-Se la considera como la causante del vuelco que diera a la izquierda el Dr. Del Castillo.
(Cita del legajo de identidad de Elvira Ellacuría, elaborado por la Policía Federal).
Él, que es humilde, también es pobre. Fue gobernador y no le alcanza para pagar la renta. Sabe que humildad y pobreza no son sinónimos. No se reconoce en la primera, pero la ejerce con afán. Sabe de pobreza: apenas un departamento de alquiler y muchos libros. En qué gasta este hombre, piensan, que en su último año de mandato dejó superávit en Córdoba. En qué gastará don Santiago su dinero.
Ella no es humilde ni es pobre. Pero valora a quienes no ejercitan la soberbia. Sabe que su lugar en el mundo es al lado de los desposeídos.
Cómo, piensa entonces Elvira, no estar a su lado, al lado de don Santiago.
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Del Castillo, gobernador entre 1940 y 1943, dejó la educación de Córdoba en manos de Saúl Taborda, Antonio Sobral y Luz Vieira Méndez. No habrá trío del saber igual. “En lo que hace a las relaciones obrero – patronales, el gobierno provincial tuvo una evidente simpatía por el avance de las organizaciones gremiales”, dice el datista Efraín U. Bischoff, y para él, siempre del lado patrón de la vida, eso no cuenta como elogio.
En el último discurso de Del Castillo en la Legislatura, sin saber que pronto habrá golpe, avisa:
_ Me han sobrado $ 1.700.000 del año pasado.
Renunciante sin desagrado por el golpe del ’43, una multitud lo acompañó hasta su pobrísimo departamento de la avenida Olmos. No criticó al Grupo de Oficiales Unidos, el GOU, que lo despojó del poder otorgado por la voluntad de los hombres, solo los hombres cordobeses: “Córdoba ha sido la precursora de la Revolución del 4 de junio, porque aquí, en nuestra provincia, se han hecho efectivas, desde el gobierno radical, todas las libertades, porque se hizo una religión del respeto a la constitución y a las leyes; porque se practicó la honestidad administrativa y se hizo realidad la ilusión de la justicia y el trabajo que iba tras el propósito de lograr una Córdoba industrial”. Después de su despedida, aceptó un cargo en aquel gobierno de facto: fue presidente de la Comisión Nacional de Coordinación de Transportes. Duró poco.
Su hogar, sobre Olmos, entre Rivadavia y Alvear, no había sido comprado con el sudor de la frente de gobernador. Un hombre de apellido Giraudo, hacendado de Oncativo, se lo había cedido a préstamo cuando vio que su famoso inquilino no podía costear el pago mensual. Santiago no pudo, aun siendo jefe del Ejecutivo provincial, comprarse techo propio.
Dedicarse a asuntos que iban más allá de la propiedad privada era una cuestión de familia. Elena, la hermana del gobernador, militaba en el Partido Comunista y oficiaba de bibliotecaria de la Biblioteca Nicolás Avellaneda de Cosquín. En tierras del folclore organizó la Junta de la Victoria, organización manejada por el PC en apoyo a los aliados en la Gran Guerra contra el nazi-fascismo.
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Los radicales cordobeses, comandados por Sabattini, no se plegaron a la Unión Democrática que enfrentó a Perón en 1946. Pero igual sufrirán persecuciones y cárcel durante el peronismo. En 1949 cae Santiago, detenido y procesado por un discurso en James Craik. Nunca James Craik fue tan importante.
¿Es acá, en el presidio en donde ella visita a los que libertad no tienen, donde se conocen Elvira y Santiago? Nadie lo confirma. Muchos lo sostienen. Santiago, hombre modesto y pobre, de gran biblioteca, que vive en departamento de alquiler incluso después de ser gobernador y que ahora está preso, tiene compañera, que antes fue su secretaria y después su mente, su cuerpo, su alma.
De Santiago se ha escrito. No tanto. Mas aquí nos interesa hablar de ella.
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Elvira Ellacuría Pavón, marplatense del 20 de enero de 1916: nacida con la asunción del líder Hipólito. Hija del español José Benito y la brasileña Sara Emilia Pavón, oriunda de Río de Janeiro. Tuvo, la pareja del español y la brasileña casada en 1910, un varón, Víctor Ramón, nacido en el ‘12. Y cuatro años después, una hija, Elvira, abogada, 18 años menor que el caudillo cordobés Del Castillo. La diferencia no impide el amor. Tampoco la ruta política.
En los inicios de su militancia, Elvira es secretaria y discípula de Moisés Lebensohn, radical bonaerense de la intransigencia sabattinista. A Moisés, sus correligionarios acostados sobre la derecha le dicen «comunista, ambicioso y judío». Él juraba no ser tan ambicioso.
Elvira y Santiago hacen de novios unos siete años desde fines de la década del ’40. Es el dato oficial. ¿Cuándo se cruzan por primera vez? En mayo del ’38 se realiza en Córdoba el primer encuentro nacional de la juventud radical, en donde participan Lebensohn y Del Castillo. Se casan varios años más tarde: en 1956. Dos años después, él será candidato a vicepresidente acompañando a Balbín, derrotados por Frondizi y con el peronismo proscripto en tiempos de simulación democrática. También comandará, Santiago, la UCR a nivel nacional en dos ocasiones.
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Santiago era uno cuando era solo. Santiago no era el mismo cuando colectivizó su vida con Elvira. De ella habló Sabattini cuando Sabattini habló mal de su carnal Del Castillo. «Santiago está equivocando las cosas, por influencia de gente que no piensa como nosotros». El nosotros no la incluía a Elvira: era mujer y era, también, la más roja de todas. “Radicales -respondió el ahora cuestionado Santiago- serán quienes tengan una conciencia revolucionaria y luchen por la emancipación económica y social del país”. Él y ella, que fue radical y ya no más, sí tienen conciencia revolucionaria. Se juntan y hacen fuego en una Córdoba de agua.
Continuará…