaman “aguantadero de choros”? Acaso la misma sociedad conmocionada, ¿no sabe que la inequidad, el hambre, la falta de educación y salud públicas, la exclusión social, la miseria y otras calamidades son una fábrica de marginados en múltiples sentidos? Hay quienes dicen que en el pueblo “corre la droga a lo loco”… entonces, ¿tan difícil es para la Fuerza Policial Antinarcotráfico y las fuerzas vivas prevenir y actuar en una comunidad de 11.000 personas?
Los diferentes gobiernos deberían saber que crímenes como los de Aralí se podrían evitar con más contención, protección y recursos. O sea, con un Estado presente que hoy pareciera brillar por su ausencia.