Un equipo interdisciplinario de investigadores de Córdoba, La Plata y Chile diseñó un innovador microchip que simula la porosidad del suelo para observar cómo se mueven las bacterias que ayudan a las plantas a crecer. El hallazgo fue publicado en abril en una revista científica de la editorial Nature y promete impactar en la producción agrícola sustentable.
El dispositivo fue desarrollado por investigadoras de la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), junto con colegas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y de Chile. Tiene el tamaño de la yema de un dedo, es transparente y en su interior reproduce los diminutos canales del suelo real.
El microchip permite observar, por primera vez en condiciones controladas y similares a las naturales, el comportamiento de bacterias fundamentales para cultivos como la soja y el maní, como la Bradyrhizobium diazoefficiens, encargada de fijar nitrógeno en las raíces de las plantas.
“Se creía que los flagelos laterales ayudaban a nadar en espacios angostos. Pero vimos que no: bajo confinamiento, nadan igual que las otras con un solo flagelo trasero. Tal vez esos flagelos sirven para otra cosa, como arrastrarse cuando el suelo se seca”, explicó Verónica Marconi, investigadora del Conicet y profesora en la UNC.
El proyecto implicó diez años de trabajo y surgió de la idea de Marconi tras ver un dispositivo similar en Chile. La fabricación final se realizó en un laboratorio de ese país, que contaba con los equipos necesarios para trabajar a escala microscópica.
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Un aporte clave para una agronomía sustentable
El descubrimiento permite no solo entender mejor cómo se desplazan estas bacterias en el suelo, sino también mejorar su aplicación en los cultivos.
Aníbal Lodeiro, investigador de la UNLP y coautor del trabajo, señaló: “La manera en que se inoculan las bacterias determina cuánto tendrán que trasladarse en el suelo para alcanzar las raíces. Observamos que la inoculación en el surco de siembra es más favorable que la inoculación en las semillas, pero debe desarrollarse una tecnología de inoculación en el surco, cuyo costo no supere al de la inoculación en semillas”.
Esta información podría guiar el desarrollo de biofertilizantes más eficientes, disminuyendo el uso de agroquímicos y reduciendo su impacto ambiental.
Además, Marconi destaca: “Esto es un pasito, pero es un resultado importante que puede abrir muchas puertas para seguir. Los investigadores de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) estudian estas bacterias desde hace 30 años y es la primera vez que pueden verlas así en acción”.
Ciencia pública, interdisciplinaria y con rostro femenino
El equipo detrás del desarrollo estuvo formado en su mayoría por mujeres y dirigido también por científicas, muchas de las cuales trabajaron mientras cursaban embarazos. No patentaron el diseño del microchip para priorizar la publicación académica y favorecer la formación de jóvenes investigadores.

El dispositivo, además, fue acompañado por un software de seguimiento bacteriano propio, desarrollado en la UNC, que permite registrar con precisión los movimientos de microorganismos que otros programas no detectan. También está siendo aplicado a estudios de microfluídica en otras áreas, como reproducción asistida y administración de fármacos.
Lodeiro subrayó la importancia del trabajo conjunto: “Los problemas del medio natural no se restringen a una única disciplina, por lo tanto, siempre requieren de la participación de especialistas diversos”.
Para Marconi, el desarrollo también refleja el valor de la ciencia pública argentina: “Es importante mostrar que la universidad pública puede lograr este tipo de desarrollos. Esto salió con años de esfuerzo colaborativo entre colegas, becarios, viajes, subsidios de UNC, Conicet, Foncyt y generó formación de muchos recursos humanos y conocimiento que puede mejorar directamente la producción local”.