En «La Guerra Invisible: el último secreto de Malvinas» el periodista Marcelo Larraquy demuestra, por primera vez, cómo Gran Bretaña decidió romper la zona de exclusión que había delimitado y atacar el continente con un grupo comando, algo inesperado por los militares argentinos, ya que, según el historiador, «Galtieri ni esperaba que Gran Bretaña enviara a la mar a su flota, y en caso de que hubiese guerra creía que Estados Unidos sería neutral». Larraquy da cuenta de una serie de desconciertos y decisiones en torno a los acontecimientos que sucedieron cuando los británicos fueron sorprendidos con la utilización exitosa de los misiles Exocet AM-39, sobre todo con el impacto en el Sheffield.
Periodista e investigador, Larraquy (Buenos Aires, 1965) no solo muestra una documentación precisa y da a la luz datos nunca antes revelados y otros pocos conocidos en la Argentina, sino que lo hace con elegancia y con una trama que mantiene al lector atento y entretenido como si se tratase de una novela. Es un investigador que reconstruye la historia argentina desde distintos ángulos y momentos; sus últimos libros fueron «Los días salvaje» (2019); «Primavera sangrienta. Argentina 1970-1973» (2017); y, en colaboración con Roberto Caballero, «Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA», que se acaba de reeditar a 20 años de su primera edición.
– ¿Existió alguna posibilidad real de que Gran Bretaña no respondiera de forma bélica a la «recuperación» de las Islas Malvinas?
– Marcelo Larraquy: Sí, algunos miembros del gabinete de la premier Thatcher no estaban convencidos de la necesidad de enviar a la Fuerza de Tareas al sur del Atlántico, y tampoco creían la expedición bélica deviniera en una victoria segura. Pero la convicción del almirante Henry Leach, jefe del Estado Mayor de la Marina Real, que le aseguró a la premier que podía hacer zarpar la flota en 48 horas y hacerla llegar a las islas en tres semanas, decidió a Thatcher a afrontar la guerra, mientras se iniciaban las gestiones diplomáticas de paz. Pero el avance de la flota fue acotando esas posibilidades de paz.
– ¿Cómo nace la idea de los militares de recuperar las Islas Malvinas?
– La toma de Malvinas fue una idea, sobre todo, del almirante Jorge Isaac Anaya. Es más: siempre la hipótesis de la recuperación estuvo más en los planes de la Marina que del Ejército. Cuando Anaya accedió a la jefatura de la Marina, transmitió su plan al por entonces jefe del Ejército, Leopoldo Galtieri. Y entre ambos conformaron ese objetivo común. Galtieri quería ser Presidente -entre los dos destituyeron al general Viola de la Casa Rosada- y necesitaba del apoyo de la Marina. Y Anaya necesitaba de un jefe del Ejército para llevar a cabo sus planes. Así conformaron el plan para la recuperación de las islas. Pero ninguno de los dos esperaba que Gran Bretaña enviara su flota, y en caso de que hubiese guerra creía que Estados Unidos sería neutral. Malvinas se convirtió en una guerra de la Otan, y esto estaba fuera del análisis inicial de Galtieri y Anaya.
– ¿Qué intenta hacer Argentina luego del embargo y bloqueo que no le permite comprar armas?
– En el libro relato las desventuras de un grupo de marinos en Europa para conseguir misiles Éxocet. Francia se había adherido al bloqueo, y el misil tomó una gravitación estratégica, aunque no se sabía si como sistema de armas del avión Super Étendard podría funcionar. Nunca había sido probado en un combate real. Argentina no consiguió más misiles, pero consiguieron la manera de hacerlo funcionar en una operación de inteligencia en París.
– ¿El Exocet y los Super Étendard, sobre todo con el ataque al Sheffield, fueron una verdadera preocupación para el Reino Unido?
– El Éxocet cambió el centro de gravedad de la guerra. A partir de ese momento, el 4 de mayo de 1982, Gran Bretaña entendió que el problema estaba en el continente. Y hasta que no lo resolviera, no podía desembarcar. El continente se convirtió en un teatro de guerra. Gran Bretaña llevó adelante distintas operaciones en el litoral marítimo argentino. La mayoría todavía se mantienen en secreto de Estado de ambos países.
– ¿En qué consiste «la historia jamás contada» del operativo inglés de atacar el continente?
– Hubo distintas. Yo tomo el diario de guerra de un capitán británico, que describe su desembarco en la isla de Tierra del Fuego con su patrulla. Lo hace bajo otro nombre: William Barnes. Pero cuando pone sus medallas en subasta en 2018, en la descripción se agrega que el subastador ofrece una copia de un libro de su autoría. Ese libro describe la operación. Pero Gran Bretaña todavía la mantiene en secreto.
– ¿Qué eran los comandos SAS?
– Eran patrullas que operaban detrás de las líneas enemigas, a diferencia de las operaciones bélicas clásicas de la segunda Guerra Mundial. Patrullas pequeñas, altamente entrenadas, con una experiencia, en ese entonces, de 40 años de operaciones en el mundo. Operan como una especie de brazo clandestino del Estado Mayor de Guerra. De hecho, las operaciones en el continente violaron la propia zona de exclusión que Gran Bretaña había determinado. Querían volar la base aeronaval de Río Grande, donde estaban asentados los Super Étendard y los Éxocet.
– ¿Existió la posibilidad de ganar la guerra? Thatcher decía «no existe tal posibilidad».
– Es muy difícil hacer una apreciación ex post facto. Si Argentina hubiera tenido más misiles Éxocet, quizá hubiera obligado a la Otan y a EEUU a una intervención más directa en la guerra. Pero Argentina solo contaba con cinco misiles y eso ya produjo un cambio completo en las alternativas bélicas.
– ¿Cuál fue el disparador de la investigación?
– La existencia de una patrulla del SAS que había ido al continente y permaneció varias semanas intentando atacar la base aeronaval. Ese hecho disparó mi interés, pero tenía que entender la naturaleza de la guerra aérea, la guerra electrónica y la gravitación del sistema de armas del Super Étendard para tener la pintura completa.
– ¿En 1982 existía alguna cuestión diplomática que obligara a los militares a demostrar posesión sobre las Islas?
– No que yo sepa. El ataque estaba previsto para el segundo semestre de 1982. Los planes se adelantaron de manera casi fortuita, diría. Los hechos se fueron desencadenando. La Junta Militar quería que el 3 de enero de 1983, a 150 años de la usurpación de Malvinas por parte de Gran Bretaña, flameara la bandera argentina en las islas.
– ¿Se logrará en algún momento desclasificar los secretos de la guerra?
– Se necesita una voluntad política en ambos Estados. Los argentinos merecemos una historia integral de lo que sucedió en la guerra. Nos falta saber qué ocurrió en el continente. La «Guerra Invisible» es el primer paso.
– ¿Sin la Guerra de Malvinas cómo hubiese sido el camino diplomático?
– No sé cómo hubiese sido, pero en los 70 había diálogo y colaboración mutua entre las partes. La guerra atrasó la senda diplomática por al menos medio siglo.