La fecha de nacimiento de Amália Rodrigues siempre fue tema de discusión en Portugal, unos afirman que nació el 1 de julio, otros defienden que fue el 23 de julio. Esa es la primera contradicción: no sabemos cuándo vino al mundo exactamente. A su fecha indeterminada de nacimiento, ella misma se marcó la fecha del 1 de julio. Cumpleaños que también festejaba el día 23 del mismo mes, cuando la familia la inscribió en el registro civil. Extraña forma de vida” desde un inicio, con sus dos cumpleaños. Lo que está claro es el año: 1920, hace un siglo.
En medio de la pandemia, Portugal no ha dejado pasar la oportunidad para conmemorar a la figura más destellante de su música popular. Una figura clave en la cultura portuguesa, porque transformó el género y se le debe el fado tal como lo conocemos hoy.
Para celebrar el centenario de la artista, el Ayuntamiento de Lisboa lanzó un programa que durará un año y finalizará con un espectáculo de videomapping en el Terreiro do Paço, en el corazón de la capital.
De vender fruta a los escenarios del mundo
A la tierna edad de nueve años cantó en la escuela ante un público, por primera vez, y una década después ya actuaba en las casas de fado de Lisboa. Su carrera fue una de las más longevas del siglo XX: en 1994 se retiró de los escenarios con su último concierto.
Como dicen: fadista no se hace, se nace. La reina del fado nació y murió fadista.
Fueron las calles de Lisboa, donde vendía fruta, las que primero escucharon las canciones de Amália, donde su ominoso timbre la convirtió en la diva del fado y en la artista portuguesa que más ha vendido en la historia. Allí empezaba su camino con los fados elegantes, hondos y limpios.
Amália Rodrigues transformó el fado, creó un repertorio nuevo que hoy es considerado como clásico. Fue más allá de lo musical, modificando la puesta en escena del fado, introduciendo el vestuario de color negro, situando a los músicos a su alrededor e incorporando el bajo como instrumento.
Además de la lengua lusa, Amália cantaba música francesa, en inglés, castellano, italiano y en criollo. Daba entrevistas en español como si se tratara de su idioma materno. Intentó sumergirse en el mundo de la actuación, llamando la atención de las más importantes compañías de Hollywood, por donde ya había pasado la otra hiper famosa de sangre portuguesa, Carmen Miranda.
Segunda contradicción: su relación con la dictadura de Salazar. Su papel durante el salazarismo ha quedado en entredicho luego de la Revolución de los Claveles, y fue acusada de colaborar con el régimen fascista, aunque para otros colaboraba con el bando opuesto. Con el tiempo esto se olvidó, y pudo volver a los escenarios de su país. Ese ha sido el capítulo más sombrío de su vida: su relación con la dictadura de António de Oliveira Salazar.
Para el régimen de Salazar, ella era parte fundamental de uno de los estandartes del país, las famosas tres F: Fátima, fútbol y fado. Lo cierto es que al terminar el salazarismo fue acusada de colaboracionista y se marchó a París. Sin embargo, se la suele señalar como apolítica, como alguien que supo convivir con la realidad de cada momento. No obstante, se ha revelado que al mismo tiempo que la dictadura presumía de ella, Amália ayudaba económicamente a las familias de los presos políticos. En la década de los 90, el propio Partido Comunista portugués reconoció que recibía contribuciones de la fadista.
Fado, en portugués, significa destino, y el destino de Amália Rodrigues estuvo marcado por la historia de esa múscia triste, y viceversa. La que traía el mundo portugués en la voz, hoy se encuentra descansando en el Panteón Nacional, lugar en donde descansan los lusos más ilustres.