Este año la democracia argentina celebra sus primeros 40 años de continuidad institucional, sin golpes de Estado, sin fraudes ni proscripciones.
Nunca antes había sucedido algo semejante, y vale la pena destacarlo, sin oportunismos partidarios ni sectoriales, como un logro colectivo.
No es un dato menor. Pensemos que el primer presidente elegido realmente por el pueblo, mediante el voto secreto y obligatorio dispuesto por la Ley Sáenz Peña, fue el radical Hipólito Yrigoyen, el 12 de octubre de 1916. Esa es, desde mi punto de vista, la fecha de nacimiento de nuestra democracia.
A Yrigoyen lo sucedió su correligionario Marcelo T. de Alvear y, después, volvió Yrigoyen. Su segundo mandato fue interrumpido por el nefasto golpe de Estado de 1930. Esos 14 años de gobiernos radicales (1916-1930) configuraron el período más largo de continuidad institucional, hasta ahora.
Entre 1930 y 1983, solamente Perón fue elegido mediante elecciones competitivas. En 1946, en 1952, ya con el voto de las mujeres, y, por tercera vez, en 1973, tras el golde de Estado de 1955 y un largo exilio. El resto fueron gobiernos surgidos de golpes de Estado, fraudes o proscripciones.
Dicho eso, convengamos que las asignaturas pendientes de la democracia son muchas y muy grandes. Entre ellas, la pobreza, que, en 40 años, se ha multiplicado por 10.
Según los datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina, que elabora la UCA, la pobreza en Argentina alcanza al 38,9 por ciento de la población.
Y no es la más alta de estos 40 años, por cierto. Considerando la misma fuente, tras la crisis de 1989, la pobreza alcanzó al 65 por ciento de la población y, tras la crisis del 2001, al 75 por ciento. Estamos mal, pero estuvimos peor, podríamos decir sin caer en un consuelo de tontos.
Entre 2003 y 2013 se dio un proceso de baja muy importante. De un 75 a un 25 por ciento, es decir, 50 puntos porcentuales de descenso. Un éxito que tampoco se puede desconocer, más allá de las simpatías o antipatías respecto a quienes gobernaron durante esos años: Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
A partir de entonces, la tendencia se revierte y sube constantemente, salvo en el segundo año de la gestión de Mauricio Macri (2017). Los dos últimos años de Cambiemos y lo que va de la gestión del Frente de Todos han llevado la pobreza de poco más del 25 a casi el 40 por ciento. Bochornoso.
Mientras, la política enfiestada
Frente a semejante drama humano de millones de argentinos, los candidatos de Unión por la Patria (UxP) y de Juntos por el Cambio (JxC), lejos de hacerse cargo de sus errores, se hacen los distraídos o, mucho peor, se dedican a echarse culpas, como si nada tuvieran que ver con estos resultados calamitosos.
Sergio Massa es el ministro de Economía del actual gobierno del Frente de Todos (rebautizado como Unión por la Patria a los fines electorales). En los hechos, desde su todopoderoso ministerio, decide y acciona en lugar del inexistente presidente de la Nación, aquel abogado porteño llamado Alberto Fernández.
Patricia Bullrich fue una de las protagonistas principales del estrepitoso fracaso político y económico del gobierno de la Alianza, encabezado por el radical Fernando de la Rúa. Su rol fue central en el brutal colapso de esa gestión fallida, que dejó al país con un 75 por ciento de personas pobres.
Tanto Massa como Bullrich deberían reconocer sus errores personales, y los yerros de sus respectivos espacios políticos a la hora de gobernar; pedir perdón (no alcanza con disculparse) y, entonces, recién entonces, hacer alguna propuesta de cara al futuro. Menos marketing y más sinceridad, eso necesitan.
De lo contrario, seguirán trabajando para Javier Milei, el gran catalizador del enorme malestar social frente a tanto fracaso acumulado.
Ambos quieren un ballottage con Milei, sin advertir que, así, le allanan el camino ganar en primera vuelta. Tal vez eso quieran sus espónsores, Cristina Fernández y Mauricio Macri.
El líder de La Libertad Avanza no tiene ninguna propuesta para disminuir la pobreza. Ni la tendrá: no forma parte de su agenda. Todo lo contrario, si Milei fuera presidente y aplicara lo que está proponiendo, la pobreza aumentaría inmediatamente al 50 por ciento. Para él, la justicia social es una aberración.
El mismo informe de la UCA aclara que, sin la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros planes sociales, la pobreza alcanzaría a la mitad de la población. El autodenominado “libertario” profesa un libre mercado a ultranza, sin intervenciones del Estado. Sepamos las consecuencias.
La pobreza es la más acuciante de las asignaturas pendientes de la democracia recuperada hace más de 40 años. Es clave que elijamos a nuestros gobernantes como lo hacemos desde 1983. Pero también es clave que los candidatos a gobernarnos se hagan cargo de esta vergüenza nacional que es la pobreza en aumento.