Brasil se ha transformado en un verdadero cóctel explosivo, aunque no solo por el descontrol sanitario que atraviesa por el coronavirus. En medio de la explosión de la segunda ola, que mantiene colapsadas a las terapias intensivas de casi todo el país, miles de personas salieron el fin de semana a manifestarse en las calles a favor del presidente Jair Bolsonaro, que está siendo investigado por el Congreso y cuestionado por su gestión de la epidemia.
Las multitudinarias manifestaciones del sábado 1 de mayo exhibieron una peligrosa consigna: al grito de Yo autorizo”, sus integrantes reclamaron una intervención militar contra las cuarentenas decretadas en Brasil. Los manifestantes se destacaron por no cumplir con las medidas de distanciamiento social ni de cuidados sanitarios básicos. En Río de Janeiro, cientos de manifestantes se reunieron cerca de la famosa playa de Copacabana, con pancartas que exigían una intervención militar” para reforzar los poderes de Bolsonaro. En la capital, Brasilia, las marchas fueron aún más grandes y Bolsonaro se hizo presente al sobrevolar el lugar en plena manifestación.
Hace dos semanas, el presidente dijo que estaba esperando una señal de la gente” para tomar medidas” para poner fin a las restricciones tomadas por alcaldes o gobernadores para intentar frenar la propagación del coronavirus. Y más recientemente, en una entrevista televisiva, dijo que el Ejército podría salir a la calle un día, para hacer cumplir la Constitución, la libertad de ir y venir”.
Pero si la salida de los militares de sus cuarteles es por ahora una amenaza potencial, las milicias ultraderechistas que siguen al mandatario son una realidad. Una investigación reciente titulada La expansión de las milicias en Río de Janeiro”, realizada por el Grupo de Estudios de Nuevas Ilegalidades (GENI) de la Universidad Federal Fluminense, alertó por este crecimiento de las milicias de ultraderecha.
El trabajo señala que a lo largo de las últimas décadas, el poder armado de las llamadas ‘milicias’ sobre territorios, poblaciones y mercados se ha estado expandiendo en la ciudad de Río de Janeiro y área metropolitana”. Los investigadores sostienen que las milicias controlan el 56,8% del territorio de la ciudad de Río de Janeiro, donde una población de 2.178.620 personas (33,9% del total) vive bajo el dominio armado de estos grupos”.
Más allá de los lasos demostrados entre estos grupos con el clan Bolsonaro, en Brasil ahora crece la preocupación por las consecuencias sanitarias que tendrán las marchas del fin de semana a favor de un autogolpe, que amenazan con aumentar los contagios en momentos donde el país superó los 400.000 muertos por la pandemia.