Mientras Francisco volaba hacia Ciudad de Panamá, el mandatario Nicolás Maduro proclamó la ruptura de relaciones con Estados Unidos en el marco de una sangrienta jornada de protestas que deja al menos una decena de muertos.
Brasil, Argentina, Colombia, Perú y otros siete países de la región -incluyendo a Panamá- secundaron al presidente Donald Trump en su decisión de dar trato de gobernante interino al jefe del Parlamento, Juan Guaidó, mientras México optó por seguir reconociendo a Maduro.
En medio de esa sacudida diplomática, el pontífice argentino, de 82 años, comenzó su visita a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, en la que se espera aluda a la peor ola migratoria jamás registrada en América latina por crisis políticas y económicas.
Apenas descendió del avión, Francisco saludó al presidente anfitrión Juan Carlos Valera y tomó un primer auto rumbo a la Nunciatura.
Un joven, con una bandera de Venezuela entre las manos, evadió el cordón de seguridad y corrió hacia el costado derecho del vehículo, obligando al conductor a desviarse por unos segundos.
«Venezuela en estos momentos está pasando por una situación muy fuerte, muy crítica (…), creo que lo que el papa debería hacer es llamar a la unión en Venezuela (…) hacer un llamado más fuerte al gobierno», dijo a la agencia AFP John Gallego, un venezolano de 31 años que viajó desde Colombia para el encuentro con el papa.
A lo largo de su recorrido de 29 km hasta la Nunciatura, gran parte de los cuales los cubrió en el papamóvil, un Francisco siempre sonriente se salió del libreto para acercarse a la multitud. Entre el grupo de peregrinos venezolanos sobresalían carteles en los que se leía «pray for Venezuela (ora por Venezuela).
Desde que colapsó la economía venezolana en 2013 y se agudizó la pugna política, el papa ha evitado chocar de frente con Maduro, pese a una posición muy crítica de los jerarcas católicos venezolanos.
– «Nos vuelve locos» –
Aun con la tensión en Venezuela, la más grave desde las protestas de 2017 que dejaron unos 125 muertos, el viaje de Francisco supone un paréntesis en el torrente de escándalos de abusos sexuales que sacuden la iglesia católica.
Francisco, hijo de inmigrantes italianos, espera traer un mensaje de alivio a la juventud forzada a huir de sus países de origen. Antes de tomar su vuelo, se reunió con ocho jóvenes refugiados.
«Es el miedo lo que nos vuelve locos», comentó Francisco, respondiendo a un periodista que calificó de «locura» la promesa de Trump de construir un muro en la frontera con México.
Hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses y venezolanos traspasan fronteras a diario en busca de oportunidades. Desde Centroamérica, multitudinarias caravanas que huyen de la violencia de pandillas y los conflictos políticos se dirigen hacia Estados Unidos.
Y los venezolanos escapan de una destructiva crisis económica, con hiperinflación y escasez de alimentos y medicinas.
«Un bálsamo»
El martes el arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, llamó la atención sobre la «nula respuesta» de los gobiernos frente a los problemas sociales que involucran a los jóvenes: «Los lanzan a cifrar sus esperanzas en otros países, exponiéndoles al narcotráfico, la trata humana, la delincuencia y tantos otros males».
Por eso, «anhelamos» que esta visita «sea un bálsamo», expresó Ulloa ante la multitud en el Campo Santa María la Antigua del paseo marítimo de Ciudad de Panamá.
Pero el mensaje de alivio no será exclusivamente para los jóvenes, sino también para la propia iglesia. Francisco regresa a Latinoamérica un año después de su visita a Chile, ensombrecida por protestas y escándalos de abusos sexuales de curas a menores y su encubrimiento por la cúpula eclesiástica.
El tema «genera mucha atención en la iglesia», recalcó el director de prensa del Vaticano, Alessandro Gisotti, aunque aseguró que el papa «no tiene programado un encuentro con víctimas» de abusos en el istmo.
Durante su estadía, Francisco visitará un centro de detención juvenil y tiene previsto un encuentro con enfermos de sida en un centro de asistencia. Asimismo, prevé reunir a unos 70 obispos de Centroamérica.
Al menos siete presidentes acudirían el domingo a la última misa del papa en la JMJ: Jimmy Morales (Guatemala), Juan Orlando Hernández (Honduras), Salvador Sánchez Cerén (El Salvador), Carlos Alvarado (Costa Rica), Iván Duque (Colombia) y Marcelo Rebelo de Sousa (Portugal), además del anfitrión Juan Carlos Varela.
Sobresalen las ausencias de Maduro y el mandatario de Nicaragua, Daniel Ortega.
La misa final se realizará en las afueras de la capital panameña, donde se ha levantado una gigantesca tarima para que a lo largo de casi tres kilómetros los asistentes puedan seguir la intervención del pontífice.
Un gigantesco mural contra la xenofobia y el racismo, en forma de vitral, decorará el altar.