Rubén Benito Amaranto, de 36 años, conocido por el alias “el Albañil” fue condenado por la justicia de Córdoba a una pena de dos años y cuatro meses de prisión por amenazas calificadas por el uso de armas, lesiones graves agravadas por arma de fuego, lesiones leves agravadas por violencia de género y por el vínculo, y coacción, durante un juicio abreviado que terminó días atrás.
El fiscal Andrés Godoy, a cargo de la instrucción, llevó adelante la acusación por dos hechos que protagonizó Amaranto en el primer semestre del año. En primer término, el 16 de febrero pasado, el acusado comenzó discutiendo con una vecina y terminó tiroteándose con Sergio Luna, a quien baleó en el tórax y el abdomen, dejándolo en grave estado. Amaranto recibió un disparo en una pierna.
Meses después, en la localidad de Falda del Carmen, fue denunciado por su pareja de haberla golpeado, arrastrarla del cabello hasta afuera de la casa y amenazarla con un hacha. En esta oportunidad, y en base a lo que Amaranto admitió durante el juicio abreviado, la mujer se trasladó a un hospital de la zona para ser atendida de las heridas sufridas, lugar adonde el agresor irrumpió para convencerla de que no realice la denuncia.
Luego de analizar toda la prueba recolectada en ambos episodios, el fiscal Godoy elevó la causa a juicio no sin antes hacer hincapié en que todo se produjo en un contexto de drogas, alcohol y marginalidad. Allí fue cuando la pareja del “Albañil” detalló años de maltratos físicos, psicológicos y económicos, ejercidos en un marco de control y sometimiento. Vecinos de la pareja confirmaron que los gritos y discusiones eran habituales en dicha vivienda.
En tal sentido, el propio Amaranto confesó durante el proceso abreviado al que decidió someterse por recomendación de su defensor, que llevaba mucho tiempo atrapado por adicciones como el alcohol, la marihuana y la cocaína, reconociendo también que nunca había aceptado someterse a un tratamiento para poder salir de esa espiral de consumo y violencia.
En Tribunales cada vez sorprenden menos este tipo de situaciones marginales que desencadenan violencia urbana, familiar o de género. Vínculos atravesados por el consumo problemático, hijos que crecen conviviendo con esa realidad y naturalizando la violencia, todo un cóctel que refleja la creciente afectación en el interior de esos núcleos familiares de una situación que crece y se desborda en el entramado social.
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