En nuestro planeta la población actual tuvo una evolución relativamente veloz debido a que los primeros 1.000 millones de habitantes se alcanzaron en 1803, mientras que la duplicación de la misma requirió 124 años más, en 1927. Con posterioridad, el proceso se fue acelerando progresivamente para llegar al total de 7.000 millones en octubre de 2010. Es de subrayar que, si bien el promedio en este último proceso de 83 años se verificó mediante un incremento promedio de 16,6 años para sumar cada 1.000 millones de nuevos habitantes, el séptimo y último “escalón” se verificó en solo 12,5 años. También es importante señalar que desde entonces el ritmo comenzó a desacelerarse notoriamente, al punto tal que en muchos países el número de nacimientos anuales ya es inferior al de defunciones.
El caso más significativo es el de Japón, que ha visto descender su población de 128 a 124 millones de habitantes durante la última década, es decir, en tiempos de paz. Esa tendencia, aunque obviamente a diverso ritmo, se reitera en todos los países europeos. Por el contrario, en los 52 países de África la relación “natalidad/mortalidad” no ha variado y se estima que para el año 2050 su población ascenderá a 400 millones (hoy es de 180 millones). Una evolución semejante se advierte en los países asiáticos situados en la cuenca del Océano Indico. Otro caso muy especial es el referido a la República Popular China ya que pese a ser el país más poblado del planeta, como desde 1980 y hasta 2015 rigió una limitación conocida como “la ley del hijo único”, la población virtualmente se estancó durante esos 35 años. Sus gobernantes justificaron tal limitación en el esfuerzo encarado para hacer factible erradicar definitivamente la pobreza en el menor lapso posible. La referida meta se estableció en 2030. Ese proceso incluye la reeducación de alrededor de 400 millones jóvenes, que con métodos muy rudimentarios trabajaban en el campo. A partir de ese proceso, los jóvenes fueron enviados a una de las 25 nuevas ciudades para desempeñarse en actividades industriales. Se trata de un éxodo de dimensión hasta ahora desconocida que está orientado a modificar sustancialmente la economía china y multiplicar su potencia. Por lo tanto, Pekín propugna un clima de paz permanente, esa es la condición básica para consolidar su liderazgo ecuménico. Es obvio que han demostrado su espíritu de progreso y que solo ellos reúnen las condiciones indispensables para mantenerse al tope en el transcurso del presente siglo XXI. En 1935, cuando fue invadida por su vecino japonés era un país notoriamente atrasado pero, actualmente, se ha convertido en un líder mundial indiscutido.
La situación actual según los especialistas
Los más autorizados especialistas señalan que si esa norma limitativa hubiese seguido rigiendo, a fines del presente siglo la población del “gigante asiático” se habría reducido a 998 millones (-22,8%). Seguramente por ello, a mediados de 2015 dicho límite se duplicó llevándolo a “dos hijos” y se está siguiendo tal evolución para corregir o ratificar esa norma. Los primeros datos parecen haber tomado muy en cuenta esa norma pero también requirió que se haya incorporado un régimen de premios para estimular a las parejas jóvenes hacia la maternidad. En el “caso argentino” se estima que en el año 2020 su población llegara a 45 millones y al tope máximo de 56 millones en la década de los años cincuenta, pero desde entonces comenzará a descender si antes no se adopta alguna medida efectiva al respecto, para cerrar el siglo con solo 49,5 millones como población total.
Un factor muy perturbador en el mundo es la persistencia del “factor hambre”, pues esa lacra ha vuelto a crecer en el mundo y, por tanto, actualmente afecta a una de cada nueve personas en el planeta Tierra. En el escenario futuro, si no se adoptan medidas correctoras, volvería a crecer sin límite alguno. En efecto, a fines de 2017 los que estaban en esa situación ascendieron a 829,8 millones, es decir, 16,6 millones más que en el año precedente, después de registrar sendas reducciones durante el período 2006-2015. En este lapso se redujeron de 911,4 a 795 millones las personas con hambre en el mundo. Sin embargo, en el año 2016 se reinició un nuevo proceso de crecimiento que a fines de 2017 hizo ascender la cifra a 829.8 millones, según lo informado por fuentes especializadas de la ONU. Corresponden de ese total al continente asiático 515 millones (62,2%) y 39 millones de obesos que constituyen otra preocupante epidemia. En el trienio 2015-17 los que sufren hambre crecieron en forma preocupante, pues sucesivamente subieron +10,6% en 2015; +10,7% en 2016 y +10,8% en 2017.
El año que acaba de transcurrir fue el cuarto que apunta a confirmar la precitada tendencia y ello se adjudica “a la persistente inestabilidad en las regiones dominadas por los conflictos, así como a los climas adversos y las múltiples desaceleraciones económicas que han empeorado la situación en cuanto a “la seguridad alimentaria”. También han incidido negativamente las extensas sequías que caracterizan el fenómeno identificado como “El Niño” durante el bienio 2015-16 que incidió notoriamente en la falta de suficientes alimentos. Se agrega a ello que en los países que tienen habitualmente una elevada demanda de alimentos no han logrado cosechar en medida suficiente alimentos para atender su demanda interna. La notoria falta de lluvias ha sido causa esencial para explicar el 80% de las pérdidas habidas en la caída de su reciente producción agropecuaria. Dicha situación ha provocado en América latina que, nada menos que 39,3 millones de personas, sufrieran una aguda carencia de alimentación en 2017.