Luego de un análisis histórico donde fueron relacionando información demográfica de los primeros habitantes de América del Sur junto con las tecnologías de ese entonces y la cantidad de grandes mamíferos que vivieron en el período del Pleistoceno, conocidos como «megafauna», investigadores del Conicet en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata determinaron que el efecto directo de la depredación humana fue el principal factor que generó su extinción.
Los autores de este estudio científico, que fue publicado en la revista Nature Communicatios, son Luciano Prates, arqueólogo, e Iván Péres, antropólogo biólogo. Ambos, además, son doctores en Ciencias Naturales. Para realizar esta investigación utilizaron una amplia cantidad de datos de registros fósiles y arqueológicos de todo el subcontinente.
«Hace 40 años se debate si la causa de la extinción de los grandes mamíferos, ocurrida hace 13.000 o 14.000 años, fue por los cambios climáticos, por el ingreso de los primeros grupos de personas en el continente americano, o la combinación de ambas. Nosotros creemos que los seres humanos no fueron el único factor, pero sí el más importante», afirmaron.
El trabajo asocia la actividad de caza de los primeros pobladores con la caída demográfica y posterior desaparición de todas las especies de grandes mamíferos sucedida a finales del Pleistoceno.
La investigación pone el foco en las coincidencias temporales y geográficas existentes entre las evidencias de megafauna y las de una punta de lanza muy particular conocida como «cola de pescado». Se trata de herramientas de piedra tecnológicamente muy complejas, que se distribuyeron por la mayor parte de Sudamérica, pero durante un período de tiempo relativamente corto: poco más de 1000 años.
Del análisis de 156 registros de puntas cola de pescado y 204 correspondientes a ejemplares de la megafauna de diez especies diferentes (entre ellas milodón, megaterio y dos tipos distinto de caballo americano) surge que la megafauna se distribuye en los mismos lugares en los que aparecen las armas. «Coinciden en las pampas del sudeste de Brasil, Uruguay y Argentina, centro y sur de la Patagonia. Esas zonas, en aquel entonces, eran áreas abiertas de pradera o estepa, que era donde la megafauna estaba bien adaptada», resaltó Pérez.
En tanto Prates sostuvo que «la megafauna crecía a tasa alta luego del final de la última glaciación (hace 18.000 años) hasta hace 12.900 años». Sin embargo, luego «empezó a decrecer manera repentina» y explicó que esto coincide exactamente con el momento de aparición de las puntas cola de pescado. «Suponemos, entonces, que cuando los seres humanos adquirieron esa nueva tecnología comenzaron a cazar a estos mamíferos, y de ahí el descenso de esas poblaciones», explicó.
«Esa situación se extendió durante más de 1.000 años y finalizó con la desaparición prácticamente simultánea de los megamamíferos y las puntas de lanzas, lo que demuestra que ambos estaban íntimamente ligados», añadió. Sumado a esto, los científicos observaron que el crecimiento poblacional de los seres humanos se detuvo también cuando la megafauna se extinguía, posiblemente por el efecto de la escasez de presas que fueron importantes desde el punto de vista alimenticio.
«Contado esto como un cuento, y de forma bastante simplificada, sería algo así: luego del arribo de los primeros humanos a Sudamérica, hace 16.000 años, la población comenzó a crecer lentamente y sin afectar a la megafauna, tal vez porque no fue un objeto de caza frecuente ni importante en aquellas sociedades», sintetizó el arqueólogo. Sin embargo, «esto cambiaría hace unos 13.000 años con la aparición de las puntas de lanza cola de pescado, ya que los humanos habrían comenzado a cazar megafauna, probablemente solo algunas especies».
«Como resultado de eso, la población humana comenzó a crecer de manera vertiginosa y la de megafauna a caer también repentinamente, no solo por la caza sino también por los cambios ambientales ocurridos en el mismo memento», continuó y añadió que «algo más de 1.000 años después la megafauna y las puntas cola de pescado prácticamente habían desaparecido, y el crecimiento de la población humana se detuvo durante un tiempo».
En paralelo, ambos expertos comprobaron mediante el análisis de datos, que los cambios climáticos no coinciden con los cambios demográficos de la megafauna ni de los humanos.
Sobre toda esta base de información, el nuevo trabajo postula que el ser humano fue el principal responsable de la extinción de la megafauna pero no por haber arremetido compulsivamente contra todas las especies como asegura una hipótesis clásica planteada hace más de 40 años por el paleontólogo norteamericano Paul Martin. «Creemos que los humanos solo cazaron algunas especies, 4 o 5. Ello, sumado a los profundos cambios climáticos ocurridos al mismo tiempo, generaron un desequilibrio tan profundo en el sistema ecológico que causó un efecto dominó que desencadenó en un colapso general de toda la comunidad de grandes mamíferos», puso de relieve Prates.
Según sostienen, el ser humano «fue el agente que prendió la mecha en un escenario complejo al predar algunas especies. Lo ocurrido con la megafauna es uno de los antecedentes de una extinción masiva en un escenario muy complejo en el que se combinaron el factor humano, pero también lo ambiental y climático hasta la sociedad capitalista», finalizó.