No es una pregunta retórica ni literaria. ¿Dónde está el corazón de Mamerto? Mamerto es Esquiú, el hombre más poderoso de la Córdoba de 1880. Y su corazón, hoy, es una incógnita.
Podríamos hablar de Mamerto Esquiú como el más político de los religiosos de la patria. El fray Mamerto Esquiú, el hombre que evangelizó bajo la sombra de un tala de Tulumba, el mismo tala que a la vera de la iglesia, tantas veces centenaria, hoy sigue en pie. Podríamos hablar de Mamerto y sus peleas con Sarmiento y su Obispado en Córdoba y su tumba en la Catedral de esta ciudad.
Pero no hablaremos de esa parte de Mamerto y sus discursos, más políticos y filosóficos que religiosos. Hablaremos de su muerte, de su cuerpo y, sobre todo, de su corazón. El corazón de Mamerto. ¿Dónde está el corazón de Mamerto?
Esquiú viajaba, un día tórrido del enero de 1883, desde nuestra ciudad rumbo a Catamarca. Tenía 57 años y era el Obispo en esta tierras. En el Suncho, ya en el Norte del país y mientras la carreta apuraba el paso para llegar a destino, Mamerto murió. Morir en carreta sería, por ese entonces, una práctica acostumbrada para los prohombres de la patria.
Mamerto murió en la carreta, lejos de su tierra. Morir lejos siempre es un problema pero el problema mayor fue cuando vieron que el cuerpo de Mamerto, el orador de la Constitución, comenzó a cambiar. El cuerpo de Mamerto, en medio del monte, se oscureció de repente. Su piel lozana de cura de ciudad mutó en un verdor tan oscuro que el Mamerto muerto no se parecía a ningún otro muerto de la Confederación.
_ Hay que enterrarlo rápido -ordenaron los curas que lo asistían-. Hay que enterrarlo rápido, esto es una maldición -insistieron-.
Intentaron meterlo pronto en un féretro pero Mamerto no entraba. Además del tono
oscuro de su piel, oscuro como la propia muerte, Mamerto se había hinchado. Mamerto tomaba la forma redonda de un verdor escabroso. Tanto se había hinchado que no entraba en el ataúd y hubo que hacer fuerza y buscar otro cajón donde depositar el cuerpo irreconocible de quien era hasta ese momento la autoridad máxima de la Iglesia de Córdoba.
Y antes de que enviaran su cuerpo a Córdoba, a Mamerto le sacaron el corazón. Le sacaron el corazón y lo embalsamaron como una reliquia. Y no, no lo enviaron junto a su cuerpo. El corazón de Mamerto se convirtió en el bien más preciado de Catamarca. Durante 107 años estuvo depositado en el mismo lugar, hasta que en medio del incendio catamarqueño producido por el asesinato de María Soledad Morales, a comienzos de los ‘90, el corazón desapareció.
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Por arte de fuerzas no terrenales, el músculo del fraile dejó de estar en su lugar el mismo día en que la hermana Martha Pelloni se iba de la provincia. El misterio envolvió a todo el pueblo de Catamarca.
_El día que se va la hermana Marta Pelloni desaparece nuestro corazón -decían los catamarqueños, propensos, más que nunca, a razones extrasensoriales-.
Las fuerzas del mal atacaban a la provincia del Norte. Hasta que un mes después de la
desaparición, el 7 de diciembre de 1990, unos albañiles que trabajaban en el techo del convento franciscano encontraron la reliquia en una canaleta, intacto, solo y abandonado. Poco después se supo la verdad: dos alumnos lo habían robado como una travesura. Y como una travesura, habían intentado envenenar a los dos curas responsables de custodiar la presea. El envenenamiento no funcionó: no hay antecedentes de gente que haya muerto por ingerir detergente en la sopa.
Ah, el corazón volvió a desaparecer en 2008. Y hoy sigue desaparecido.
Ah, y la hermana Martha Pelloni, antes de su paso por Catamarca, dirigió un colegio en Córdoba y tuvo como alumna a la hija de Menéndez. Ah, la hija, dicen, era tan mala como el padre.