Un informe reciente del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) reabrió la preocupación en Córdoba al detectar niveles elevados de arsénico en acuíferos subterráneos utilizados para consumo humano en distintas localidades del interior provincial.
El estudio remarca que el riesgo se presenta principalmente en las zonas que dependen de perforaciones para su abastecimiento. En esos sistemas, el agua proviene de napas donde es más frecuente la presencia natural de este mineral. Entre las áreas señaladas aparecen Vicuña Mackenna, Laboulaye, Etruria, Villa Nueva, Villa María y La Playosa, entre otras.
Aunque el informe mencionó inicialmente a la ciudad de Córdoba, Aguas Cordobesas descartó cualquier riesgo sanitario. La empresa aseguró que el suministro capitalino es seguro, potable y sin presencia de arsénico, debido a que se nutre exclusivamente de fuentes superficiales: los embalses San Roque y Los Molinos. También indicó que desde hace casi tres décadas realiza controles trimestrales sin registrar valores por encima de los límites legales.
La aclaración no terminó de despejar la inquietud en el interior provincial. Las prestatarias de Villa María y Villa Nueva, también mencionadas en el reporte, comunicaron que el servicio local cumple con las normativas vigentes y es apto para el consumo humano. Señalaron que las perforaciones que utilizan alcanzan acuíferos de gran profundidad, aislados de las napas donde suele detectarse el mineral.
Ambas compañías destacaron además la realización de monitoreos periódicos auditados por la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) para garantizar la calidad del agua distribuida en red.
El arsénico es un elemento químico que se encuentra de manera natural en el medio ambiente, pero su toxicidad ha llevado a que sea conocido como el “rey de los venenos” y hoy en día se lo reconoce como uno de los principales riesgos para la salud pública, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La forma más común de exposición es a través del agua potable.
El arsénico en el medio ambiente proviene tanto de fuentes naturales, como la meteorización y emisiones volcánicas, como de actividades humanas, como la minería y el uso de plaguicidas.









