Estoy buscando trabajo, si sabes algo avísame”. Esta es una frase recurrente que todos hemos oído al menos una vez por lo menos en nuestro país. El panorama es claro y bastante preocupante: la oferta laboral escasea y en ciertas ocasiones hasta parecería no existir. El año 2020 cerró su último trimestre con una tasa de desempleo de 11%, la más alta desde 2004, según los datos proporcionados por el Indec. Este porcentaje es aún peor si se toma en cuenta el período de cuarentena en los primeros meses del año pasado (13%), y contrasta marcadamente con una tasa del 8% a finales de 2019.
Por otro lado, según un informe proporcionado por el CIPPEC (Centro de implementación de políticas públicas para la equidad y el crecimiento), el desempleo juvenil afecta a un 19,8% en Argentina, siendo, de esta manera, el país con mayor desempleo juvenil de toda la región.
Entonces, ¿qué sucede con el empleo? ¿por qué parece transformarse en un recurso cada vez más escaso? La búsqueda de trabajo se vuelve una odisea recorriendo las numerosas consultoras de recursos humanos que hay la ciudad, dejando curriculums por doquier, y esperando llamadas que casi nunca se concretan.
La oferta laboral, por su parte, es bien exigente en un aspecto crucial: los años de experiencia. Este es un requisito tan indispensable que se convierte en un laberinto sin salida: ¿cómo acceder a un trabajo específico, que pide experiencia previa, si todos los demás exigen lo mismo? ¿Cómo puede un joven forjar experiencia laboral si ningún empleador está dispuesto a brindar una oportunidad a aquel que carece de ella?
Bajo la actual vorágine de este capitalismo salvaje, el objetivo es maximizar las ganancias al menor costo posible. Contratar un nuevo empleado significa, desde esta óptica, una carga adicional para la empresa, un peso que no está dispuesta a soportar. Dicho de un modo hipotético, ¿por qué contratar 50 empleados, cuando se puede contratar 20 y exigirles una carga laboral para que obtengan el rendimiento de 50? En el otro extremo de las ideas, los así llamados libertarios” ofrecen otra explicación: el empleo escasea dada la alta presión tributaria, los costos excesivos de contratación y las enormes regulaciones legales a la hora de comenzar un emprendimiento.
La formación académica es otra cara del problema, que no es posible obviar. Muchas carreras de grado profundizan en aspectos teóricos, dejando a un costado las herramientas prácticas y el entrenamiento profesional adecuado para una inserción laboral exitosa. Por otra parte, hay una realidad por demás evidente: el número de egresados universitarios nunca había sido tan alto. Esto puede llevar a una superpoblación de egresados que no alcance a ser cubierta por la oferta disponible.
Como resultado, muchos jóvenes profesionales, tanto en Argentina como en otros partes del globo terminan en empleos para los cuales están sobrecalificados. Como bien lo demuestra el periódico The Economist, esta realidad sobrepasa nuestras fronteras: Gran Bretaña posee demasiados empleos con jóvenes sobrecalificados (un tercio de los graduados), y China preocupa por su ranking cada vez más creciente de graduados desempleados, que salen a la búsqueda del primer empleo que se cruce en su camino.
Incluso, en la Unión Europea es bien conocido en el caso de Italia y su preocupante fuga de cerebros” hacia países con destinos salariales más atractivos, como Francia o Alemania.
El hecho de conseguir trabajo no asegura un porvenir tranquilo en la vida del ciudadano promedio de Argentina. La constante inflación, siendo el sexto país del mundo en el ranking inflacionario (acorde a datos del FMI) provoca una inestabilidad económica en gran parte de los hogares de clase media que luchan para llegar al famoso fin de mes”.
En segundo lugar, es necesario recordar otro punto importante: el alto porcentaje de economía informal o en negro. Esto se traduce en la imposibilidad de acceder a una compensación en caso de accidente laboral o despido, incapacidad de reclamos por falta de pagos o aumentos salariales y la ausencia de una jubilación a futuro. Por lo tanto, contamos con un grueso sector de la población, que, si bien tiene trabajo, convive a diario entre el desamparo legal y las arbitrariedades de los empleadores.
Esta precariedad laboral sumada a la inestabilidad económica y política ha llevado a ver la salida del país como la única opción factible. Desde jóvenes que recién egresan de la universidad, hasta familias que buscan un mejor porvenir, el destino de ellos parece estar cruzando el continente. Si bien aceptan que países como España e Italia tienen ya sus propios problemas, consideran que una vida aquí les traerá aparejado una mejor calidad de vida que en su país de origen.
Debatir sobre el derecho al trabajo y las condiciones del mismo es pensar el país que queremos y sobre todo aquel que heredarán las generaciones futuras. Las políticas de asistencia, como los planes sociales, son medidas de contención que no han logrado resolver de fondo los problemas estructurales del desempleo, la pobreza y la desigualdad social. Necesitamos repensar los políticos que tenemos, y estamos en derecho de exigir una renovación en lugar de castas” de funcionarios que se perpetuán en el poder. El futuro de la Argentina dependerá, por lo tanto, de la conformación de una nueva cultura política.