El uso de la bicicleta creció en todo el mundo durante la pandemia de Covid-19. Entre marzo y octubre del 2020, las solicitudes de recorrido en bicicleta en Google Maps aumentaron un 83% en Argentina respecto de igual periodo de 2019. Pero este incremento en la demanda toma a las ciudades argentinas con escasa infraestructura y sin una política activa.
El boom por el ciclismo se debe a varias razones. Y es bienvenida no solo porque mejora la salud de quienes pedalean. También incrementa la calidad de vida en las ciudades, además de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) responsables del cambio climático.
La bici no emite CO2. En 2015 un estudio calculó que si en el mundo el 20% de los viajes en vehículos se realizarán en bicicleta, se lograría una reducción de las emisiones del transporte urbano del 11 por ciento para 2050.
Efectos sobre la salud
El riesgo de mortalidad por todas las causas es un 20% menor en los ciclistas que pedalean una hora diaria y un 30% menor en los que lo hacen por 100 minutos respecto de los no ciclistas.
Las personas que usan la bicicleta más de 3,5 horas por semana reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 20%. Todos estos beneficios y más fueron analizados en una revisión científica.
Existen dos potenciales efectos negativos: los ciclistas están más expuesto a la contaminación provocada por el tráfico y tienen más riesgos de sufrir un accidente de tránsito. Pero otra revisión determinó que los beneficios para la salud sobrepasan a estos efectos negativos.
El uso de la bicicleta también ayuda a reducir la contaminación del aire al bajar el uso de vehículos con motor. Un estudio realizado en ciudades de Estados Unidos demostró que invertir en ciclovías y caminos peatonales se traduce en un incremento en los años de vida de la población en general.
En todos los escenarios considerados, los beneficios monetizados de las muertes evitadas superan sustancialmente los costos directos de inversión en infraestructura. La inversión en infraestructura de movilidad activa (para peatones y ciclistas) es una forma rentable de reducir la mortalidad, especialmente en áreas urbanas”, concluye el estudio.