Una toma puntual elevada no supone padecer la enfermedad, no significa ser hipertenso, ya que la tensión debe mantenerse elevada a un valor igual o superior a los 140/90 mmHg en la mayoría de mediciones. Cuando la tensión sistólica supera los 180 mmHg se produce lo que se denomina crisis hipertensiva.
Las causas más comunes de un pico de tensión son olvidar la medicación –la adherencia al tratamiento es fundamental para mantener los niveles de tensión estables– o una transgresión dietética –un consumo excesivo de alimentos con altos niveles de sal puede descompensar en gran medida la tensión arterial–. Otros motivos son la apnea del sueño, una crisis de ansiedad o el ejercicio físico.
Una crisis de hipertensión puede cursar sin síntomas o presentar síntomas difusos como dolor de cabeza, mareo, taquicardia, dolor en los ojos o más graves como dolor en el pecho. Así debemos actuar si nos enfrentamos a una crisis de hipertensión:
1. Atención médica inmediata. Cuando se produce una crisis de hipertensión la persona debe ser atendida por un médico para que evalúe el cuadro que está sufriendo y determinar si se debe a una crisis de ansiedad o hipertensiva.
2. Ser consciente de la gravedad. La crisis hipertensiva puede llevar al paciente a una insuficiencia cardiaca, un ACV o un cuadro serio que podría conducir a la persona a la muerte.
3. No ponerse nervioso. Mientras se consigue acceder a la atención médica es importante tranquilizar a la persona para que el nerviosismo no contribuya a elevar la tensión aún más.
La gravedad depende del paciente y del cuadro clínico que lo acompañe, pero una crisis hipertensiva puede tener consecuencias muy graves en los órganos más dañados por la hipertensión que son cerebro, corazón y riñón..