La investigación se dio a conocer tras el dialogo con el licenciado en Ciencias Ambientales y doctor en Oceanografía Antonio Curtosi, jefe del área de Investigaciones Fisicoquímicas y Ambientales del Instituto Antártico Argentino (IAA), organismo que impulsa investigaciones en distintas áreas de desarrollo científico para conocer mejor la Antártida y como se ve afectada por la contaminación y el cambio climático.
En este marco, Curtosi afirmó a la agencia Télam que «hay un consenso científico internacional que dice que si el promedio de la temperatura global aumenta dos grados, los cambios podrían ser irreversibles a mediano plazo. Si la temperatura aumenta dos grados en Buenos Aires no nos va a condicionar mucho la vida, pero si en la Antártida subís dos grados por encima de cero, todo comienza a descongelarse y cambia muchísimo».
«Incluso un grado de diferencia en el mar puede provocar cambios significativos», explicó.
En tanto, para Curtosi, «el gran regulador del clima en el planeta es el mar. Por eso en el hemisferio sur, donde hay mayores superficies de agua que de tierra, los rangos de amplitud térmica son más estrechos mientras que en el hemisferio norte, que tiene mayor proporción de masas continentales, las diferencias de temperatura son más grandes».
El investigador sostuvo que «las masas de hielo del ártico están en flotación, por lo cual su derretimiento no afectaría a un aumento de la altura de los océanos, pero el continente antártico posee grandes masas de glaciares continentales, y si estos se descongelan pueden modificar la altura del mar condicionando la vida en cualquier ciudad costera».
«Disponemos de datos confiables sobre registros de temperatura de los últimos 100 o 150 años, lo que representa apena un punto en la historia de la Tierra. A partir de la era industrial pueden estar acelerándose algunos procesos a través de la quema de combustible fósil o el movimiento de suelos para la minería, pero no sabemos si el planeta todavía está saliendo de su última glaciación, y la suba de temperatura también forma parte de ese proceso», estimó.
Y agregó que «algunas actividades como la tala de bosques o los derrames de hidrocarburos pueden generar cambios drásticos localizados, pero para hablar de la incidencia humana en un cambio climático global se requiere mucho más de lo que registramos ahora».
«La gravedad del impacto que tengan las consecuencias del cambio climático está dada por su velocidad. Si los cambios son paulatinos, todos los organismos encuentran mecanismos de adaptación. Hace treinta años el consenso era que el adelgazamiento de la capa de ozono iba a dañar el plancton de la superficie marina, que es la base de la cadena alimentaria, y lo que terminó sucediendo es que en lugar de desaparecer, ese plancton de superficie se desplazó en profundidad y siguió su vida usando el agua como protección natural», resaltó.
En línea con ello, ejemplificó que «si en el lecho marino de la Antártida hubiese alguna fuga de gas metano de algún posible yacimiento hidrocarburífero es probable que la flora y la fauna se adapten con el tiempo a la presencia de ese gas, pero si un buque naufraga y provoca -en un momento- un gran derrame de combustible, es seguro que acabaría con toda la vida en la zona».
«Hacer ciencia en la Antártida no es buscar el conocimiento por sí mismo, sino tratar de conocer cómo se comportan todos los ecosistemas ante el cambio climático para comprender qué sucede e intentar anticiparnos a la posibilidad de un descongelamiento», explicó.
Y agregó que ello sirve «para que se puedan prever planes de contingencia paras las comunidades que podrían verse afectadas», concluyó Curtosi.